Sadelas

(Sociedad Amigos de la Salud) 

EL verdadero Diente Roto

(Cosmovisión idealista del mundo clasista)

Manuel C. Martínez M.

El diente roto es el título de un cuento venezolano. Pedro Emilio Coll (Caracas, 1972/1947), su autor, ejemplifica con Juan Peña el engaño de las apariencias   politicodemagógicas sufridas en cualquier país, pero también asoma  cómo grandes logros, o cómo grandes fracasos sociales   pudieran depender de insignificantes e involuntarios aportes personales en rigurosa dependencia con el standing de sus protagonistas.

Ocurre que la prudencia es una de las virtudes más recomendadas para la humanidad, y  guarda estrecha relación con la   paciencia, porque esta es  precisamente la  actitud   que debemos asumir de cara a contener nuestra dinámica  lengua, nuestro irrefrenable deseo de opinar y reaccionar de viva voz  ante los acuciantes estímulos que por todas partes y en cada momento nos viven tentado.

Desde luego, se trata de  dos posturas de difícil cumplimiento o aplicabilidad, particularmente por parte de las personas de origen humilde, quienes a duras penas viven  en permanente angustia económica, discutiendo aquí, reclamando  allá contra su desgracia, contra quienes al verlo pobre y asalariado, al verlo despotenciado, automáticamente lo pisotean, por lo que su reacción, aunque  de bajos rendimientos, le lleva a perder la paciencia, irse de bruces y cometer imprudencias que en el mejor de los casos le son castigadas con marginación, y hasta  cárcel y  vejámenes afines suele  recibir por dicho incumplimiento de tan recomendadas y filosóficas posturas morales.

En cambio, la gente acomodada, la gente de mejor *billete* y abolengo, prefabricados,   adquiridos  o hereditarios,  por lo general casi no requiere usar su propia lengua ni sus propios pasos para lograr una elevada satisfacción de sus numerosas y hasta suntuarias necesidades. Cuenta para esto con un permanente cuerpo de cachifaje muy  especializados, y de  faenas sucias en sentido lato, quienes fungen de delegados de sus correspondientes patronos, dan cuenta de la comunicación y encomiendas afines de tales  representados, quienes, en medio de su alabada *prudencia*, de su flemática *paciencia*, y hasta indiferencia ante la problemática social, pocas veces se ven en líos, en voceríos ni en esas feas,   impacientes e imprudentes comisiones. 

Por eso, ratificamos que en estas sociedades existe un grupo privilegiado y heterogéneo de personas  cuya conducta  fría o inocentemente  calculada  y pensativa es perfectamente asimilable  a portadores del diente roto, más allá de los políticos farsantes,  que tan magistralmente Pedro Emilio Coll nos pintó para alertarnos que debíamos, por el contrario, cuidarnos no sólo del  demagogo , sino de otros tipos de  dienterrotos   quienes  también engañan a la gente  en la Economía, en la Educación, en la Religión y en todo aspecto cultural, donde y cuando se ha supuesto de estos   lo mejor por su prudencia y paciencia demostradas, mientras al resto de las sociedad se le califica de lo peor por su fuerte carga de aspavientos, exhibicionismos, impaciencias  e imprudencias, y a quienes indiferentemente  en la apertura de sus  bocas les va la exhibición de  hasta  sus maltrechas y cariadas dentaduras.

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