Magisterio de la Iglesia

Notre charge apostolique (Cont. 5)

 

2. La conducta no católica de "Le Sillon" no satisface a la Iglesia

36. Su catolicismo terminó en apostasía organizada.

   Y ahora, penetrados de la más viva tristeza. No nos preguntamos. venerables hermanos, en qué ha quedado convertido el catolicismo de "Le Sillon". Desgraciadamente, el que daba en otro tiempo tan bellas esperanzas, este río límpido e impetuoso, ha sido captado en su marcha por los enemigos modernos de la Iglesia y no forma ya en adelante más que un miserable afluente del gran movimiento de apostasía, organizado en todos los países, para el establecimiento de una Iglesia universal que no tendrá ni dogmas, ni jerarquía, ni regla para el espíritu ni freno para las pasiones y que, so pretexto de libertad y de dignidad humana consagraría en el mundo, si pudiera triunfar. el reino legal de la astucia y de la fuerza y la opresión de los débiles, de los que sufren y trabajan.

37. Su nuevo "Evangelio" tiene aspectos irrespetuosos y blasfemos.

   Nos conocemos muy bien los sombríos talleres en que se elaboran estas doctrinas deletéreas. que no deberían seducir a los espíritus clarividentes. Los jefes de  "Le Sillon" no han podido defenderse de ellas: la exaltación de sus sentimientos, la  ciega bondad de su corazón, su misticismo filosófico mezclado con una parte de iluminismo los han arrastrado hacia un nuevo evangelio, en el que han creído ver el verdadero Evangelio del Salvador, hasta el punto que osan tratar a Nuestro Señor Jesucristo con una familiaridad soberanamente irrespetuosa y al estar su ideal emparentado con el de la Revolución, no temen hacer entre el Evangelio y la Revolución aproximaciones blasfemas que no tienen la excusa de haber brotado de cierta improvisación apresurada.

38. Deforman el verdadero Evangelio y a Cristo, descartando su divinidad y acentuando sus virtudes sociales. 

   Nos queremos llamar vuestra atención, venerables hermanos, sobre esta deformación del Evangelio y del carácter sagrado de Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Hombre, practicada en "Le Sillon" y en otras partes. Cuando se aborda la cuestión social, está de moda en algunos medios eliminar, primeramente la divinidad de Jesucristo y luego no hablar más que de su soberana mansedumbre, de su compasión por todas las miserias humanas, de sus apremiantes exhortaciones al amor del prójimo y a la fraternidad. Ciertamente, Jesús nos ha amado con un amor inmenso, infinito, y ha venido a la tierra a sufrir y morir para que, reunidos alrededor de El en la justicia y en el amor, animados de los mismos sentimientos de caridad mutua, todos los hombres vivan en la paz y en la felicidad. Pero a la realización de esta felicidad temporal y eterna ha puesto, con una autoridad soberana, la condición de que se forme parte de su rebaño, que se acepte su doctrina, que se practique su virtud y que se deje uno enseñar y guiar por Pedro y sus sucesores. Porque, si Jesús ha sido bueno para los extraviados y los pecadores, no ha respetado sus convicciones erróneas, por muy sinceras que pareciesen; los ha amado a todos para instruirlos, convertirlos y salvarlos. Si ha llamado hacia sí, para aliviarlos,
los, a los que padecen y sufren
(1), no ha sido para predicarles el celo por una del igualdad quimérica. Si ha levantado a los humildes, no ha sido para inspirarles el sentimiento de una dignidad independiente y rebelde a la obediencia. Si su corazón desbordaba mansedumbre para las almas de buena voluntad, ha sabido igualmente armarse de una santa indignación contra los profanadores de la casa de Dios(2), contra los miserables que escandalizan a los pequeños(3), contra las autoridades que agobian al pueblo bajo el peso de onerosas cargas sin poner en ellas ni un dedo para aliviarlas(4). Ha sido tan enérgico como dulce; ha reprendido, amenazado, castigado, sabiendo y enseñándonos que con frecuencia el temor es el comienzo de la sabiduría(5) y que conviene a veces cortar un miembro para salvar al cuerpo(6). Finalmente, no ha anunciado para la sociedad futura el reino de una felicidad ideal, del cual el sufrimiento quedara desterrado, sino que con sus lecciones y con sus ejemplos ha trazado el camino de la felicidad posible en la tierra y de la felicidad perfecta en el cielo: el camino de la cruz. Estas son enseñanzas que se intentaría equivocadamente aplicar solamente a la vida individual con vistas a la salvación eterna; son enseñanzas eminentemente sociales, y nos demuestran en Nuestro Señor Jesucristo algo muy distinto de un humanitarismo sin consistencia y sin autoridad.

CONCLUSIÓN

Exhortación del Papa


1. A los obispos, sacerdotes y jóvenes de Francia

39. Misión de los obispos, recordar los deberes.

   Vosotros, Venerables Hermanos, proseguid activamente la obra del Salvador de os hombres con la imitación de su mansedumbre y de su energía. Inclinaos a todas las miserias, ningún dolor escape a vuestra solicitud pastoral, ninguna queja os halle indiferentes. Pero predicad también denodadamente a grandes y pequeños sus deberes; a vosotros toca formar la conciencia del pueblo y de los poderes públicos. La cuestión social estará muy cerca de su solución cuando unos y otros, menos exigentes de sus derechos, cumplan exactamente sus deberes.

Dediquen sacerdotes al estudio de la ciencia social y la solución de sus problemas.

