Los Verdaderos Héroes

Manuel C. Martínez M.

                  28-01-2007                

 Con las clases sociales burguesas   se perfila solapadamente  la división entre pobres y ricos, en reemplazo de la evidente distinción entre esclavos y feudatarios, con sus  esclavistas y señores. Las clases son conglomerados sociales  caminantes,  cada uno por su lado  y entremezclados físicamente, aunque  diferenciados por  sus roles activos frente a la sociedad, al trabajo, a la cultura y a la tecnociencia. Los ricos suelen meterse a burgueses y explotadores, y los pobres reciben la condición de asalariados o de lumpen.

 

Pero, la pobrería  se nutre con  toda persona venida a menos, los padres y sus descendientes y ascendientes, con quienes sólo tienen limitadas fuerzas para mover todos los procesos productivos, y  esa  orfandad social muy suya  de quienes carecen de patrimonio propio   para vivir holgadamente.

 

En semejante escenario, y donde a los trabajadores les toca moverse paradójica y estrechamente en la amplia banda de la pobreza, saber vivir, sobrevivir y adecuarse a una situación de constantes estrecheces o  de apuros económicos de toda índole, ha ido fomentando, desarrollando y perfeccionando una admirable  experiencia que  bien puede identificarse como   acervo tecnocientífico de supervivencia en pauperismo, sumado a la calidad de resistencia física que eso supone, y que nos revela quienes en la Historia de la Humanidad han sido los verdaderos héroes y heroínas.

 

Afirmamos que todo tipo de progreso humano tiene un autor originario: los trabajadores de todos los mundos y los tiempos, y ellos estos por antonomasia son los asalariados de hoy, los enfeudados de ayer y los esclavos de todas las  épocas supuestamente superadas.

 

 Por supuesto, saber ser pobre para sobrevivir como tal es todo un arte de vieja data cuyos artífices han ido recogiendo acumulativamente todos los aportes que cada generación de paupérrimos, de indigentes y marginales quienes  han ido ingeniándoselas  para hacer ranchos, para sacarle sangre a una piedra, para hacer  de tripas, corazones; ingeniárselas para darle un apetitoso sabor a cuatro conservas de sardinas o a un  pestilente mondongo; para atacar sus enfermedades con yerbas milagrosas, con brujos  y aguarapa’os.

 

Tales pobres se adecuan y hasta han <<aprendido a ser pobres>>, para tranquilidad de todos los ricos ya establecidos y/o en proceso de formación.

 

 Pero, quienes, perdiendo por equis causa de su  holgada posición económica, abstracción hecha de la buena o mala fuente de su poder adquisitivo, pasan a engrosar la clase de los  necesitados, tristemente, entonces    se hallarán  en el insufrible problema de no tener experiencia alguna para sobrevivir en su nueva situación de pobreza adquirida, habida cuenta que jamás fueron pobres. Esto  explica la gran desesperación que suele acompañarlos en su férrea defensa  del poder preadquirido, ante su carencia de mecanismos alternos para sobrevivir como pobres, luego de haber sido ricos desde ñema.  

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