Magisterio de la Iglesia

Orientales Omnes Ecclesias (3)
Encíclica

19. Un segundo beneficio

   Un segundo beneficio, Venerables Hermanos, se presenta ahora a Nuestra mente, que, sin duda alguna, se produjo a la comunidad de los rutenos por esta unión con la Sede Apostólica. En efecto, por ella esta nobilísima nación se unió a la Iglesia católica y por ella vive con la vida de ésta, está iluminada por la verdad de ésta y es participante de sus gracias.

   De ésta derivan los arroyos de la gracia del cielo, que de tal manera se derraman y lo penetran todo, que pueden surgir flores bellísimas de toda clase de virtudes y producirse abundantes y salubérrimos frutos.

   En efecto, mientras que antes del retorno a la unidad los mismos herma nos disidentes tuvieron que lamentar que en aquellas regiones la santa religión había sido devastada, que el vicio de la simonía en la elección de los obispos y de los otros sagrados ministros se introducía por todas partes, que eran dilapidado s los bienes eclesiásticos, corrompidas las costumbres de los monjes, que decaía la disciplina en los cenobios y cada día estaban más debilitados y en peligro entre los fieles los víncu1os de la obediencia hacia sus obispos, en cambio, después de la unión, con la ayuda del Señor, las cosas mejoraron suavemente. Pero de cuánta fortaleza de ánimo, de cuánta constancia no tuvieron necesidad los obispos para restablecer en todas partes la disciplina eclesiástica, especialmente en aquellos primeros tiempos tan agitados por perturbaciones y persecuciones de todas clases. Cuán largas y cuán duras fatigas no debieron soportar para hacer surgir un clero magníficamente formado, para consolar a la grey a ellos confiada, atribu1ada por tantas penas, para sostener y fortificar con todos los modos de ayuda a los que vacilaban en la fe. Si embargo, contra toda humana previsión se obtuvo finalmente, que no sólo esa tan deseada unidad venciese las tormentas contrarias, sino que de la lucha superada saliese más firme y más fuerte. Y no con la espada y a golpes, con las promesas o las amenazas, sino con el ejemplo eximio de vida religiosa y como por una clarísima manifestación de la gracia divina, los rutenos católicos consiguieron, finalmente, conducir al único redil a las eparquías disidentes de Leópolis y de Peremislia.

   Restablecida, finalmente, la tranquilidad y la paz, el florecimiento de Iglesia rutena, especialmente en el siglo 18, se mostró en todo su esplendor. Manifestaciones evidentes de él son no sólo la catedral de Leópolis, dedicad a SAN JORGE, sino también las iglesias y cenobio s erigidos en Pociaiw, en Tovolcany, en Zyrowici y en otras partes, monumentos verdaderamente insignes de aquélla época.

20. Los monjes de San Basilio. 

   Y aquí aparece oportuno decir sumariamente algo de los monjes basilianos que con su intensa y diligente actividad han merecido tan bien y tan egregiamente en todo este asunto. Después que sus cenobios, por obra de VELAMIN RUTSKYJ, fueron reintegrados en forma mejor y más santa y constituidos en congregación, muchísimos religiosos florecieron tan ejemplarmente en piedad, doctrina y celo apostólico que resultaron guías y maestros de la vida devota para el pueblo cristiano. Abiertas escuelas de letras con ejercicios escolásticos no sólo impartieron a los jóvenes, muchos de ellos de claro ingenio, una excelente enseñanza, sino que les comunicaron aquélla su sólida virtud, en la que no cedieron a ningún otro que se hubiese educado en escuelas latinas. Esto era ciertamente manifiesto y conocido también por los hermanos disidentes, porque no pocos de aquellos jóvenes, abandonada la Patria y la familia, se encerraron voluntariamente en estos cenáculos de la doctrina para participar también ellos de tan suaves frutos.

