SADELAS
Sociedad Amigos de la Salud
Las modas transetarias
Manuel C. Martínez M.
Hubo una época durante la cual las modas de
ambos géneros aparecían razonablemente diferenciadas para niños, gente joven,
adultos medios y para los hoy llamados terceretarios, pero que yo llamaría
<<ultimetaria>>. Ni qué decir que para entonces no existía la
moda <<unisexo>> o <<pargoide>>.
Ocurrió que, en su
indetenible conversión de todos los productos en mercancías, y de todos los
habitantes en sus usuarios consuetudinarios, el sistema económico mundialista e
industrial no se paró en hueso. Ha sido
así cómo la tradicional moda de los niños, por ejemplo, ha ido poco
a poco siendo clonada con la ropa de sus padres. Vemos así niños enfluxados, y niñitas
engalanadas con prendas de vestir que ya envidiarían sus mamás para asistir a
tremenda discoteca.
Digamos que en cuanto a los niños, los modistas muy psicológicamente asesorados han caído en la cuenta que lo que a las madres les cae bien, así caerá para sus hijos. También la vestimenta de los terceretarios ha ido reemplazándose por unas ropas que de ninguna manera se avienen a los años cumplidos.
De esa manera, nos
encontramos con unos industriales del vestido que han reducido su
clientela al exclusivo modelaje de la gente de edad intermedia entre niños y
mayores, porque sencillamente la moda tradicionalmente más cambiante es la propia
de gente joven o de término medio, la que responde ante el mercado de las
pasarelas con su seda y su rayón, con toda su carga de veleidades y
frivolidades propias de su romanticismo en ciernes e inestabilidad emocional. En Europa
visten así a sus excedentes de avanzada edad, y a América, a sus hiperabundantes
chamos.
Esos trastrocamientos en la manera de vestir y calzar se fincan en el deseo intrínseco que todo persona <<mayor>> alberga en su corazón: Sentirse ante su espejo eternamente joven aunque sea gracias al ropaje que le hace suspirar por volver a los años mozos, y detenerse en ellos, y para que de esa manera la carga de rasgos de adulto mayor supuestamente le pasen inadvertidos a los curiosos ojos de sus coetáneos, y de quienes también han tomado prestada para sí una moda que a todas luces resulta extemporánea y transetaria.
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