16_29_10_2000
Econ. Manuel C Martínez M.
El POPULISMO de ROSENBLAT
Obsérvese que de todos sus meritorios y bien ganados aportes
lingüísticos, he entresacado el referente a sus inclinaciones políticas, de las
que ineluctablemente somos víctimas . El profesor Ángel Rosenblat dedicó buena
parte de su amplia producción a las desviaciones idiomáticas, o a la
coloquialidad regional que suele madurar en las sociedades donde la educación
no llega por igual a todos sus ciudadanos.
Esta características social ha sido caldo de
cultivo para la germinación de populistas de toda uña. Unos ven en esa
desigualdad banderas políticas, y otros, motivo para sus disquisiciones
profesionales, según cada caso en particular. Para los gramatólogos de oficio
la biologización de la lengua ha sido excusa para suponer e identificar los
malos usos de la gramática como fenómenos naturalmente admisibles, y el apego a
las reglas gramaticales establecidas y recogidas en los diccionarios ad hoc recibe el despectivo
tratamiento de puritanismo.
Rosenblat cayó en esa trampa populista,
porque, digamos por caso, el nacimiento de los romances fue un fenómeno espontáneo
para una gente no sometida gramaticalmente a ninguna norma, habida cuenta
que los pueblos mediterráneos conquistados por Roma no sabían leer Latín y la
soldadesca romana se apartó de sus reglas.
Sabido es por muchos de nosotros que los
iletrados, la gente con bajo perfil instruccional, suelen manejar
arbitrariamente la lengua con la que se expresan. De alguna manera logran
comunicarse y, a través de una codificación inducida, las gentes que
practican esas mutaciones, esos giros y todo género de impropiedades e
imprecisiones idiomáticas terminan entendiéndose. Pero, esto no debe
confundirse con dinamismo idiomático.
El caso es que desde el mismo
momento en que los romances fueron objeto de organización teórica y se convino
en la configuración de léxicos, academias y confección de gramáticas
específicas y diferenciantes para el Castellano, Portugués, Francés e Italiano,
se coadmitió una rigidez referencial y transitoria para que pueda un
mayor número de personas escribir y hablar en su respectiva
lengua con un mínimo posible de errores y confusiones .
Afirmar, como lo hizo Rosenblat, y
como lo siguen ciegamente sosteniendo sus epígonos, que la lengua es dinámica per se , es
desconocer que la mayor parte de esas desviaciones responden a la ignorancia
misma de sus parlantes y escribientes. Esto es diferente a las mutaciones
provenientes de la gente previamente letrada.
<<La historia nos muestra que
la lengua no es del todo el triunfo de la corriente popular ni de la
influencia culta, sino de la integración, siempre inestable, de ambas
fuerzas>>1/. De otra manera, entonces, deberíamos de una vez por todas
quemar los diccionarios y cerrar las academias de la lengua. Dejaríamos a
los ignaros que hablen y escriban como mejor se les antoje. Esto puede ser
factible, pero su precio será una confusión babeliana más intrincada que
la de las referencias bíblicas, al cabo de lo cual habría que relexicar y
reacademizar.
El populismo habrá hecho de las suyas. Se
explica así, pues, estos disparates cometidos por gente altamente intelectual y
cargados como se hallan de gran erudición. Toda la reglamentación
gramatical debe respetarse y limitarnos a ir adecuando sopesadamente las
mutaciones que fundamentalmente la mayoría de la gente culta vaya imponiendo.
Los incultos, analfabetos y desinformados no pueden dinamizar ni burlarse de la
labor recolectora y normalizadora de nuestros lingüistas y consumados
académicos. Academia no es rigidez, sino referencia necesaria.
----1/
Ángel
Rosenblat, Fetichismo de la letra.
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