Magisterio de la Iglesia

Discurso a los participantes de la I Reunión Internacional de Genética médica

c) La realidad no puede contradecirse

   La exigencia de verdad y de veracidad suscita todavía una observación a propósito del conocimiento científico: es raro que una sola ciencia se ocupe de un objeto determinado. Son a menudo muchas las que le tratan, cada una bajo un aspecto diferente. Si su encuesta es correcta, la contradicción entre sus resultados es imposible, porque ello supondría una contradicción en la realidad ontológica. Pero la realidad no puede contradecirse.

    Si, a pesar de todo, surgen contradicciones, éstas no pueden resultar más que de una observación defectuosa o de la interpretación errónea de una observación exacta o también del hecho de que el observador, sobrepasando los límites de su especialidad, se ha adentrado en un terreno que no conocía. Nos pensamos que esta indicación se impone también con evidencia a todas las ciencias.

d) Genética y Filosofía

   Si bien la teoría de la herencia, apoyada sobre el conocimiento de la estructura del núcleo celular y recientemente también en la estructura del citoplasma -y de las leyes inmanentes de la transmisión hereditaria- puede decir por qué un hombre presenta determinados caracteres, aquélla no está todavía en condiciones de explicar "toda" la vida de ese hombre.

   Aquélla tiene necesidad de ser complementada por otras ciencias desde el punto y hora en que se plantea la cuestión de la existencia y del origen del principio espiritual de la vida, el alma humana, esencialmente independiente de la materia. Las conclusiones de la genética sobre la célula inicial y del desarrollo del cuerpo humano por división celular normal bajo la dirección de los genes, lo que esta ciencia afirma sobre las modificaciones, las mutaciones, la colaboración del patrimonio y del medio, no basta para explicar la unidad de la naturaleza del hombre, su conocimiento intelectual y su libre determinación. La genética como tal no puede decir nada sobre el hecho de que un alma espiritual se una, en unidad de naturaleza humana, a un substrato orgánico que goza de una autonomía relativa. La psicología y la metafísica u ontología deben intervenir aquí no para oponerse a la genética, sino para completar substancialmente sus datos. Por el contrario, la filosofía no puede desconocer la genética cuando, en el análisis de las actividades psíquicas, entiende que ha de permanecer en contacto con la realidad. No se puede intentar deducir todo el psiquismo -por muy condicionado que esté por el cuerpo- del "anima rationalis" como "forma corporis", y afirmar que la "materia prima" amorfa recibe todas sus determinaciones del alma espiritual creada inmediatamente por Dios y nada de los genes contenidos en el núcleo celular.

e) Genética y Revelación

   La multiplicidad y la diversidad de fuentes del conocimiento llaman todavía la atención sobre un hecho de importancia decisiva: la distinción entre el saber adquirido por el estudio personal y el que se debe a la labor de otro; por tanto, a su testimonio. Cuando se está seguro de que este testimonio es digno de fe, constituye una fuente normal de conocimiento, que ni en la vida práctica ni en la ciencia puede pasarse por alto. Abstracción hecha de la necesidad imperiosa de recurrir de vez en cuando al testimonio de otro, la actitud del ánimo indicada más arriba en el verdadero sabio le lleva a constatar que, sobre su campo, el especialista experimentado adquiere siempre con la verdad objetiva una familiaridad más estrecha que cualquier otro profano.

   Nos no podemos dejar de aplicar al testimonio de Dios lo que acabamos de decir sobre el testimonio humano. La Revelación, y por tanto, el testimonio formal y explícito del Creador, llega también a ciertos dominios de las ciencias naturales y a ciertas tesis de vuestra especialidad, como la teoría de la descendencia. Ahora bien, el Creador satisface en sumo grado la exigencia de verdad y de veracidad. Juzgad, pues, vosotros mismos si está conforme con la objetividad científica el declinar este testimonio, siendo así que su realidad y su contenido ofrecen todas las garantías.

   En lo que concierne a la teoría de la descendencia, la cuestión esencial es aquí la del "origen del organismo físico del hombre" (no de su alma espiritual). Si vuestras ciencias se ocupan con diligencia de este problema, la teología, ciencia que tiene por objeto la Revelación, le ha dedicado también una atención muy viva. Nos mismo, por dos veces, en 1941, en una alocución a nuestra Academia de Ciencias (30 de noviembre, Acta Ap. Sedis, a. XXXIII, 1941, p. 506), y en 1950, en la Encíclica citada más arriba (Acta Ap. Sedis, a. XLII, 1950, p. 575 s.), hemos invitado a proseguir las investigaciones con la esperanza de registrar quizás un día resultados seguros, porque, hasta el presente, nada definitivo se ha obtenido. Nos hemos exhortado a tratar estas cuestiones con la prudencia y la madurez de juicio que exige su gran importancia. Hemos sacado de obras de vuestra especialidad una cita, donde, después de habernos enfrentado con todos los descubrimientos actuales y la opinión de los especialistas al propósito, se invitaba a la misma sobriedad y donde se reservaba un juicio definitivo.

