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Sociedad Amigos de la Salud 

 CAOS TENDENCIOSO y ORDEN AZAROSO, Parte 3

(El enigma de la buena/mala suerte)

  Manuel C. Martínez M.

Hemos recientemente inferido que el albur, el azar, la eventualidad, la dicotomía, y hasta el abanico abierto de opciones y alternativas para la toma de una decisión, en un momento y lugar determinados, da cuenta de nuestros desaciertos prima facie y por excelencia, de tal manera que sólo con bajísima probabilidad tomamos la decisión conveniente y convencionalmente correcta, pero no porque la suerte misma, el azar mismo, la dicotomía misma ni el abanico abierto de opciones nos lo imponga, sino porque en ello, precisamente en ese permanente acierto-desacierto, le va la vida productiva y dinámica y humana a nuestro cerebro.

Basta con preguntarnos: qué sería de nosotros si lineal y entubadamente fuéramos tan *sortarios* que *la pegáramos* en las primeras de cambio*, en nuestros primeros intentos. Seríamos sencillamente unos humanoides con una programación uniforme sin el recurso de la creación y regeneración de neuronas y enlaces ad hoc que, según la más recientes investigaciones científicas y especializadas sobre nuestra mente, las garantizan y evitan el síndrome de Alzheimer e insuficiencias demenciales   afines.

Y evidentemente, es frecuente que   hasta los *sortarios* se quejen de su  *mala suerte*, que no la tienen. Ocurre que ante cualquier dicotomía, si la opción A es la que nos favorece, y esta es precisamente la que escogemos en la primera selección, entonces no solemos darle mayor importancia habida cuenta que no nos interrumpe la labor de marras, digamos que pasa inadvertida,  pero si escogemos su contraria, la B, entonces este desacierto impresiona sobremanera nuestros archivos y son el cúmulo de estos desaciertos los que van perfilando  en nosotros una personalidad de mala suerte, que tampoco tenemos.

De la figura supra se desprende que, a diferencia de lo que suele afirmarse,  solemos llamar desorden a las meras manifestaciones fenoménicas que son apenas  un tipo más de reórdenes  posibles extraídos y azarosamente configurados a partir de los diferentes reordenamientos que terminan entropizándose a lo largo de su vida útil como entes de estabilidad temporal.

Del <<caos>> I, u orden prima facie, surge el reordenamiento I, así como del <<caos>> II, el reorden II. Las cuatro configuraciones de la figura aparecen preenjuiciadamente tipificadas como órdenes las unas, y caos las otras.

 

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