El expresionismo alemán

 

 

 

 

De la mano de Bismark, Alemania vivía una etapa de prosperidad y expansión excepcionales. La ciecia y la técnica en su apogeo, la aparición del teléfono, el cinematógrafo y el aeroplano. Todo muy concreto, pero no ocultaba el reverso de la medalla. Años antes, Nietzche había denunciado los cimientos podridos de la cultura europea, el culto a lo material conspirando contra las grandes realizaciones del espíritu. Como siempre, los jóvenes serían la punta de lanza, para Alemania, las juventudes había sido siempre un problema y, en el fondo, una solución. La auténtica tradición de los poetas alemanes más jóvenes era el movimiento revolucionario, en las letras, en las artes, en la actividad humana en general. El expresionismo surge en 1910, de la mano de las causales de la crisis, cuya culminación es la guerra del 14. No sólo Alemania está involucrada en este movimiento: Franz Werfel y Franz Kafka son oriundos de Praga y Georg Trakl de Salzburgo.

La voz "expresionismo" no apareció en Alemania sino en Francia. Allí es utilizada por el pintor Julien Auguste Hervé en una exposición de sus cuadros celebrada en 1901. En Alemania dio carta de ciudadanía al vocablo el eminente Wilhelm Worringer, por el año 1911, en la revista Der Sturm.

En 1906, varios pintores se asocian en Dresde y fundan el grupo "El puente"(Die Brücke), integrado por Otto Müller, Pechstein, Schmitdt-Rottluff y Ernst Kirchner, que persigue una pintura de rasgos sintéticos y esenciales. Hay en ellos un propósito de enjuiciamiento de la sociedad, y ven en los hombres el rasgo grotesco detrás del cual se esconden, en los planos más hondos, la vida de los instintos y la barbarie humana.

Pocos años más tarde, actúa en Munich bajo el rótulo de El jinete azul (Der blaue Reiter), un movimiento cuyos jefes son Franz Marc y Wassily Kandinsky. Entre otras figuras sobresalientes del mismo se cuentan Paul Klee, Kubin y Macke. Se renueva el color, el dibujo tiende a la abstracción, y la imagen se capta en visiones donde figuran los hombres al lado de los irracionales.

La plástica, especialmente la pintura, fecunda en un principio a las letras. Luego, las influencias se harían recíprocas, con mayor o menor predominio de una sobre la otra.

Se acepta comúnmente que el expresionismo se extendió entre 1910 y 1920.

Esta joven generación, que pretendió manifestar en poesía sus inquietudes anímicas, sociales y religiosas, no fue la primera en postular un arte realmente moderno. La gran reacción contra los apígonos del Clasicismo y del Romanticismo se inició ya alrededor de 1890 con las tendencias naturalistas, impresionistas y simbolistas. A ellas seguirían posteriormente el Expresionismo, el Neo-objetivismo y el Surrealismo. El expresionismo da poca importancia a este mundo que nos rodea en forma palpable y proclama como su realidad el reino espiritual, o sea el de las ideas y de la trascendencia.

Los expresionistas se ahogan en el ambiente que respiran; todo lo encuentran sin sentido, vacío, falso o caótico. Tienen la piel muy sensible, los nervios incontrolables, y el presentimiento de que sus destinos personales no desentonarán con el aire trágico que los circunda. Poseen de sobra esa clarividencia propia del conocimiento poético, años antes de que estalle y se haga pedazos el mundo del que abominan. Veamos unos ejemplos de la existencia de esta generación castigada, que nació entre 1872 y 1882.  George Trakl, destrozado por las drogas y el alcohol, se deja morir en un hospital militar en 1914; August Stramm fallece, con el grado de capitán, en 1915, mientras luchaba en el sector oriental. En esos años mueren también Ernst Stadler y Reinhard J. Sorge. A excepción de Stramm, ninguno de ellos superaba los treinta y dos años de edad. Else Lasker-Schüler , Franz Werfeld y Paul Zech terminan su vida en el exilio.

La génesis del expresionismo está, sin lugar a dudas, en el reconocimiento de que la humanidad se ha precipitado ávidamente al caos, es decir, que está frente a una quiebra de los valores de la civilización en una medida antes inconcebible.