   Además, como en el conflicto de intereses, y especialmente en la lucha con las fuerzas de los malos, ni la virtud ni aún la santidad bastan siempre para asegurar al hombre el pan de cada día, y como el rodaje social debe ordenarse de suerte que con su juego natural paralice los esfuerzos de los malvados y haga asequible a todos los hombres de buena voluntad su parte legítima de felicidad terrena, ardientemente deseamos que a este fin os intereséis activamente en la organización de la sociedad. Con este fin, en tanto que vuestro sacerdotes se entregarán con celo a la santificación de las almas, a la defensa de la Iglesia y a las obras de caridad propiamente dichas, escogeréis algunos de ellos activos y de espíritu poderoso, provistos de los grados de doctores en filosofía y teología, perfectamente instruidos en a historia de la civilización antigua y moderna, y los dedicaréis a  los estudios menos elevados y más prácticos de la ciencia social para ponerlos, en tiempo oportuno, al frente de las obras de acción católica. Mas cuiden esos sacerdotes de no dejarse extraviar en el dédalo de las opiniones contemporáneas por el espejismo de una falsa democracia; no tomen de la retórica de los peores enemigos de la Iglesia, y del pueblo un lenguaje enfático y lleno de promesas tan sonoras como irrealizables; persuádanse que la cuestión social y la ciencia social no nacieron ayer; que en todas las edades la Iglesia y el Estado concertados felizmente suscitaron para el bienestar de la sociedad organizaciones fecundas; que la Iglesia que jamás ha traicionado la felicidad del pueblo con alianzas comprometedoras, no tiene que desligarse de lo pasado, antes le basta anudar, con el concurso de los verdaderos obreros de la restauración social, los organismos rotos por la revolución, y adaptarlos, con el mismo espíritu cristiano de que estuvieron animados, al nuevo medio creado por la evolución material de la sociedad contemporánea, porque los verdaderos amigos del pueblo no son ni revolucionarios ni innovadores, sino tradicionalistas.

Llamado a la juventud "sillonista".

   A esta obra eminentemente digna de vuestro celo pastoral deseamos que la juventud de "Le Sillon", no sólo no ponga obstáculo alguno, sino que, desarraigada de sus errores, aporte en el orden y sumisión convenientes su leal y eficaz concurso.


2. A los jefes de "Le Sillon"

40. Pedido a los jefes y normas para los reacios; abstención total de sacerdotes y seminaristas.

   Volviéndonos ahora, pues, a los jefes de "Le Sillon", con la confianza de un padre que habla a sus hijos, les pedimos por su bien, por el de la Iglesia y de Francia, que os cedan el puesto. Nos medimos ciertamente la extensión del sacrificio que de ellos solicitamos, pero sabemos que son bastante generosos para realizarlo, y de antemano, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, de quien somos representantes indignos, les damos por ello Nuestra bendición. En cuanto a os miembros de "Le Sillon", queremos que se agrupen por diócesis para trabajar bajo la dirección de los obispos respectivos, así en la regeneración cristiana y católica del pueblo como en el mejoramiento de su suerte. Esos grupos diocesanos serán, por de pronto, independientes unos de otros, y a fin de demostrar bien que han roto con los errores pasados, tomarán el nombre de "sillons" católicos ("surcos católicos"), y cada uno de sus miembros añadirán a su título de "sillonista" el mismo calificativo de católico. Por supuesto que todo "sillonista" católico quedará libre de conservar, por otra parte, sus preferencias políticas, depuradas de todo lo que en la materia no sea enteramente conforme con la doctrina de la Iglesia. Que si hubiese grupos, Venerables Hermanos, que se negasen a someterse a estas condiciones , deberíais entender que de hecho rehúsan someterse a vuestra dirección; y entonces habría que examinar si se ciñen a la política o economía pura, o si perseveran en sus antiguos errores. En el primer caso, es claro que no os habríais de ocupar de ellos más que del común de los fieles; en el segundo, deberíais proceder en la forma conveniente, con prudencia, pero también con firmeza. Los sacerdotes habrán de mantenerse totalmente apartados de los grupos disidentes, contentándose con prestar los auxilios del santo ministerio individualmente a sus miembros y aplicarles en el tribunal de la penitencia las reglas comunes de la moral relativas a la doctrina y a la conducta. Cuanto a los grupos católicos, los sacerdotes y seminaristas, si bien los favorecerán y secundarán se abstendrán no obstante de agregarse a ellos como miembros; porque conviene que la milicia sacerdotal se mantenga en una esfera superior a las asociaciones laicas, aun las más útiles y animadas del mejor espíritu.

41. Plegaria del Papa por los sillonistas y Bendición papal.

   Tales son las providencias prácticas con que hemos creído necesario sancionar esta Carta acerca de "Le Sillon" y de los "sillonistas". Que el Señor se digne, se lo rogamos del fondo del alma, hacer entender a esos hombres y a esos jóvenes las graves razones que la han dictado, que les dé la docilidad del corazón con el valor de probar a la faz de la Iglesia a sinceridad de su fervor católico; y a vosotros, Venerables Hermanos, que Él os dé a sentir para con ellos, pues quedan en adelante vuestros, los afectos de un corazón enteramente paternal.

   En esta esperanza y para alcanzar tan deseables resultados, Nos os concedemos de todo corazón, así como a vuestro Clero y a vuestro pueblo, la bendición Apostólica. 

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 23 de agosto de 1910, año octavo de Nuestro Pontificado. Pío, Papa X                                 

Magisterio de San Pío X

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