21. Frutos en los últimos tiempos

   Y no fueron menores los frutos Obtenidos por la comunidad rutena en estos últimos tiempos de su unión con la Sede Apostólica. Lo cual se hace fácil mente manifiesto a todos sólo con que dirijan una mirada a la Iglesia de Galizia, tal cual era antes de las espantosas ruinas y devastaciones de la presente guerra. En efecto, en esta provincia los fieles eran casi tres millones seiscientos mil; los sacerdotes; dos mil doscientos setenta y cinco con dos mil doscientas veintiséis parroquias. Además, muchísimos católicos rutenos oriundos de la Galizia lloraban fuera de ella en varias partes, especialmente en América, en número de cuatrocientos o quinientos mil. A esta conspicua multitud de fieles, que acaso no fue nunca alcanzada en el curso de los siglos, correspondía en cada una de las eparquías un particular fervor de vir tud, de piedad y de vida cristiana. En los seminarios eparquiales, los alumnos eran educados en la debida forma y con diligencia para alcanzar el sacerdocio; y los fieles, tomando parte con gran amor y reverencia en el culto di vino, según su propio rito, sacaban de él gozosos y abundantes frutos de piedad.

22. Andrés Szeptyckyj y su obra

   Al recordar brevemente este feliz estado de la Iglesia rutena no podemos dejar de hablar de aquel ilustre Metropolita que fue ANDRÉS SZEPTYCKYJ, el cual durante cerca de nueve lustros, empleándose con infatigable trabajo, dio buena prueba de sí a la grey que se le había confiado en más de un campo de acción, y no sólo en el del florecimiento espiritual. Durante el curso de su ministerio episcopal fue instituida la sociedad teológica para el fomento de un estudio intenso de las sagradas doctrinas en el clero; se erigió en Leópolis una academia en que los jóvenes rutenos de ingenio más dispuesto pudiesen dedicarse oportunamente a la filosofía, a  la teología y a las otras más altas disciplinas, de modo semejante al que usan las universidades; la prensa de todo género, los libros, periódicos y revistas tuvieron un gran desarrollo y fueron alabados hasta en el extranjero; además se cultivaron las artes sagradas, según las tradiciones de los mayores y el genio propio de esta nación; el museo y demás sedes de las bellas artes fueron provistos de insignes monumentos de la antigüedad, y, finalmente, se iniciaron y promovieron no pocas instituciones, con las que se venía en ayuda de las necesidades de las clases inferiores y de la indigencia de los pobres.

23. Los religiosos y religiosas

   Tampoco podemos pasar en silencio el mérito singular de los píos sodalicios de hombres y mujeres, que proporcionaron no pequeñas ventajas. Y, ante todo, Nos place recordar a los monjes basilianos y a las vírgenes consagradas a Dios, los cuales, si bien en tiempo de José II emperador sufrieron injusta mente y con grandes daños la invasión del poder civil en sus reglas, sin embargo, después del año 1882, volvieron al primitivo esplendor gracias a la llama da reforma de DOBROMIL, y, con el amor a la vida escondida y con aquel espíritu ajustado a las normas y ejemplos del santo fundador, unieron un encendido amor de apostolado. A estos antiguos hogares de la vida monástica se juntaron, dignos de igual alabanza, nueve congregaciones religiosas de hombres y mujeres: así la Orden de los Estuditas, monjes que atienden sobre todo a la contemplación de las cosas celestiales y a las obras de la santa penitencia; así la Congregación religiosa, de rito ruteno, del Santísimo Redentor, cuyos miembros trabajan con gran fervor en la Galizia y en el Canadá; así muchísimos institutos que tienen por fin proveer a la educación de los niños y al cuidado de los enfermos, y que se llaman o Siervas de la Inmaculada Virgen MARÍA o MIRÓFORAS, o HERMANAS DE SAN JOSÉ, DE SAN JOSAFAT, DE LA SAGRADA FAMILIA, DE SAN VICENTE DE PAÚL.

24. El Seminario Pontificio de San Josafat

   N os place además recordar aquí el Seminario Pontificio de SAN JOSAFAT, construido por Nuestro predecesor Pío XI en la colina del Janículo y subvencionado por su munificencia. Después que por largos siglos jóvenes escogidos se preparaban al sacerdocio en el Pontificio Colegio Griego, otro antecesor Nuestro, LEÓN XIII, de in mortal memoria, erigió el año 1897 un colegio propio para aquellos jóvenes rutenos que se sintiesen por divina inspiración llamados al sacerdocio. Habiendo luego resultado estrecho este edificio por el número creciente de los alumnos, Nuestro inmediato predecesor, con aquel afecto particular que le distinguía hacia el pueblo ruteno, edificó, como hemos dicho, una nueva y más amplia sede, donde los aspirantes j al sacerdocio, instruidos y formados en las ciencias sagradas y en las costumbres propias de su rito, creciesen feliz mente en la veneración, en el respeto y el amor hacia el Vicario de Cristo, para esperanza de la Iglesia rutena.