Los expresionistas tienen gusto a muerte en la boca, y el coraje de enfrentarla sabiéndose inermes. Una de las características del movimiento es el irracionalismo exacerbado y exclusivo, que intenta sin rodeos de ninguna clase, intuir en forma directa e inmediata el ser de las cosas, su verdad propia y auténtica, fenómeno éste que se repite a lo largo de la literatura alemana. Otra característica, ya no de fondo sino formal es el reconocimiento del "grito" como expresión legítima de ese irracionalismo. Los poetas expresionistas "gritan", cargan las palabras de un énfasis y una intencionalidad emocional excepcionales, que reflejaban una particular sensibilidad frente al dolor.

Recursos como los mencionados -en sí mismos reflejos del caos- no eran los más aptos oara superar ese estado caótico que les entrecortaba la respiración y que los dejó, en realidad, a mitad del camino. No supieron reconocer que en el uso de la violencia no existía ninguna posibilidad seria de construir sobre bases firmes. Su actitud extremista, la condición fronteriza a que llevaron la literatura, iba a ser condición de su fracaso. La inseguridad que los carcomía era congénita y no les permitió montar una construcción perdurable. La realidad se encargó de convencerlos de que la poesía, o por lo menos, su poesía, no era suficiente para emerger a salvo del caos original.

Por otra parte, cabe preguntarse: ¿tenían íntimamente la voluntad de abandonarlo? Quizá no, y por doble motivo. Primeramente, porque eran hombres en su mayoría de voluntad enferma y ánimo quebrado, incapaces de lograr, salvo contadas excepciones, una creación duradera, vale decir, sana en una última instancia. Y luego, porque en muchos de ellos advertimos una complacencia secreta por la aniquilación y el nihilismo, por mostrar lo corrupto y lo ruinoso.

El espíritu destructor del expresionismo no podía perdonar las formas poéticas  habituales. Se sentía incómodo desntro de los moldes heredados, en parte porque eran heredados, y también porque lo extraordinario no podía ser exteriorizado de un modo normal. En esto no estaba solo. Existía el experimento exitoso —realizado años atrás en los Estados Unidos— de los ritmos libres de Walt Whitman. Muchos rompen abiertamente con las formas establecidas, como en el caso de este ejemplo, tomado de August Stramm, su poema Melancolía:

 

                               Procurar el avance

                               la vida anhela.

                               Estar horrorizado,

                               buscar la mirada.

                               Crece la muerte.

                               ¡Lo inminente

                               grita!

                               Hondamente

                               nos

                               callamos.

 

 

 

Else Laske-Schüler: Nace en Elberfeld, en 1876. Emigra a Palestina por el nazismo, fallece allí en 1945. Lírica: Styx, Mi milagro, Baladas hebreas, Mi pequeño piano. También escribió teatro, cuentos, novela, narraciones.

 

 

 

 

Una canción de amor

 

 

 

Sobre tus mejillas descansan

palomas doradas.

 

Pero tu corazón es un torbellino.

Tu sangre corre como mi sangre.

 

Dulcemente,

junto a los frambuesos.

 

Oh, cómo pienso en ti...

pregúntalo a la noche.

 

Nadie puede jugar tan bien

con tus manos.

 

Ni construir castillos, como yo,

con dedos de oro.

 

¡Oh, fortalezas de altas torres!

Somos piratas entonces.

 

Cuando estás conmigo

me siento enriquecida.

 

Me tomas de tal modo junto a ti

que veo estrellarse tu corazón.

 

Salamandras irisadas

son tus entrañas.

 

Estás hecho de oro,

y todos los labios contienen el aliento.

 

 

 

 

Senna-hoy

 

 

 

Desde que estás enterrado en la colina,

la tierra es dulce.

 

Y adonde vaya de puntillas, ando por caminos puros.

 

Oh, las rosas de tu sangre

impregnan dulcemente a la muerte.

 

Ya no tengo miedo

a la muerte.

 

Sobre tu sepulcro florezco ya,

con las flores de la enredadera.

 

Tus labios me llamaron siempre.

Ahora mi nombre no sabe volver.

 

Cada palada de tierra, que oculté,

me sepultó también a mí.

 

Por ello, la noche está siempre conmigo,

y las estrellas, apenas al crepúsculo.

 

Y nuestros amigos ya no me entienden,

porque soy una extraña.

 

Pero tú estás a las puertas de la ciudad más silenciosa,

y me aguardas, ¡Oh, ángel!

 

 

 

 

Albert Ehrenstein: Nació en Viena en 1886. Estudió filosofía. Dejó Austria en 1933.

Vivió en Estados Unidos, donde murió en 1950. Obras: El tiempo Blanco, El hombre grita, El tiempo rojo, Cartas a Dios, Informe de un manicomio, Cuentos de hadas, Hombres y monos, Ladrones y soldados.

