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Los lugares malditos

En muchas ocasiones hemos observado, y así lo hemos enseñado a través de los distintos medio de comunicación, conferencias o artículos, que en los lugares donde se peca, queda como un resto, como un dominio de Satanás, como una infestación demoniaca que afecta al exterior, aunque no todos siempre la perciban. El pecado es como una bomba, que daña no sólo espiritualmente al que lo comete, sino materialmente a todo el orbe social donde se cometió, bien fuera en un campo, en una casa, en un pueblo o en una ciudad.

Estos efectos sociales de los que hablamos, en ocasiones, y siempre con permisión de Dios, se sienten de una forma alarmante al exterior. Lugares malditos o casas encantadas podrían tener la razón de su existencia en esto que decimos, bien por el número grande de pecados que se cometieron contra el primer mandamiento (v.gr.: idolatría, misas negras, espiritismo), bien por la gravedad o violencia del pecado contra el prójimo (v.gr.: asesinato), bien por los pecados de impureza (adulterio, sodomía..etc..).

La Venerable Anna Catalina Emmerick sintió vivo y profundo respeto a las cosas sagradas y a los lugares santos, nos dice Carlos E. Schmoeger, y obtuvo con tales sentimientos gran consuelo y fortaleza; pero también experimentó aversión a ciertos luagres, y conoció que en ellos había sucedido algún mal y que sobre ellos pesaba alguna maldición, lo cual excitaba en ella viva compasión y la movía a orar allí mismo y hacer penitencia. He aquí el suceso que nos refiere en su juventud:

"No lejos de nuestra casa hay un lugar completamente estéril en medio de otras tierras que producen fruto. Cuando siendo niña pasaba por aquel lugar, siempre sentía espanto y me parecía como si fuera lanzada de allí; varias veces me caí al suelo sin saber cómo. Veía dos como sombras negras, que andaban vagando y que los caballos solían espantarse cuando se acercaban. Habiendo experimentado muchas veces cuán temeroso era aquel lugar, pregunté la causa, y me respondieron las gentes que habían visto allí cosas extrañas; pero esto no era conforme a la verdad. Mas tarde me dijo mi padre, que durante la guerra de los siete años había sido fusilado allí un soldado de Hanóver, que era inocente, el cual había padecido por culpa de otros dos. Cuando esto oí, ya había recibido la primera comunión. Durante la noche hice oración con los brazos en cruz en el referido sitio. La primera vez esto me costó gran violencia; la segunda vino una figura como un perro, que me ponía su cabeza sobre mi espalda. Yo le miré y vi sus ojos encendidos y su hocico. Temí, pero no me desconcerté, sino dije: "Oh Señor. Tú que hicistes oración en el huerto de las olivas en medio de las mayores angustias. Tú estás conmigo. El demonio nada puede contra mí. Comencé, pues, a orar de nuevo, y el enemigo se alejó. Cuando volví a orar en aquel paraje, fui arrebatada como si fuera lanzada a una cueva que había allí cerca. Pero tuve confianza en Dios y dije: "Nada puedes contra mí, Satanás"; y el demonio huyó. Seguí orando fervorosamente, y desde entonces no he vuelto a ver las sombras y todo ha quedado tranquilo"

Así que ya sabemos la causa formal de muchas de las cosas que pasan. No pensemos siempre en que ha sido cosa de otros ("mal de ojo" o brujos que han hecho algún hechizo por odio o envidia, sino en algo más simple:: el grave pecado de los que viven o vivieron en esa casa.

Fundación María Mensajera  

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