172_07_12_KK3                                                                  Manuel C. Martínez M.

Sadelas

Sociedad Amigos de la Salud 

RIQUEZA de la DISCONTINUIDAD

La Dialéctica científica, o D. moderna, le  atribuye  discontinuidad relativa a  los fenómenos materiales en sus manifestaciones temporoespaciales. Decimos que un cuerpo se desplaza (mueve) de un lugar a otro a través de lugares íntimamente continuos, pero,  afírmase que él tiene existencia separada de otros tanto semejantes a sí mismo como  a otros cuerpos conocidos y por conocer.  Por su parte, la conservación de la materia es expresión de   su continuidad temporal absoluta, pero, su transformación o metamorfosis le imprimen discontinuidad relativa a sus intervalos  de duración.

Toda la materia y sus partes se mueven según van cambiando cuantitativa y cualitativamente sus dimensiones espaciales durante determinado insumo de tiempo.

Es, pues, la discontinuidad del espacio y del tiempo la que nos permite entrar en conocimiento real y concreto de la materia que nos rodea y hasta de la que constituye nuestro propio ser. La continuidad de la materia en espacio y tiempo es para nosotros una abstracción por su carácter de condición o piso tetradimensional donde se desarrollan los fenómenos cognoscibles. Así, decimos que la materia es indestructible y sólo mutable; sus cambios son continuos,  aunque suelen pasar de un estado a otro, y es este tránsito sensorialmente perceptible por nosotros lo que da riqueza a la discontinuidad.

Además, sólo cuando un fenómeno cualquiera detiene su proceso de movimiento perpetuo formal podemos darnos cuenta del cambio mismo que haya experimentado. Digamos que las interrupciones que periódica, azarosa o sistemáticamente sufren los fenómenos materiales, van sirviéndonos de mensajes para, por una parte, darnos cuenta de su existencia, y, por otra, poder introducir alteraciones arbitrarias o artificiales, de esas que hemos estado aplicando a las cosas que nos rodean en la medida que los hemos  ido descubriendo, así como  atribuyéndoles incesantemente un hilo conductor de su  origen y tendencia final.

La búsqueda de un punto de partida supone discontinuidad absoluta, y esto viola la Dialéctica, y cuando inferimos un final para la vida del universo, la convalidamos o reincidimos en esa violación.

La admisión de la continuidad  nos conduce  a una posición aparentemente conservadurista, y, contradictoriamente, la búsqueda de principios y fines para los fenómenos en general, o sea, la cobertura de un conocimiento absoluto sobre la materia , de cabo a rabo, nos lleva al indeterminismo, a la imposibilidad  agnóstica de un mundo eterno.

El corolario de  esa contradicción es que nos desenvolvemos en un mundo material de saltos dentro de una continuidad indestructible, que nos permiten caer en la cuenta de que existimos y  coexistimos en    variopintas formas materiales. Cuando apagamos la linterna, c. cortamos un pedazo de tela, y c. cerramos o abrimos una llave recibimos una información adicional que jamás tendríamos cuando la luz se eternice, c. no separemos la tela o cuando dejemos siempre el chorro abierto o cerrado. En esta cualidad informativa de la discontinuidad le va a esta su riqueza.

Los <<aventureros>> de oficio, con inclusión de filósofos y académicos de alto renombre, han osado  en la búsqueda de una magna ley explicativa y comprensiva de toda  la fenomenología universal. A estos perteneció Newton, Leibnitz, y le dedicó bastante  tiempo  el <<sabio>> Einstein. La búsqueda del fin del mundo material continúa, aunque continua y discontinuamente se detenga.

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