25. Confesores y mártires rutenos. San Josafat

   Otra nueva ventaja de no menor importancia y utilidad tuvo el pueblo ruteno en su unión con la Sede Apostólica cuando tuvo el honor de una ínclita serie de confesores y de mártires que, por conservar intacta la fe católica y la devota fidelidad hacia los Roma nos Pontífices, no dudaron en soportar toda suerte de calamidades y en salir con alegría al encuentro de la misma muerte, según aquella sentencia del Di vino Redentor: Seréis felices cuando los hombres os odien y excomulguen, y os digan improperios y rechacen como abominable vuestro nombre a causa del Hijo del Hombre: alegraos entonces y mostrad vuestro gozo, porque es grande vuestro premio en el cielo(12).

   En el número de éstos se muestra el primero a Nuestra mente aquel santo Obispo JOSAFAT KUNCEVYC, cuya invicta fortaleza hemos recordado antes, y que, perseguido de muerte por los perversos enemigos del nombre católico, se entregó espontáneamente a los verdugos y se ofreció como víctima para el deseado retorno de los hermanos disidentes. En verdad, fue él en aquel tiempo el principal mártir de la fe católica y de la unidad; aunque no fue él solo, por no pocos le siguieron con la palma la victoria, tanto entre los eclesiásticos como entre los seglares, que muertos a espada, o flagelados despiadadamente hasta morir, o ahogados en las aguas del Dnjepro, del triunfo de la muerte pasaron a la compañía de los santos del cielo.

Persecuciones. 

   No muchos años después, es decir, a mediados del siglo 17, habiendo los cosacos tomado abiertamente las armas contra Polonia, odio contra la unidad religiosa creció extraordinariamente y se encendió con más violencia. Se habían persuadido de que todos los males y calamidades habían procedido, como de primera fuente, de haberse establecido la unión, y por eso se propusieron combatirla con todos los medios y de todas las maneras hasta su destrucción. De aquí provinieron daños innumerables a la Iglesia católica rutena: muchas iglesias profanadas, dilapidadas, destruidas y patrimonios y ornamentos reducidos la nada; no pocos sacerdotes y muchos fieles sometidos a feroces apaleamientos, atrozmente atormentados, condenado s a muerte cruelísima, y en fin, los mismos obispos despojados de sus bienes y expulsados de sus sedes venerables, fueron constreñidos a da la fuga. Pero aun en medio de tal tormenta, no decayeron de ánimo, ni abandonaron, en cuanto estuvo en su mano, sin custodia y sin defensa a su propio rebaño. Sino que, entre tantas angustias, se esforzaron con la oración, la lucha y el trabajo por volver a la unidad a toda la Iglesia rusa y al emperador ALEJO.

   Todavía pocos años antes de que Polonia fuese dividida hubo una nueva y no menos acerba persecución contra los católicos. Porque cuando los soldados de la emperatriz de Rusia invadieron a Polonia, muchas iglesias de rito ruteno fueron tomadas por la fuerza de las armas a los católicos, y los sacerdotes que rehusaban renegar la fe fueron puestos en prisión, conculcados, heridos y atormentados atrozmente con hambre, sed y frío.

Sacerdotes y laicos martirizados y deportados. 

   No fueron inferiores a estos en la constancia y fortaleza aquellos sacerdotes que hacia el año 1839 sufrie ron la pérdida de los propios bienes y de la misma libertad antes que faltar a sus deberes religiosos. Del número de éstos es aquel JOSÉ ANCEVSKYJ, a quien Nos place recordar de modo especial, el cual, tenido por treinta y dos años bajo dura prisión en el monasterio de Suzdal, obtuvo el premio de su eximia virtud el año 1878 con una piadosísima muerte. Como él, los 160 sacerdotes que, profesando claramente la fe católica, fueron arrancados a sus familias, que quedaban en la miseria y encerrados en los cenobios; pero no cambiaron su santo propósito ni por el hambre ni por las otras vejaciones.

