Magisterio de la Iglesia

Notre charge apostolique (Cont. 2)


II. LOS PUNTOS ESENCIALES EN PARTICULAR


1. La dignidad humana mal entendida

12. Concepto de dignidad que la Iglesia no puede alabar.

   Le Sillon tiene la noble preocupación de la dignidad humana. Pero esta dignidad la entiende a la manera de ciertos filósofos, de quienes la Iglesia dista mucho de poder alabarse.


a) por entender una emancipación política, económica e intelectual desmedida

13. Libertad no es total emancipación política, económica e intelectual.

   El primer elemento de esta dignidad es la libertad, entendida en el sentido de que todo hombre, excepto en materia de religión, es autónomo. De este principio fundamental saca las siguientes conclusiones: Hoy el pueblo está en tutela debajo de una autoridad distinta de él; Luego debe liberarse de ella: emancipación política. Está bajo la la dependencia de patronos que, detentando sus instrumentos de trabajo, lo explotan, oprimen y rebajan; luego debe sacudir su yugo: emancipación económica. Esta dominado, finalmente, por una casta llamada directora, a la cual su desarrollo intelectual asegura una preponderancia indebida en la dirección de los negocios; luego debe sustraerse a su dominación: emancipación intelectual. La nivelación de las condiciones desde este triple punto de vista establecerá entre los hombres la igualdad, y esta igualdad es la verdadera justicia humana. Una organización política y social fundada sobre esta base, la libertad y la igualdad (a las que pronto vendrá a juntarse la fraternidad), he aquí lo que ellos llaman democracia.


b) por reclamar un desproporcionado y desordenado poder político, económico y mora del individuo

14. Democracia no es la participación mayor posible en el orden político y económico: el súbdito no es rey, ni el obrero patrón.

   Sin embargo, la libertad y la igualdad no constituyen más que el lado, por decirlo así, negativo. Lo que constituye propia y positivamente la democracia es la participación mayor posible de todos en el gobierno de la cosa pública. Y esto comprende un triple elemento: político, económico y moral.

   Por de pronto, en política, "Le Sillon" no suprime la autoridad; antes al contrario, la estima indispensable; pero quiere dividirla, o mejor dicho, multiplicarla de tal manera  que cada ciudadano llegue a ser una especie de rey. La autoridad, es cierto, dimana de Dios, pero reside primordialmente en el pueblo, del cual se desprende por via de elección o, mejor aún, de selección, sin que por esto se aparte del pueblo y sea independiente de él; será exterior, pero sólo en apariencia; en realidad será interior, porque será una autoridad consentida.

   A proporción ocurrirá lo propio en el orden económico. Sustraído a una clase particular, el patronazgo se multiplicará tanto que cada obrero será una especie de patrono. La forma llamada a realizar este ideal económico no será, según dicen, la del socialismo, sino un sistema de cooperativas suficientemente multiplicadas para provocar una concurrencia fecunda y para asegurar la independencia de os obreros, que no estarán encadenados a ninguna de ellas.

15. El amor del interés público y del bien común no es el principio supremo de la autoridad moral.

   He aquí ahora el elemento capital, el elemento moral. Como la autoridad, según se ha visto, es muy reducida, es menester otra fuerza para suplirla y para oponer una reacción permanente al egoísmo individual. Este nuevo principio, esta fuerza, es el amor del interés público, es decir, del fin mismo de la profesión y de la sociedad. Imaginaos una sociedad donde en el alma de cada ciudadano estos amores se subordinaran de tal modo que el bien superior se antepusiera siempre al bien inferior, esta sociedad ¿no podría pasarse casi sin autoridad y no ofrecería el ideal de la dignidad humana, teniendo cada ciudadano un alma de rey, cada obrero, un alma de patrón. Arrancado de la estrechez de sus intereses privados y elevados al de su profesión, y más arriba, hasta los de la nación entera, y más arriba aún, hasta los de la humanidad (pues el horizonte de "Le Sillon" no se detiene en las fronteras de la Patria, sino que se extiende a todos los hombres hasta los confines del mundo), el corazón humano, ensanchado por el amor del bien común, abrazaría a todos los compañeros de la misma profesión, a todos los compatriotas, a todos los hombres. Y he aquí la grandeza y la nobleza humana ideal realizada por la célebre trilogía Libertad, Igualdad, Fraternidad.

16. El papel que, según ellos, está llamado a desempeñar su elemento moral en la economía y la política.

   Ahora bien, estos tres elementos, político, económico y moral, están subordinados uno a otro, siendo el principal, según hemos dicho, el elemento moral. En efecto, imposible es que viva democracia política alguna si carece de raíces profundas en la democracia económica; pero, a la vez, ni una ni otra son posibles si no arraigan en tal estado de ánimo que la conciencia posea responsabilidades y fuerzas morales proporcionada. Pero suponed un estado de ánimo, formado tanto de responsabilidad consciente como de fuerzas morales, entonces la democracia económica se desenvolverá naturalmente, traduciéndose en actos de esa conciencia y de esas fuerzas; del mismo modo y por igual camino saldrá del régimen corporativo la democracia política; y la democracia política y la económica, ésta como soporte de aquélla, quedarán asentadas en la conciencia aun del pueblo sobre fundamentos inquebrantables.

17. La educación democrática "sillonista" consiste exclusivamente en cultivar la conciencia y la responsabilidad cívicas.