   Si vosotros reflexionáis sobre lo que dijimos acerca de la investigación y del conocimiento científico, habréis de entender, que ni del lado de la razón ni del lado del pensamiento orientado en el sentido cristiano se ponen barreras a la investigación, al conocimiento, a la afirmación de la verdad. Existen las barreras, pero éstas no sirven para aprisionar la verdad. Tienen por finalidad el evitar que hipótesis no probadas sean tomadas como hechos establecidos, que se olvida la necesidad de completar una fuente de conocimiento por otra, que se interprete erróneamente la escala de los valores y el grado de certeza de una fuente de conocimiento. Para evitar estas causas de error existen barreras; pero no las hay para la verdad.

f) Naturaleza y fin de la Genética

   La genética no posee solamente una importancia teórica, es también eminentemente práctica. Se propone contribuir al bien de los individuos y al de la comunidad, al bien común. Quiere dedicarse a esta tarea principalmente sobre dos campos: el de la fisiología genética y el de la patología genética.

   Es un hecho de experiencia que las disposiciones naturales, buenas o defectuosas, influyen muy fuertemente sobre la educación del hombre y su conducta futura. Sin duda el cuerpo, con sus aptitudes y sus órganos, no es más que el instrumento, mientras que el alma es el artista que se sirve de este instrumento; sin duda, la habilidad del artista puede compensar a menudo el defecto del instrumento, pero se maneja mejor y más fácilmente un instrumento perfecto; y cuando su calidad desciende por debajo de un límite determinado se hace imposible absolutamente el utilizarlo, prescindiendo del hecho de que, por encima de toda comparación, el cuerpo y el alma, la materia y el espíritu, constituyen en el hombre una unidad sustancial.

   Sin embargo, para continuar la aludida comparación, la genética enseña a comprender mejor el instrumento en su estructura y sus variaciones y a ponerlo en condiciones de jugar mejor papel. Observando la línea de un hombre, se puede, a condición de permanecer dentro de ciertos límites, establecer el diagnóstico de disposiciones que él ha recibido en su patrimonio y el pronóstico de los caracteres hereditarios, que se manifestarán como buenos, y, lo que es aún más importante, de aquellos también que arrastran una tara.

   Por limitada que pueda ser la influencia directa sobre el patrimonio hereditario, la genética práctica no está reducida del todo al papel de espectador pasivo. La vida cotidiana muestra, desde luego, los efectos extremadamente perjudiciales de ciertas formas de obrar de los padres en la transmisión natural de la vida. Tales procedimientos, con las intoxicaciones y las infecciones que provocan, deben prohibirse en la medida de lo posible, y la genética busca e indica los medios de conseguir este fin. Sus conclusiones llegan en particular a las combinaciones de patrimonios de diversas líneas; señala las que es preciso favorecer, aquellas que se pueden tolerar y las que se deben desaconsejar desde el punto de vista de la genética y de la eugenesia.

g) Métodos y Medidas condenables

   La tendencia fundamental de la genética y de la eugenesia es influir en la transmisión de factores hereditarios para promover aquello que es bueno y eliminar lo nocivo; esta tendencia fundamental es irreprochable desde el punto de vista moral. Pero ciertos métodos para alcanzar el fin perseguido y ciertas medidas de protección, son moralmente discutibles, al igual que una estimación excesiva por los fines de la genética y de la eugenesia. Permitidnos citar las declaraciones de uno de los más importantes genetistas actuales; en una carta que acaba de dirigirnos, lamenta que, a pesar de sus enormes progresos, la genética, "desde el punto de vista técnico y analítico, se haya sumergido en múltiples errores doctrinales, tales como el racismo, el mutacionismo aplicado a la filogénesis, para explicar en términos modernos el evolucionismo darwiniano, el control de los nacimientos de todos los tarados o presuntos tarados por medios preventivos o prácticas abortivas, la obligación del certificado prenupcial, etc.".

   En efecto, existen ciertas medidas de defensa genéticas y eugenésicas que el buen sentido moral, y la moral cristiana sobre todo, deben rechazar en los principios como en la práctica.

