113_2_(136)_05_04_KK3                                                                                            Manuel C. Martínez M.

SADELAS

Sociedad Amigos de la Salud

Los embustes de la Economía Burguesa

(El huecote de la pobreza)

Entre los artilugios contables que más han pasado inadvertidos para  los pueblos de las sociedades modernas están las llamadas reivindicaciones laborales. Con muchos litros de sangre y lágrimas se ha amasado el paquete de los aumentos salariales, los días de asueto remunerados, los sobrepagas por las horas extras, los bonos nocturnos, las primas por hogar e hijos, las vacaciones y permisos remunerados, etc..

Todavía no termina uno de asimilar las excusas y negativas interpuestas por los patronos para frenar, negar  y ningunear tales mejoras en los ingresos de un trabajador que  permanentemente se ha mantenido como tal, y que jamás ha podido superar ni traspasar el cónico y curvilíneo hueco de la pobreza, del cual me permito graficar su perfil de la siguiente manera:

 

(Hueco de la pobreza 1)

Hábitat económico y normal de un

asalariado cualquiera

Como se observa en la gráfica supra, la base concavocircular y amplia hace difícil, para quien en en él se halla metido, encaminarse hacia las paredes por donde  saldría hacia el <<bienestar económico>> (materialistamente hablando), luego de escalar sus paredes no menos  cóncavas hacia adentro, y poder así remontar el estrecho hueco de la salida.

Pero, hay más en esa difícil salida del <<huecote>> de la pobreza. Si a esta la definimos como condición socioeconómica que mantiene al hombre en búsqueda de un salario para vivir, a través de su trabajo, es decir: quien se limita a   trabajar para conseguir un salario, y no, para vivir, entonces,  el hueco aquel adopta la siguiente configuración:

(H. de la pobreza 3)

Fig. 2

La fig. 2 nos indica que, en condiciones de pobreza burguesa, nadie sale de ese hueco. Resulta que, si se parte del corazón de esa cavidad, y se logra remontar su salida, es para recaer en otro de mayor capacidad; y, si ocurriere que de éste  saliere, entonces recaería en otro mayor aún, y así ad infinitum.

¿Cómo explicar eso? Resulta que, mientras un asalariado va mejorando aburguesadamente su condición económica, va cargándose de compromisos ante sí y ante terceros, y  que van ensanchando la amplitud e su demanda. De tal manera, que su balance semanal, quincenal y anual siempre arroja saldos que tiran al rojo.

Efectivamente, la vida de quienes se elevan del primer hueco va <<mejorando>> sólo en términos de una mayor necesidad de trabajo, y más y más, a medida que va avanzando en las cavidades  matrioshkales  de la pobreza.

¿Cómo superar, pues, la pobreza burguesa?  Sólo hay una salida: llevar una vida moderada,  parsimoniosa, y, en resumen, no propensa al consumismo inducido por los insaciables tecnócratas y sus intermediarios: los comerciantes del modismo, del novedatismo y del despilfarro suntuario.  Digamos que de la pobreza material sólo se sale con el enriquecimiento mental. 

Es por eso que, de paso,  la función del sindicalismo también ha resultado una mentira burguesa, que  ha  recibido la anuencia, consciente o inconsciente, de altos catedráticos y hasta nobelados Economistas de las últimas décadas del siglo recientemente pasado.

Un contraejemplo numérico  verifica que hasta la Matemática ha sido empleada por el Capitalismo para trampear y mentir:

Porque, a pesar de que <<el orden de los factores (en abstracto), no altera el producto>>, es muy diferente decir que un obrero que gana Bs. 42.000 semanales  trabaja sólo seis días y disfruta de un día libre remunerado a razón de 6.000/d., a reconocer que ciertamente gana   Bs. 7.000 por cada día efectivamente trabajado.

Ese artilugio pesa mucho cuando se cae en cuenta que las primas, el cálculo de las prestaciones sociales, las horas extras, etc., todas esas sobrepagas, son calculadas sobre la base de un falso salario básico  (en el ejemplo: 6.000, en lugar de 7 mil). El monto que contablemente los patronos les han defraudado a sus trabajadores resulta obviamente inconmensurable, y como vemos, el orden concreto de esos factores desmiente otra más   las macromentiras   burguesas

 

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