Magisterio de la Iglesia

Mit brennender sorge

RECHAZO DE ADULTERACIÓN DE NOCIONES Y TÉRMINOS SAGRADOS

25. Las adulteraciones de los conceptos

   Venerables Hermanos, estad particularmente atentos cuando a las nociones religiosas se les substrae su significación genuina para aplicarles significados profanos.

26. "Revelación

   Revelación en sentido cristiano significa la palabra de Dios a los hombres. Usar este mismo término para significar sugestiones provenientes de la sangre y de la raza, o irradiaciones de la historia de un pueblo es, en todos los casos, causa de desorientaciones. Esas monedas falsas no merecen ingresar en el tesoro lingüístico de un fiel cristiano.

27. "La Fe

   La fe consiste en tener por verdadero cuanto Dios ha revelado y por medio de la Iglesia nos impone que creamos: es manifestación, de cosas que no parecen (Heb. XI, 1). La confianza alegre y altiva en el porvenir del propio pueblo, cosa por cierto muy querida por todos, es cosa muy diferente de la fe en el significado religioso. Emplear la una por la otra, querer sustituir una por otra y pretender todavía que se reconozca por cristiano convencido y como "creyente" al que así procede, es un vano juego de palabras, una confusión intencional de términos, o también algo peor.

28. La inmortalidad 

   La inmortalidad en el sentido cristiano es la supervivencia del hombre como individuo personal después de la muerte terrena, para la eterna recompensa o para el eterno castigo. El que con la palabra inmortalidad no quiere indicar más que una supervivencia colectiva en la continuidad del propio pueblo para un porvenir de indeterminada duración en este mundo, pervierte y falsifica una de las verdades fundamentales de la fe cristiana y conmueve los fundamentos de cualquiera doctrina religiosa, que reclama un orden moral y universal. El que no quiere ser cristiano debería por lo menos renunciar al deseo de enriquecer el léxico de su incredulidad con el patrimonio lingüístico cristiano.

29. El pecado original 

   El pecado original es la culpa hereditaria propia, aunque no personal, de cada uno de los hijos de Adán que en él han pecado (Rom. V, 12); es la pérdida de la gracia y por consiguiente de la vida eterna, junto con la concupiscencia que cada uno debe sofocar y domar por medio de la gracia, de la penitencia, de la lucha y del esfuerzo moral.

30. "La Pasión" y "la Cruz 

   La pasión y muerte del Hijo de Dios redimieron al mundo de la maldita herencia del pecado y de la muerte. La fe en estas verdades, convertida hoy en el blanco de las bajas burlas de los enemigos de Cristo en vuestra Patria, pertenece al depósito inalienable de la religión cristiana. 

   La cruz de Cristo, a pesar de que su solo nombre sea para muchos locura y escándalo (1. Cor. I, 23), es para el cristiano el signo sacrosanto de la Redención, el estandarte de la grandeza y de la fuerza moral. A su sombra vivimos, besándola morimos, sobre nuestro sepulcro se erguirá como anunciadora de nuestra fe y testimonio de nuestra esperanza en la vida eterna.

31. "La humildad" 

   La humildad con espíritu evangélico y la demanda de la ayuda de Dios concuerdan perfectamente con la propia dignidad, con la confianza en sí y con el heroísmo. La Iglesia de Cristo que, en todos los tiempos hasta en los más cercanos a nosotros, cuenta con mayor número de confesores y mártires heroicos que cualquier otra sociedad moral, no tiene por cierto necesidad de recibir de tales campos enseñanzas de nobleza de sentimientos y de heroísmo. Al presentar estultamente estos innovadores a la humildad cristiana como envilecimiento y mezquindad, sólo lo ponen en ridículo su repugnante soberbia.

32. "La gracia"

   Puede llamarse gracia, en sentido amplio, todo lo que la creatura recibe de Dios. La Gracia, en el sentido estrictamente cristiano de la palabra, comprende también los dones sobrenaturales del amor divino, la dignación y la obra por medio de la cual Dios eleva al hombre a la íntima comunión con su vida, que el Nuevo Testamento llama filiación divina. Considerad qué grande amor nos ha mostrado el Padre, queriendo que tengamos nombre de hijos de Dios y lo seamos (1 Joh. II, 13). El repudio de esta elevación sobrenatural de la gracia por una pretendida peculiaridad del carácter alemán es un error y una abierta declaración de guerra a una verdad fundamental del cristianismo. Equiparar la gracia sobrenatural con los dones de la naturaleza significa violentar el lenguaje creado y santificado por la religión. Los pastores y custodios del pueblo de Dios harán bien en oponerse a semejante hurto sacrílego y a ese empeño de extraviar los espíritus.