   Entre el número de medidas que lesionan la moralidad se cuenta el "racismo", ya aludido, la "esterilización eugenésica". Nuestro predecesor Pío XI y Nos mismo nos hemos visto obligados a declarar contraria a la ley natural no solamente la esterilización eugenésica, sino toda esterilización directa de un inocente, definitiva o temporal, del hombre o de la mujer. Nuestra oposición a la esterilización era y permanece firme, porque a pesar del fin del "racismo" no se ha cesado de desear y de intentar suprimir por medio de la esterilización una descendencia cargada de enfermedades hereditarias.

   Otro camino conduce al mismo fin: la "prohibición del matrimonio" o su imposibilidad física por la internación de aquellos cuya herencia está tarada, son igualmente rechazables. El objetivo perseguido es bueno en sí, pero el medio de conseguirlo lesiona el derecho personal a contraer y a usar del matrimonio. Cuando el portador de una tara hereditaria no es apto para conducirse humanamente ni, por consiguiente, para contraer matrimonio, o cuando más tarde se ha hecho incapaz de reivindicar por un acto libre el derecho adquirido por un matrimonio válido, se le puede impedir de una manera lícita el procrear un nuevo ser. Fuera de estos casos, la prohibición del matrimonio y de las relaciones matrimoniales por motivos biológicos, genéticos y eugenésicos es una injusticia, cualquiera que sea aquel que imponga tal prohibición; es decir, ya sea un particular o los poderes públicos.

   Existe ciertamente el derecho y, en la mayor parte de los casos, el deber de advertir a aquellos que son realmente portadores de una herencia muy tarada, de la carga que pueden hacer gravitar sobre sí mismos, sobre su cónyuge y sobre su descendencia; esta carga puede llegar a ser intolerable. Pero desaconsejar no es prohibir. Pueden existir otros motivos, sobre todo morales y de orden personal, de tal clase, que autoricen a contraer y a usar del matrimonio incluso en las indicadas circunstancias.

   Para justificar la esterilización eugenésica directa o la alternativa de la internación se pretende que el derecho al matrimonio y a los actos que el mismo implica no se viola por la esterilización, incluso prenupcial, total y ciertamente definitiva. Este intento de justificación está condenado al fracaso. Si para un espíritu sensato el hecho en cuestión es dudoso, la incapacidad para el matrimonio es igualmente dudosa, y es entonces el momento de aplicar el principio de que el derecho de casarse persiste mientras lo contrario no se pruebe con certeza. Así, pues, en este caso, el matrimonio debe ser permitido; pero la cuestión de su validez objetiva queda abierta. Si, por el contrario, no subsiste ninguna duda sobre el hecho mencionado de la esterilización, es prematuro afirmar que el derecho al matrimonio no queda, a pesar de ello, puesto en cuestión, y en todo caso, esta aserción permite las más fundadas dudas.

h) Condena de las Prácticas Abortivas

   Réstanos hablar de otras tentativas erróneas para evitar las taras hereditarias y que el texto citado llama "medios preventivos y prácticas abortivas". Estas no han de entrar en el problema de las indicaciones eugenésicas, porque son en sí mismas rechazables.

He aquí, señores, lo que queríamos decir.

   Los principios prácticos que persigue la genética son nobles, dignos de ser reconocidos y alentados. Para la apreciación de los medios destinados a obtener estos fines es imprescindible el conocimiento, siempre consciente, de la diferencia fundamental entre el mundo vegetal, y el animal, de una parte, y el hombre, de otra. En aquél, los medios de mejorar las especies y las razas están a su entera disposición. En éste, por el contrario, en el mundo del hombre, nos hallamos siempre ante seres personales, ante hechos intangibles, ante individuos que, por su parte, están obligados por normas morales inflexibles cuando ejercen su aptitud para procrear. Así, el Creador mismo ha establecido en el terreno moral barreras que ningún poder humano puede sobrepasar.

   Ojalá pueda vuestra ciencia encontrar en la moralidad pública y en el orden social un apoyo firme cuando se trata del matrimonio de hombres sanos y normales y de la vida matrimonial para poder en general desarrollarse fácil y libremente de acuerdo con las leyes que el Creador mismo ha escrito en el corazón del hombre y que Él ha confirmado por su Revelación. Sin duda encontraréis en ella los más preciosos socorros para vuestros esfuerzos, en pro de los cuales y sobre los cuales Nos deseamos e invocamos las más abundantes bendiciones de Dios.

Pío XII

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