Econ. Manuel C Martínez M.
15_29_10_2000
DIALÉCTICA de la
GOBERNABILIDAD
(Escrito durante la IV república venezolana)
El simple ejercicio de las funciones de gobernante presupone una
desigualdad social. Es incongruente que alguien pueda mandar a otro sin que
éste se sienta inferior a aquél. Ya desde los tiempos pioneramente civilizados,
el patriarcado supuso una gobernabilidad absoluta sobre el total del grupo
familiar.
El <<patear familia>> dio cuenta de la
misma organización política. Hubo consejos ad
hoc
que decidían ad líbitum el
destino de los gobernados, y sin derecho alguno a réplicas contravinientes.
Como Sábese, el ejercicio de la democracia griega se fincó en un régimen
esclavista. Por eso, esas comunidades y sociedades pudieron alcanzar los
más altos niveles de desarrollo que la tecnología de marras les permitió, para
luego desaparecer irremediablemente.
Modernamente, ninguna sociedad avanza; todas se mueven
incómodamente en una viciosa e interminable alternancia de gobiernos y
gobernantes que desemboca inectutablemente en fracasos, descontentos sociales,
subguerras y guerras ora cálidas, ora frías.
De resultas de esto, el ejercicio democrático se traduce en la más
absoluta desgobernabilidad de todos. Los burócratas se hallan atrapados en las
redes organizacionales del papeleo burocrático. La corrupción campea
entre jueces, policías y militares. No escapa nadie, y cualquier
voluntarioso es rápidamente metido en cintura por irrespeto a esa frustrante y
alabada democracia.
La tecnología es usada como
alternativa al estancamiento económico y social, termina siendo
continuamente reemplazada y las sociedades siguen confrontando los mismos
males. Nadie manda a nadie y nadie es mandado por nadie debido a que ninguna
persona se halla predispuesta a tener jefes, ni siquiera como patrono privado,
porque a éste lo confrontan para que su sindicato, codo a codo con ese patrono,
decida la suerte del capital ajeno.
Corolario: para que halla
un buen gobierno democrático habría que desdemocratizar a la sociedad.
Debe respetarse la desigualdad económica y la desigualdad vocacional, todo lo
cual se traduciría en aptitudes diferenciantes entre un ciudadano y otro.
No puede tener los mismos derechos políticos ni sociales un incapaz para
nada que un técnico ampliamente útil para la sociedad.
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