 

 

 

De este modo nieva sobre mí el tiempo muerto

 

No esperéis nada de mí.

Nunca me calentó el sol.

Llevé mi dolor a las piedras

y aguardé felicidad de las bestias.

 

He deseado a las rameras descastadas,

y nunca resonó en mis oídos un: "¡te quiero!".

Delante del viajante de comercio alzan, sin motivo, una frente orgullosa,

y malévolamente me bosteza la mujerzuela en la cara: "te doy pena".

Así nieva sobre mí el tiempo muerto.

Sin agradecimiento, bebe de mi vino, toma lo que se le ofrece.

 

Mi anhelo puede desfallecer.

Preocupada por la carne, guarda, de repente, con un apuro casto,

el largo fastidio de la decencia:

la mujer deviene tiempo.

 

 

 

George Trakl: Nació en Salzburgo, Austria, en 1887. Se incorpora al ejército como farmacéutico en 1913.

El horror de la guerra lo lleva al suicidio en noviembre de 1914. Lírica: Poesías (1914), Sebastián en el ensueño (1914).

 

 

 

 

Canción del solitario

 

 

 

Pleno de armonías está el vuelo de los pájaros. Los verdes bosques

se han reunido de noche en cabañas más silenciosas;

los pastos cristalinos del venado.

 

La oscuridad suaviza el murmullo del arroyo, las húmedas sombras.

 

Y las flores del estío, que suenan hermosas al viento.

Ya alborea la frente del hombre pensativo.

 

Y hay una lamparilla encendida, lo bueno, en su corazón,

y la paz de la cena; porque el pan y el vino bendice

la mano de Dios, y desde ojos nocturnos se contempla

silenciosamente el hermano. ¡Que pueda descansar del peregrinaje espinoso!

¡Oh, la morada en el azul inspirado de la noche!

 

La sombra de los ancianos es también amorosamente abrazada por el silencio,

el tormento purpúreo, queja de una estirpe insigne,

que muere piadosamente en el nieto solitario.

 

Porque, siempre más resplandeciente, despierta de los minutos negros de la locura

el hombre resignado en el umbral de piedra.

Y lo abraza intensamente la frescura del azul y el luminoso fin del otoño,

la casa silenciosa y el lenguaje del bosque.

Medida y norma, y las sendas de plata del solitario.

 

 

 

 

Humanidad

 

 

¡Oh, los hombres de cráteres nacidos!

Tambores y guerreros tenebrosos

entre sangre; las negras armas suenan.

Noche, locura y melancolía.

La codicia, la caza, la mujer.

Nubes, luces que nacen, y la Cena.

La dulce paz habita el pan y el vino.

Y doce son aquellos reunidos.

En sueños gritan bajo los olivos:

Tomás toca la llaga con su mano.

 

 

 

 

De profundis

 

 

Cae la negra lluvia sobre una rastrojera.

Un árbol pardusco, que está solo.

Un viento susurrante, que abraza unas chozas vacías.

¡Qué triste está la tarde!

 

Junto al pueblo,

la dulce huérfana recoge todavía unas escasas espigas.

Sus ojos redondos y dorados se regocijan en el crepúsculo.

Y su seno aguarda al novio divino.

 

Al regreso,

los pastores hallaron el dulce cuerpo

en el zarzal, putrefacto.

 

Soy una sombra en aldeas lejanas y sombrías.

El silencio de Dios

bebí en el manantial del bosque.

 

El frío del metal recorre mi frente.

Las arañas buscan mi corazón.

Hay una luz, y se extinguió en mi boca.

 

De noche me encontré en un páramo

cubierto de inmundicias y del polvo de las estrellas.

En el zarzal

resonaban otra vez los ángeles de cristal.

 

 

 

 

En el suelo natal

 

 

 

Por la ventana enferma, perfume de resedas.

Viejo el lugar, y negro el castaño desolado.

Flechas doradas que van atravesando el techo,

y como en un ensueño, a los hermanos ciegan.

 

Aguas sucias, corruptas, y el suave susurrar

del viento del sur en el jardín castaño; goza

en silencio el girasol su oro y se deshace.

Al aire azul resuena la guardia que saluda.

 

Perfume de resedas. Desnudos muros brillan.

Sueño pesado de la hermana. El viento agita

su cabello que baña la luna con su lustre.

 

Resbala azul y angosta la sombra de un felino

sobre el podrido techo. Aguarda el infortunio

la luz de la bujía, que púrpura se empina.

 

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