71, página 2                                                                                                                  Manuel C. Martínez M.

SADELAS

LA DEUDA EXTERNA  

(UN SÍNDROME ENDÓGENO y APÁTRIDA)

Quien dice deuda dineraria en cualesquiera de sus formas: pública, privada, interna, externa; a corto, mediano o largo plazos; individual, colectiva, institucional, local, regional,…, dice simplemente consumo sin preproducción; vale decir, toda deuda supone el uso, disfrute y enajenación (propiedad) de un bien cuya producción y propiedad aún no han sido consumados por su potencial gastador o consumidor e inversor..

Si ese es el caso, la salubridad del proceso económico de cualquier persona natural, e igualmente de cualquier empresario, abstracción hecha de su envergadura o de su cifra de negocios, viene dada, esa salubridad, por el ineluctable y  periódico reciclaje, simple o ampliado, del acto de producción, seguido del de consumo, como fases sucedidas e integrantes de un proceso único: producción-consumo, ad infinítum.

Ahora bien, las deudas son el resultado de las transacciones mercanti1es crediticias o financieras, es decir, efecto de una transacción dual:

1.- Compraventa de una mercancía, llamada dinero, cuyo pago, cancelación o reintegro procederá en tiempo futuro, momento para el cual el comprador habría reproducido aquel dinero en una cantidad acrecida en el monto de los llamados intereses, como mínimo. Tal es la transacción al crédito (al fiado), propiamente dicha, y

2.- Una transacción estricto contado de una mercancía diferente al dinero cuyo precio se compra, cancela o reintegra ipso facto, en el momento mismo cuando se la reciba, y el comprador entre en su posesión con cargo al  dinero producto de la transacción marcada (1).

En los casos de Deuda Pública, sólo se da la transacción (1). Infiérase, pues, que quien debe, debe pagar, pues quien consume debe producir; en ello va la salud del proceso cíclico producción-consumo a fin de evitar cualquier solución de continuidad en su desarrollo.

En el caso de las sociedades "deudoras", cuestión ésta modal en los países del erróneamente llamado tercer mundo, sus deudas son impagables per se en el tiempo. Este aserto es innegable y hasta tautológico, pues quien depende del crédito para supervivir lleva siempre en su seno las acreencias de su fiador y financista, a manera de eslabones característicos de la cadena capitalista, muy propia del proceso de circulación de la riqueza burguesa. Esto es: Dinero financiado, dinero convertido en factores de producción, dinero representado en mercancías producidas, dinero recaudado por concepto de ventas de esas mercancías. Este último dinero, del último eslabón, volverá, así, a su propietario de origen, quien, salvo hipotéticos casos de atesoramiento, lo revolcará a la circulación a fin de que atraviese las mismas y anteriores fases recién cubiertas.

¡Ah!, pero ese es un ciclo económico, es la expresión económica del régimen mercantil capitalista, su base misma, su forma de vida, de oxigenación, alimentación de su movimiento; lo que  significa que son los individuos de la sociedad quienes intrínsecamente, unos a otros, intercambian posesiones de fuerzas productivas bajo unas transacciones crediticias de compraventa en un mundo que ha distanciado en   tiempo y  espacio los actos de producción y de consumo.

Ahora bien, ni  acreedores ni el deudores pueden ser constreñidos a espacios y tiempos geográficos, habida cuenta que el capital es APÁTRIDA, o sea, que los acreedores no son norteamericanos, ni japoneses, ni ingleses, ni venezolanos, ni mexicanos; ni alemanes, ni argentinos, así como tampoco los deudores pueden ser venezolanos, ni mexicanos, ni brasileros; ni argentinos, ni norteamericanos, ni franceses...Es que  bajo cualesquiera coordenadas geográficas, cada vez que el trabajador no trabaje para sí ,sino para terceros, habrá una acreencia de un fulano, y una correspondiente e ineluctable deuda de un mengano.

Por las razones expuestas resulta harto quimérico y hasta utópico la factibilidad del contenido de los asertos esgrimidos y formulados por algunos personajes políticos contemporáneos de vibrante actualidad. Estos se han obstinado en enfrentar países acreedores a países deudores, soslayando de esa manera el irrefutable hecho de que cada dólar adeudado por Venezuela, por ejemplo, tiene como acreedor indirecta o directamente un capitalista tránsfuga por natura1eza, ubicuo en sus manifestaciones, sin cuna, ni cama, ni techo que lo apeguen a suelo, ni territorio alguno, situaciones estas que eran propias del prestamista medieval, enfeudado como estaba, y acreedor ése que respira, come y realiza transacciones mercantil-financiera aquí mismo, en el interior de nuestras propias fronteras y costas, con una nacionalidad rigurosamente venezolana por nacimiento, aunque ecuménicamente económica, y acreedor que posee como parte integral de sus activos el derecho a su endoso, o a su transferencia multidimensional.

 Digamos, pues, que la deuda es siempre interna, es sistemáticamente capitalista, estructural y APÁTRIDA, por excelencia.

Apéndice: Se habla de <<tercer mundo>> como si este no fuera uno solito y no rigiera para él la unidad material que lo caracteriza, y como si, además de la falacia de los mundos terrenal y celestial, se pudiera partir el terrenal en tres mundos, mecanicista y metafísicamente concebidos así en estas sociedades) 

 

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