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Manuel C. Martínez M.
SADELAS
LA DEUDA
EXTERNA
(UN
SÍNDROME ENDÓGENO y APÁTRIDA)
Quien dice deuda dineraria en cualesquiera de sus formas:
pública, privada, interna, externa; a corto, mediano o largo plazos;
individual, colectiva, institucional, local, regional,…, dice simplemente consumo
sin preproducción; vale decir, toda deuda supone el uso, disfrute y
enajenación (propiedad) de un bien cuya producción y propiedad aún no han sido
consumados por su potencial gastador o consumidor e inversor..
Si ese es el caso, la salubridad del proceso económico de
cualquier persona natural, e igualmente de cualquier empresario, abstracción
hecha de su envergadura o de su cifra de negocios, viene dada, esa salubridad,
por el ineluctable y periódico
reciclaje, simple o ampliado, del acto de producción, seguido del de consumo,
como fases sucedidas e integrantes de un proceso único: producción-consumo,
ad infinítum.
Ahora bien, las deudas son el resultado de las
transacciones mercanti1es crediticias o financieras, es decir, efecto de una
transacción dual:
1.- Compraventa de una mercancía, llamada dinero, cuyo
pago, cancelación o reintegro procederá en tiempo futuro, momento para el cual
el comprador habría reproducido aquel dinero en una cantidad acrecida en el
monto de los llamados intereses, como mínimo. Tal es la transacción al crédito
(al fiado), propiamente dicha, y
2.- Una transacción estricto contado de una mercancía
diferente al dinero cuyo precio se compra, cancela o reintegra ipso
facto, en el momento mismo cuando se la reciba, y el comprador entre
en su posesión con cargo al dinero producto de la transacción marcada
(1).
En los casos de Deuda Pública, sólo se da la
transacción (1). Infiérase, pues, que quien debe, debe pagar, pues quien
consume debe producir; en ello va la salud del proceso cíclico
producción-consumo a fin de evitar cualquier solución de continuidad en su
desarrollo.
En el caso de las sociedades "deudoras", cuestión
ésta modal en los países del erróneamente llamado tercer mundo, sus deudas son
impagables per se en el tiempo. Este aserto es innegable y hasta
tautológico, pues quien depende del crédito para supervivir lleva
siempre en su seno las acreencias de su fiador y financista, a manera de
eslabones característicos de la cadena capitalista, muy propia del proceso de
circulación de la riqueza burguesa. Esto es: Dinero financiado, dinero
convertido en factores de producción, dinero representado en mercancías
producidas, dinero recaudado por concepto de ventas de esas mercancías. Este
último dinero, del último eslabón, volverá, así, a su propietario de origen,
quien, salvo hipotéticos casos de atesoramiento, lo revolcará a la circulación
a fin de que atraviese las mismas y anteriores fases recién cubiertas.
¡Ah!, pero ese es un ciclo económico, es la expresión
económica del régimen mercantil capitalista, su base misma, su forma de vida,
de oxigenación, alimentación de su movimiento; lo que significa que son
los individuos de la sociedad quienes intrínsecamente, unos a otros,
intercambian posesiones de fuerzas productivas bajo unas transacciones
crediticias de compraventa en un mundo que ha distanciado en tiempo
y espacio los actos de producción y de consumo.
Ahora bien, ni acreedores ni el deudores pueden ser
constreñidos a espacios y tiempos geográficos, habida cuenta que el capital es
APÁTRIDA, o sea, que los acreedores no son norteamericanos, ni japoneses, ni
ingleses, ni venezolanos, ni mexicanos; ni alemanes, ni argentinos, así como
tampoco los deudores pueden ser venezolanos, ni mexicanos, ni brasileros; ni
argentinos, ni norteamericanos, ni franceses...Es que bajo cualesquiera
coordenadas geográficas, cada vez que el trabajador no trabaje para sí ,sino
para terceros, habrá una acreencia de un fulano, y una correspondiente e
ineluctable deuda de un mengano.
Por las razones expuestas resulta harto quimérico y hasta
utópico la factibilidad del contenido de los asertos esgrimidos y formulados
por algunos personajes políticos contemporáneos de vibrante actualidad. Estos
se han obstinado en enfrentar países acreedores a países deudores, soslayando
de esa manera el irrefutable hecho de que cada dólar adeudado por Venezuela,
por ejemplo, tiene como acreedor indirecta o directamente un capitalista
tránsfuga por natura1eza, ubicuo en sus manifestaciones, sin cuna, ni cama, ni
techo que lo apeguen a suelo, ni territorio alguno, situaciones estas que eran
propias del prestamista medieval, enfeudado como estaba, y acreedor ése que
respira, come y realiza transacciones mercantil-financiera aquí mismo, en el
interior de nuestras propias fronteras y costas, con una nacionalidad rigurosamente
venezolana por nacimiento, aunque ecuménicamente económica, y acreedor que
posee como parte integral de sus activos el derecho a su endoso, o a su
transferencia multidimensional.
Digamos, pues, que
la deuda es siempre interna, es sistemáticamente capitalista, estructural y
APÁTRIDA, por excelencia.
Apéndice: Se habla de <<tercer mundo>> como si
este no fuera uno solito y no rigiera para él la unidad material que lo
caracteriza, y como si, además de la falacia de los mundos terrenal y
celestial, se pudiera partir el terrenal en tres mundos, mecanicista y
metafísicamente concebidos así en estas sociedades)
Retroalimentaciones
para esta lectura
A-A-paquete-de-sadelas-publicadas-en-Internet.htm
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