DOCTRINA Y ORDEN MORAL

33. La fe es el fundamento de la moral

   La moralidad del linaje humano se funda sobre la genuina y pura fe en Dios. Todas las tentativas de separar la doctrina del orden moral de la base granítica de la fe, para reconstruirla sobre la arena movediza de normas humanas, arrastran, tarde o temprano, individuos y naciones a la decadencia moral. El necio; que dice en su corazón. No hay Dios se encamina a la corrupción moral (Ps. XIII, 1 y ss.). Ahora bien, estos necios que presumen separar la moral de la religión forman hoy legiones. No advierten, o no quieren advertir, que desterrando la enseñanza confesional clara y determinada de las escuelas y de la educación, impidiéndole contribuir a la formación de la sociedad y de la vida pública, se lanzan por caminos de empobrecimiento y de decadencia morales. Ningún poder coercitivo del estado, ningún ideal puramente terreno, por grande y noble que sea, podrá a la larga sustituir los profundos y decisivos estímulos que provienen de la fe en Dios y en Jesucristo. Si al hombre llamado a las más arduas luchas, al sacrificio de su pequeño yo en bien de la comunidad se le quita el apoyo moral, que le viene de lo eterno y de lo divino, de la fe que eleva y consuela en Aquél que premia todo bien y castiga todo mal, el resultado final en muchos casos no será ciertamente el cumplimiento del deber, sino la deserción. 

34. Los mandamientos y la verdadera formación del pueblo

   La exacta observancia de los diez Mandamientos de Dios y de los preceptos de la Iglesia, que no son más que reglamentos derivados de las normas del Evangelio, es para los individuos una escuela incomparable de disciplina orgánica, de vigor moral y de formación del carácter. Es una escuela que exige mucho pero no más allá de las fuerzas. Dios misericordioso, cuando ordena como Legislador: Tú debes, concede con la gracia, la posibilidad de ejecutar su orden. Por consiguiente, no aprovechar energías morales de tan poderosa eficacia, o cerrarles, a sabiendas, el camino en el campo de la instrucción popular, es obra de irresponsables que tiende a producir en el pueblo un quebrantamiento religioso. Asentar la doctrina moral en opiniones humanas subjetivas y mudables con el tiempo, en lugar de afianzarla en la santa voluntad del eterno Dios y en sus mandamientos, significa abrir de par en par las puertas a las fuerzas disolventes. Por lo tanto promover el abandono de las eternas normas de una doctrina moral para la formación de las conciencias y el ennoblecimiento de todas las manifestaciones de la vida y de todos los órdenes, es un atentado pecaminoso contra el porvenir del pueblo cuyos tristes frutos amargarán a las futuras generaciones.

RECONOCIMIENTO DEL DERECHO NATURAL

35. La fe y revelación son la base del orden ético y del derecho natural

   Es una nefasta señal. característica del tiempo presente, el querer separar no sólo la doctrina moral, sino también los fundamentos del derecho y de su administración, de la verdadera fe en Dios y de las normas de la divina revelación. Aquí nuestro pensamiento se refiere a lo que se suele llamar derecho natural, que el dedo del mismo Creador escribió en las tablas del corazón humano (Rom. XI, 14 y ss.), y que la sana razón, no obscurecida por pecados y pasiones, puede leer en ellas. A la luz de las normas de este derecho natural, todo derecho positivo, cualquiera que sea su legislador, puede ser apreciado en su contenido ético y consiguientemente, en cuanto a la legitimidad del mandato y a la obligación de cumplirlo. Las leyes humanas que están en abierta contradicción con el derecho natural se hallan afectadas de vicio original, que no se remedia ni con la violencia ni con el despliegue de fuerzas externas. Según este criterio debe ser entendido el principio: Derecho es lo que es útil a la nación. Es verdad que puede darse a este principio un sentido justo, si se entiende que lo que es moralmente ilícito jamás pude ser realmente provechoso para el pueblo. Hasta el antiguo paganismo reconoció que para que esta frase fuese justa debía invertirse así: Nada es útil si al propio tiempo no es moralmente bueno, y no porque es provechoso es moralmente bueno, sino porque siendo moralmente bueno es también provechoso. (Cicerón, De Officiis, 3, 30). Ese principio, separado de la ley ética, significaría, por lo que toca a la vida internacional, un eterno estado de guerra entre las naciones; en la vida nacional desconoce, al confundir intereses con derechos, el hecho fundamental que el hombre, en cuanto persona, posee derechos otorgados por Dios, que deben ser tutelados contra todo atentado por parte de la comunidad de negarlos, abolirlos o impedir su ejercicio. 

