Atrapado en medio de una repentina tormenta en la selva subtropical

Marcelo Choulet

 

Me encontraba en Almirante Brown , Andresito, un pequeño poblado en el norte de Misiones en una chacra con monte virgen o casi virgen; era una de mis habituales incursiones a la selva, en donde gozaba del espectáculo que la madre naturaleza nos regala y nosotros los humanos no siempre la cuidamos como debiéramos.¿ Mi objetivo allí? Las orquídeas en primera instancia y luego todo lo circundante; árboles gigantes, arroyos saltarines, frescura verde, mariposas multicolores, aves, abejas yateí y por supuesto los infaltables y nunca bien ponderados bichos a saber : arañas, mbariguís, piques, mosquitos y otras formas de vida "encantadoras" que hacen de Misiones un lugar ……"especial".
Había visto unos hermosos Catasetum fimbriatum en la copa de unos Palos Rosa y me dirigía a un lugar donde un tiempo atrás había encontrado unos helechos arborescentes (xaxim machos) llenos de Zygopetalum maxillare . Era la época de floración , enero, y por nada del mundo quería perderme el espectáculo de verlos en flor sobre el tallo de estos helechos para fotografiarlos, filmarlos y admirarlos.
De repente, de la nada , sin el mínimo preaviso empezó a soplar un viento huracanado que sacudía la copa de los árboles de tal manera que parecía que iban a quebrarse las ramas y a estallar los troncos, los pájaros volaban asustados sin saber donde posarse, la vacas a la distancia se juntaron como buscando cobijo entre si, el cielo era un cuadro de colores grises, violetas, rojos que giraba y cambiaba de formas; nubes oscuras se revolvían amenazantes , truenos y rayos erizaban la piel del mas valiente, parecía que la naturaleza se había conjurado y como resultado largaba toda su potencia en aquel lugar. De repente cayó un rayo que dio la sensación de que se quebraba la tierra en dos o tal vez mil pedazos y ahí empezó a llover . Una cortina espesa de agua que duró una hora pero pareció una vida entera. La intensidad era tal que las ramas secas, pedazos de corteza y hojas viejas eran desprendidas y arrastradas hacia el declive del terreno para terminar en el arroyo que corría allá abajo. Los minutos se alargaban y la ansiedad cobraba formas desconocidas. Me encontraba empapado y había escuchado o leído no se donde que los troncos de los árboles atraían los rayos y yo estaba rodeado de ellos , es más en ese preciso momento estaba pegado a un inmenso árbol cuyas ramas se agitaban allá arriba frenéticamente pero que me brindaba cierto reparo y solo pensar en alejarme de él me parecía lo mas desacertado o al menos no lógico. Repentinamente me acordaba de otra situación supuestamente "límite" que había vivido en la provincia de San Luis hacía ya unos cuantos años , intentando cazar unos jabalíes en la noche ; siendo yo un ávido lector de fantasías y que ahora volvían con fuerza a mi memoria ,de pronto me encontré cara a cara a unos 50 ó 60 metros con una piara enorme unos 50 cerdos viniendo hacia mi en loca carrera ; en realidad hacia el maíz en donde yo estaba apostado sosteniendo un simple rifle 22 con la adrenalina corriendo a chorros y desesperado sin saber que hacer medio petrificado en el medio de un maizal y sin la mínima protección. ¿Si sentí miedo? Miedo no, terror No sé que despertó eso en mi subconsciente tal vez el sentirme algo perdido. Empecé a racionalizar las cosas. La naturaleza está poniendo las cosas en orden pensé, se está sacudiendo para limpiarse y quitarse sus molestias. El gigante dormido ha despertado y estos son sus bostezos. Así meditaba para mis adentros y tan ensimismado estaba que no me di cuenta de que la lluvia había cesado de golpe y con ella los últimos estertores de aquella batalla furiosa a todo o nada. La calma me sobresaltó y ya sopló un aire distinto, tranquilizador, como para restañar heridas, si las hubiere. Las nubes fueron arrastradas y disipadas y un sol nada tímido emergió pidiendo espacio. Los árboles despojados de la suciedad brillaban haciendo gala de sus matices, la tierra era mas roja que de costumbre, el aire diáfano como invitando a ser consumido a borbotones, los pájaros regresaban de quién sabe donde, atravesando aquel cielo ahora celeste intenso, en una algarabía desenfrenada. Todo retornaba a la "normalidad" si está pudiera llamarse así y lo anterior hubiera sido anormal. Del suelo subía un aroma a tierra húmeda y mezcla de troncos en descomposición que se me hacía exquisito. Los tallos de los árboles que me rodeaban habían sido lavados con fuerza y la cortezas mostraban sus colores con mayor intensidad.
Las hormigas se atrevían nuevamente a salir a explorar , cortar, cargar y regresar a sus cuevas. De pronto todo las formas de vida se hacían presentes y aquel lugar era nuevamente una industria incesante. Mas que un intruso me sentía parte de aquello que cambiaba constantemente para mostrarnos todas las caras y facetas de la selva. Había vivido una experiencia fascinante. No me importaba que estuviera calado hasta los huesos. Había pasado del calor intenso del hábitat subtropical al cual uno se acostumbra y se vuelve parte ( vistiendo la ropa adecuada) al frío del agua de lluvia que es realmente intensamente fría. Tenía que regresar para cambiarme; dejaba para mas adelante mi visión de aquellos hermosos Zygopetalum y su encanto particular. Otro día , pensé con o sin lluvia aquí estaré me prometí.

 

 

 

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