096-neo-01_03_KK3-(219-12-08-1988                                       Manuel C. Martínez M.

SADELAS

Sociedad Amigos de la Salud

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¿CÓMO  y  DÓNDE EXCRETABA el REY?

Relativamente, el conocimiento de las propiedades del aparato digestivo humano  es   de reciente data, y el del potencial patogenobacteriano del bolo fecal, más reciente aún. La Quimioterapia, por ejemplo, acompaña sólo  al presente siglo (XX) y la Gastroenterología dista todavía mucho de agotar sus alcances. 

Sabemos que hasta bien entrado el siglo XIX el planeta Tierra estuvo plagado de reyes y reinas, de reyezuelos y reinezuelas; es más, ellos sobreviven aún en cierta parte europea.

Es el caso, que ni con toda su carga  de poder en lo material y celestial, político y económico, con su faraonía, sus glorias, alfombras, copas de oro, de plata y sus piedras preciosas a granel; con  sus perfumes, plumajes, vinos y demás delicatesen, con todo ello,  ni el rey ni su reina lograron superar la práctica de la defecación en bacinillas o vasos de cama, muy cómodos, por cierto, en aquellas casas de largos solares carentes de <<baños privados>>, como los que nosotros hemos conocido desde, aprox., comienzos del siglo XX. Estos vasos recolectores eran y son imprescindibles para evitar la   peligrosa y larga caminata nocturna hacia el lejano Water closet que en principio siguió ubicándose el final del solar, como inercia arquitectónica de los entonces   obsoletos <<excusados>> de hoyo.

Hay una data de apoyo histórico perteneciente al sig. XI que revela la praxis de recolección de detritus, de cara al  mejoramiento de los suelos agrícolas, y que, aunque de procedencia animal por excelencia, llevaba en su composición una considerable porción de heces humanas.

Porque  es de inferirse que hacia esos mismos recipientes  se canalizaban  casi todas las aguas mayores y menores de esos  seres humanos,  y recipientes muy poco resguardados de  moscas y moscardones, de roedores y demás alimañas  de forzosa convivencia con reyes y aristócratas, a tal punto de que sus opíparos banquetes, incluyentes de manjares, exquisitas carnes frías y calientes, vinos y frutas varias, solían estar <<sazonados>> con las microscópicas muestras excrementales que aquellos insectos, ingenua e involuntariamente, depositaban sobre las comidas con sus patitas, en una suerte de función que podemos llamar: <<del pote a la mesa>>, y  habida cuenta que la insalubridad representada por esos contaminantes es un asunto sanitarista que sólo viene ocupando al hombre del siglo XX, y  aún así, no de igual manera en todas partes.

La moraleja de este artículo es que toda esa parte romántica y fantasiosa , todo el encanto frívolo y suntuario que acompañó a la aristocracia esclava y feudal, con sus ataviados caballeros y deslumbrantes princesas y doncellas,  debemos observarlos y presentarlos en su amplio marco de condiciones  socioeconómicas imperantes, entre ellas  las de salubridad.

Y si hasta los reyes y  princesas lucían brillantes por fuera y opacos por dentro, ¿qué pensar sobre la marginalidad social de entonces, y la de ahora?. Así: en esta Venezuela mía, viajeros y viandantes siguen valiéndose de improvisadas letrinas en montes de carreteras y en uno que otro solarón abandonado, porque indudablemente en nuestras ciudades y carreteras, el <<Decreto 21>>  del ex presidente  Pérez   no escapó del derrumbe económico y administrativo que sobrevino a su estadio por Miraflores.

En síntesis: El cómo y dónde comemos, dónde y cómo excretamos , son las otras coordenadas sociales que nos ubican en la exacta dimensión de nuestros logros civilizatorios y sanitarios. Lo demás es ilusión novelística de historietas con  chismes de color de rosa e intrascendentes.  

   

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