Sadelas

 Sociedad Amigos de la Salud *

Los sonidos del micromundo

Manuel C. Martínez M.

26/03/2007

Hasta ahora, las investigaciones  más precisas sobre la composición del micromundo se limitan  a la observación óptica de las ondas electromagnéticas que simulan el ondulaje atómico de los electrones y afines, gracias al microscopio electrónico. Y esto deja incólume las limitantes de Heinsenberg en cuanto a la imcompletitud o cuadro de incertidumbre de cualesquiera observaciones por parte del hombre, ya que hasta los ligerísimos fotones se convierten en agentes perturbadores de la objetiva limpieza del objeto en estudio.

El punto que nos ocupa son   nuestras especulaciones sobre el posible paquete de características sensuales   que, en concordancia con la ley de simetría de la materia,  pudieran  tener las micropartículas, más allá de las  impresiones oculares que hasta ahora disponemos..

¿Podíamos oír los sonidos de la fricción electrónica, a su paso por las infinitas órbitas que supuestamente describen en torno al núcleo atómico?,  ¿ los sonidos emisibles por la apretada carga protóneutrónica? ¿y sus olores,  sus sabores, temperatura, aspereza, etc?

No cabe duda que en  ese micromundo debe haber una elevada producción sónica de frecuencias humanamente inaudibles  por los mortales de término medio. Pero esto no debe animarnos a descartar esa sonoridad.

Especulamos que algunos artistas, poetas, investigadores de original calidad,  y particularmente los músicos  virtuosos, de alguna manera son sensibles al sonido del universo, en su pequeñez y en su grandeza.

De otra manera no nos explicamos cómo pudieron y pueden aquellos músicos, como Mózart o Beethoven, expresar mediante el sonido musical los portentosos ritmos, melodías y colores que llegaron a su mente antes de vaciarlas en las correspondientes partituras. El caso último  caso es proverbial, habida cuenta de que buena parte de su producción musical la hizo en condición de sordera auditiva por sus deficiencias del órgano sensual correspondiente, pero conservando toda su capacidad *auditiva* directamente cerebral.

Tal vez no podamos *oler* al Universo sino las micropartes de nuestra angosta vecindad; tal vez no degustemos sus *sabores*, ni apreciar su temperatura, salvo la de nuestro entorno inmediato; tal vez no podamos tocarlo, pero,  en cambio, sí podemos intercomunicarnos con él mediante los sonidos, a cuya velocidad estereofónica salen disparados desde cualesquiera parte del Universo  para perderse en el infinito del mundo no vacío, y con suficientes intensidad, color y volumen  llegar a los cerebros  superdotados para tales efectos.

 Cuando oímos a Frèdèric  Chopin tenemos la sensación de que   dialogó con entes de un dimensión desconocida por la mayoría de los seres humanos, pero que están allí y hay quienes la perciben y hasta conviven con ella por alguna propiedad con la  la que son naturalmente privilegiados, para oír al mundo, al macromundo y hasta los sonidos del micromundo.

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 * Sociedad, en su  sentido holístico, porque cada ser humano la representa. Sólo por desviaciones del pensamiento aún no enderezadas, tendemos a  salirnos de ella, como si   la primera  estuviera allá, y el segundo, acá.

Manuel C. Martínez C.

268_31/03/2007

 

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