   Tal es, en resumen, la teoría, se podría decir, el sueño, de "Le Sillon"; a esto tiende su enseñanza, y lo que llama educación democrática del pueblo, es a saber, a levantar al sumo grado la conciencia y la responsabilidad cívicas de cada ciudadano, de donde fluirá la democracia económica y la política, y el reinado de la justicia, de la igualdad y de la fraternidad.


2. Refutación de los errores.

18. En resumen, la teoría "sillonista" falsea la doctrina católica al respecto.

   Esta rápida exposición, Venerables Hermanos, os muestra ya claramente cuánta razón teníamos de decir que "Le Sillon" opone doctrina a doctrina, que edifica su sociedad sobre una teoría contraria a la verdad católica y que falsea las nociones esenciales y fundamentales que regulan las relaciones sociales de toda sociedad humana. Las siguientes consideraciones pondrán todavía más de realce dicha oposición.


a) del error sobre la autoridad

19. La autoridad pública procede de Dios, no del pueblo ni puede ser revocada por el pueblo.

   Le Sillón coloca primordialmente la autoridad pública en el pueblo, del cual deriva inmediatamente a los gobernantes, de tal manera, sin embargo, que continúa residiendo en el pueblo. Ahora bien, León XIII ha condenado formalmente esta doctrina en su encíclica Diuturnum illud sobre el poder político, donde dice: "Muchos de nuestros contemporáneos, siguiendo las huellas de aquellos que en el siglo pasado se dieron a sí mismos el nombre de filósofos, afirman que toda autoridad viene del pueblo; por lo cual, los que ejercen el poder no lo ejercen como cosa propia, sino como mandato o delegación del pueblo, y de tal manera que tiene rango de ley la afirmación de que la misma voluntad que entregó el poder puede revocarlo a su antojo. Muy diferente es en este punto la doctrina católica, que pone en Dios, como en principio natural y necesario, el origen de la autoridad política" (1). Sin duda "Le Sillon" hace derivar de Dios esta autoridad que coloca primeramente en el pueblo, pero de tal suerte que la "autoridad sube de abajo hacia arriba, mientras que, en la organización de la Iglesia, el poder desciende de arriba hacia abajo" (2). Pero, además de que es anormal que la delegación ascienda, puesto que por su misma naturaleza desciende, León XIII ha refutado de antemano esta tentativa de conciliación de la doctrina católica con el error del filosofismo. Porque prosigue: "Es importante advertir en este punto que los que han de gobernar el Estad, pueden ser elegidos en determinados casos por la voluntad y el juicio di la multitud, sin que la doctrina católica se oponga o contradiga esta elección. Con esta elección se designa el gobernante, pero no se le confieren los derechos del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino que se establece la persona que lo ha de ejercer" (3).

20. La negación de la autoridad en la utopía y el absurdo de la sociedad "sillonista"; necesidad de la autoridad y de la obediencia, que no coartan la libertad.

   Por otra parte, si el pueblo permanece como sujeto detentador de poder, ¿en qué queda convertida la autoridad? Una sombra, un mito; no hay ya ley propiamente dicha, no existe ya la obediencia. "Le Sillon" lo ha reconocido; porque, como exige, en nombre de la dignidad humana, la triple emancipación política, económica e intelectual, la ciudad futura por la que trabaja no tendrá ya ni dueños ni servidores; en ella todos los ciudadanos serán libres, todos camaradas, todos reyes. Una orden, un precepto, sería un atentado contra la libertad; la subordinación a una superioridad cualquiera sería una disminución del hombre; la obediencia, una decadencia. ¿Es así, venerables hermanos, como la doctrina tradicional de la Iglesia nos presenta las relaciones sociales en la ciudad, incluso en la más perfecta posible? ¿Es que acaso toda sociedad de seres independientes y desiguales por naturaleza no tiene necesidad de una autoridad que dirija su actividad hacia el bien común y que imponga su ley? Y si en la sociedad se hallan seres perversos (los habrá siempre), ¿no deberá la autoridad ser tanto más fuerte cuanto más amenazador sea el egoísmo de los malvados? Además, ¿se puede afirmar con alguna sombra de razón que hay incompatibilidad entre la autoridad y la libertad, a menos que uno se engañe groseramente sobre el concepto de libertad? ¿Se puede enseñar que la obediencia es contraria a la dignidad humana y que el ideal sería sustituir la obediencia por la "autoridad consentida"? ¿Es que acaso el apóstol San Pablo no tuvo a la vista la sociedad humana en todas sus etapas posibles, cuando ordenaba a los fieles estar sometidos a toda autoridad? (4) ¿Es que la obediencia a los hombres en cuanto representantes legítimos de Dios es decir, en fin de cuentas, la obediencia a Dios, rebaja al hombre y lo sitúa vilmente por debajo de sí mismo? ¿Es que el estado religioso, fundado sobre la obediencia, sería contrario al ideal de la naturaleza humana? ¿Es que los santos, que han sido los más obedientes de los hombres, eran esclavos o degenerados? ¿Es que, finalmente, podemos imaginar un estado social en el que Jesucristo, venido de nuevo ala tierra, no diera ya el ejemplo de la obediencia y no dijera ya: Dad al César lo que es del César ya Dios lo que es de Dios? (5)

Magisterio de San Pío X

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NOTAS  

(1) León XIII, Encíclica Diuturnum illud 29-6-1881. (volver)

(2) Marc Sangnier, discurso de Rouen, 1907. (volver)

(3) León XIII, Encíclica Diuturnum illud 29-6-1881. (volver)

(4) Ver Rom. 13, 1-5; Hebr.13, 17.  (volver)

(5) Luc. 20, 25; Rom. 13, 7.  (volver)

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