   Con no menos fortaleza se distinguieron no pocos de la eparquía de Cholm, tanto entre el clero como entre el laicado, que con invicta virtud resistieron a los perseguidores de la fe. Así, por ejemplo, los habitantes de la aldea de Pratulin, cuando los soldados vinieron a ocupar la iglesia y entregarla a los cismáticos, no rechazaron la fuerza con la fuerza, pero, unidos Entre sí con sus cuerpos inermes, opusieron a los asaltantes como un muro vivo. Por eso muchos de ellos fueron heridos, muchos padecieron horrendas crueldades, otros fueron retenidos en la prisión por lar gos años o deportados a la Siberia y otros, finalmente, pasados al filo de la espada, derramaron la sangre por Cristo. De algunos de aquellos que sella ron con su propia sangre la fe católica ya se ha iniciado la causa en la propia eparquía, y se espera poder venerarles un día entre los bienaventurados del cielo. Tales delitos fueron, por desgracia, cometidos no en un solo lugar, sino en muchas ciudades, regiones y villas; y cuando todas las iglesias católicas habían sido entregadas a los cismáticos, cuando todos los sacerdotes lanzados de sus sedes habían sido obligados a dejar abandonada su grey, entonces fue cuando los fieles fueron inscritos en los registros de la Iglesia disidente, sin que para nada se tuviera en cuenta su propia voluntad. Sin embargo, ellos, aunque privados de sus pastores y de las ayudas y socorros de su religión, se esforzaron por mantener tenazmente la fe, y habiéndose después deslizado entre ellos, disfrazados y con grave riesgo de la vida, los Padres de la Compañía de Jesús para instruir les en los divinos preceptos, exhortarles y llevarles su consuelo, aquellos les recibieron con gran alegría y piedad.

Libertad y nuevo florecimiento

   Habiendo sido concedida el año 1905 alguna pequeña libertad de profesar cualquier religión, se vio en los países rute nos un maravilloso y alegre espectáculo. Los católicos, casi sin número, salieron al público desde sus escondites y, en larga procesión, levantada la bandera de la cruz y expuestas abiertamente las imágenes de los santos a la veneración de los fieles, no habiendo sacerdotes de rito oriental, se dirigieron a las iglesias latinas -cuya entrada les estaba prohibida bajo penas severísimas- para dar gracias al Señor. Juntos allí pidieron a los legítimos sacerdotes que les abriesen las puerta los recibiesen a ellos y su profesión de fe e inscribiesen sus nombres en los registros de los católicos. Así ocurrió que, en breve tiempo, doscientos mil fieles fueron recibidos en la Iglesia.

Constancia de Szeptyckyj

   Pero ni estos últimos años faltó ocasión a los obispos, a los sacerdotes y a los fieles de demostrar su fortaleza de ánimo y su constancia en la conservación de la fe católica y en la defensa de la Iglesia y de su sagrada libertad. Entre todos Nos es grato hacer especial mención honorífica de ANDRÉS SZEPTYCKYJ, que en la primera guerra europea, habiendo sido ocupada la Galizia por los ejércitos rusos, expulsado de su sede y de portado a un cenobio, fue tenido allí en prisión durante cierto tiempo, y nada deseaba más que atestiguar su grandísima devoción a la Sede Apostólica y sufrir con la gracia divina hasta el martirio, si fuese necesario, por su grey, por cuya salvación había dado ya desde antes sus fuerzas y a la que había consagrado sus trabajos.

Resumen de lo tratado

   Por las fe chas históricas brevemente recordadas en esta Carta, hemos visto, Venerables Hermanos, cuántas y cuáles ventajas y beneficios se han derivado a la nación rutena de su unión con la Iglesia ca tólica. No es de maravillar, porque si en JESUCRISTO plugo al Padre que habitase toda plenitud(13), de esta misma plenitud no podrá ciertamente gozar el que esté separado de la Iglesia que es su mismo cuerpo(14), porque como afirma Nuestro predecesor de venerada memoria PELAGIO II: El que no está en paz y comunión con la Iglesia, no puede poseer a Dios(15).

   Hemos visto también qué tribulaciones, daños y malos tratos ha tenido que soportar este amado pueblo de los rute nos para defender, según sus fuerzas, la unidad católica; pero más de una vez la Providencia Divina le ha libertado felizmente y premiado con el re torno de la paz.

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