36. La ley divina y el bienestar social

   Al despreciar esta verdad, se pierde de vista que el verdadero bien común, en último término, es determinado y conocido mediante la naturaleza del hombre con su armónico equilibrio entre derecho personal y vínculo social, como también por el fin de la sociedad señalado por la misma naturaleza humana. El Creador quiere la sociedad, como medio para obtener el pleno desarrollo de las facultades individuales y sociales de las cuales el hombre debe valerse, ya sea dando, ya sea recibiendo, para su propio bien y para bien de los otros. También los valores más universales y más altos que han de realizarse no por el individuo, sino sólo por la sociedad, por voluntad del Creador tienen como último fin al hombre y su desarrollo y perfeccionamiento natural y sobrenatural. El que se aparta de este orden sacude los pilares sobre los cuales reposa la sociedad, y pone en peligro su tranquilidad, seguridad y existencia.

37. La ley natural, la ley humana y la Religión especialmente en la educación

   El creyente tiene derecho inalienable de profesar su fe y de practicarla de una manera conveniente. Las leyes que suprimen o dificultan la profesión y la práctica de la fe están en contra del derecho natural.

   Los padres conscientes y conocedores de su misión educadora tienen antes que nadie el derecho esencial a la educación de sus hijos que les fueron dados por Dios, según el espíritu de la verdadera fe y de acuerdo con sus principios y sus prescripciones. Leyes u otras disposiciones análogas que no tienen cuenta, en la cuestión escolar, de la voluntad de los padres o la tornan ineficaz con amenazas o con violencias, están en contradicción con el derecho natural y son esencialmente inmorales.

   La Iglesia, cuya misión es custodiar e interpretar el derecho natural, tiene el deber de declarar que las inscripciones escolares realizadas poco tiempo ha, en una atmósfera de notoria falta de libertad, han sido obtenidas por la violencia y que por tanto están privadas de todo valor jurídico.

A LA JUVENTUD

38. Invitaciones falaces y persecuciones

   Representantes del que en el Evangelio dijo a un joven: si quieres entrar en la vida eterna, observa los mandamientos (Math. XIX, 17) dirigimos una palabra particularmente paternal a los jóvenes.

   Por mil medios se os está repitiendo hoy un evangelio que no ha sido revelado por el Padre celestial; millares de plumas escriben al servicio de un fantasma de cristianismo que no es el cristianismo de Jesucristo. La tipografía y la radio os acosan diariamente con producciones de contenido contrario a la fe y a la Iglesia, y brutalmente y sin respeto atacan todo lo que para vosotros debe ser sagrado y santo. Sabemos que muchos de vosotros a causa de su adhesión a la fe y a la Iglesia y de su afiliación a asociaciones religiosas tuteladas por el Concordato han debido y deben atravesar tristes períodos de desconocimiento, de sospecha, de vituperio, de acusaciones de antipatriotismo y de múltiples perjuicios en su vida profesional y social. Sabemos asimismo como muchos soldados ignotos de Jesucristo se hallan en vuestras filas que, con el corazón despedazado, pero erguidos, soportan su suerte y encuentran confortación tan sólo en el pensamiento de que sufren contumelia por el nombre de Jesucristo (Act. V, 41)

39. La juventud "estatal" (hitleriana" y los derechos personales

   Hoy que amenazan nuevos peligros y nuevas dificultades decimos a estos jóvenes: si alguien quiere anunciaros un evangelio distinto del que habéis recibido sobre las faldas de una piadosa madre, de los labios de un padre creyente, de la enseñanza de un educador fiel a Dios y a su Iglesia, que sea anatema (Gal. I, 9). Si el Estado organiza a la juventud en una asociación nacional obligatoria para todos, entonces, salvos siempre los derechos de las asociaciones religiosas, los jóvenes tienen el derecho obvio e inalienable y con ellos los padres responsables ante Dios, de exigir que esta asociación no tenga tendencias hostiles a la fe cristiana y a la Iglesia, tendencias que hasta hace poco y aun actualmente ponen a los padres creyentes en un insoluble conflicto de conciencia, porque no pueden dar al Estado lo que se les pide en nombre del Estado sin quitar a Dios lo que a Dios pertenece (Mat. 22, 21; Marc. 12, 17; Luc. 20, 25).

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