Magisterio de la Iglesia

Il fermo proposito (Encíclica 02)


II. LA A. C. EN ITALIA

14. Forman como centro una Unión Popular católica en todas las naciones.

   Para asegurar, pues, la consecución de todo ello entre las varias empresas dignas igualmente de encomio, se ha mostrado en otros países singularmente eficaz cierta institución de índole general que, con el nombre de Unión Popular, está ordenada a juntar los católicos de todas clases sociales, pero especialmente las grandes muchedumbres del pueblo, en torno a un solo centro común de doctrina, de propaganda y organización social. Dicha institución, porque responde a una necesidad igualmente sentida casi en todas partes, y porque su sencilla constitución proviene de la misma naturaleza de las cosas, cuales se hallan igualmente por doquier, no puede decirse que sea más propia de una nación que de otra, sino de todas aquellas donde se manifiestan las mismas necesidades y donde surgen los mismos peligros. Su mucha popularidad la hace fácilmente querida y aceptable y no estorba ni impide a ninguna otra institución, antes bien a todas da fuerza y unidad, porque con su organización estrictamente personal incita a los individuos a entrar en las instituciones particulares, los adiestra para un trabajo práctico y verdaderamente provechoso, y une los ánimos de todos en un sentir y querer único.  

15. Las demás instituciones sociales han de agruparse alrededor de la Unión Popular.

   Así establecido este centro social, las demás instituciones de índole económica, ordenadas a resolver el problema social prácticamente y en sus varios aspectos, hállanse espontáneamente reagrupadas, todas juntas, en el fin general que las une; mientras que, según las varias necesidades a que se aplican, reciben formas diversas y emplean diversidad de medios, según lo requiera la finalidad particular propia de cada una. Aquí Nos cabe la dicha de expresar Nuestra satisfacción por lo mucho que en Italia ya se ha hecho, en esta parte, con la firme esperanza de que, con el favor de Dios, se hará mucho más en lo por venir, consolidando el bien conseguido y dilatándolo con un celo cada vez mayor. En lo cual se hizo grandemente benemérita la Opera dei Congressi e Comitati Cattolici, por la actividad inteligente de los hombres eximios que la dirigían y que estaban y están todavía, al frente de aquellas particulares instituciones. Por lo cual, así como ese centro o unión de obras de índole económica, por Nuestra expresa voluntad quedó en pie, al disolverse la sobredicha Obra de los Congresos, así tendrá que proseguir también en lo futuro, bajo la solícita dirección de quienes se hallan al frente de ella.

  a) Preparación, sin la abstención política

16. Medios apropiados a los tiempos modernos. 

   Con todo, para que la Acción Católica sea eficaz en todos aspectos, no basta que esté preparada para las necesidades sociales de hoy; conviene también que domine bien todos aquellos medios prácticos que ponen a su disposición el progreso de los estudios sociales y económicos, la experiencia alcanzada en otras partes, las condiciones de la sociedad civil, la misma vida pública de los Estados. De otra suerte, se corre el peligro de andar a tientas durante largo tiempo en busca de cosas nuevas y poco seguras, cuando las buenas y ciertas se tienen a mano y muy bien probadas; o, si no, se exponen a proponer instituciones y métodos propios tal vez de otros tiempos, pero que ya no entiende el pueblo; o, en fin, se ponen en peligro de parar a medio camino, por no valerse, según su posibilidad, de los derechos civiles que las constituciones ofrecen a todos, y, por lo tanto, a los católicos. Deteniéndonos en este último punto es cierto que la actual constitución de los Estados ofrece a todos, sin distinción, la facultad de influir en la cosa pública; y los católicos, quedando a salvo las obligaciones impuestas por la ley de Dios y por los mandatos de la Iglesia, pueden aprovecharse de ese influjo, con seguridad de conciencia, para mostrarse tan idóneos o más que los otros en el cooperar a la felicidad material y civil del pueblo, y granjearse así aquella autoridad y respeto que les haga posible el defender y propagar bienes más altos, cuales son los del alma.

17. Aun en Italia, deben participar con permiso en la vida política. 

   Muchos son y de varia índole estos derechos civiles hasta el de tener parte directa en la vida política del país por medio de la representación popular en las Cámaras legislativas. Gravísimas razones Nos disuaden, Venerables Hermanos, de seguir la norma decretada por Nuestro Antecesor de s. ni., Pío IX, y continuada después por el otro Predecesor Nuestro, cíe s. ni., león XIII, en su largo pontificado, en virtud de la cual queda, generalmente, prohibida a los católicos en Italia la participación en el poder legislativo; además de que otras razones de no menor peso, tomadas del supremo bien de la sociedad, que a todo trance hay que salvar, pueden requerir que en casos particulares se dispense la ley, especialmente cuando vosotros, Venerables Hermanos, echéis de ver muy a las claras la urgente necesidad de ello para bien de las almas y de los supremos intereses de vuestras Iglesias y pidáis la oportuna dispensa.

18. Preparación para la participación plena en la vida política italiana.

   Pero la posibilidad de esta benigna concesión Nuestra ha de poner a los católicos en la obligación de prepararse cuerda y seriamente, para la vida política, cuando a ella fueren llamados. Por eso, importa mucho que aquella misma actividad, loablemente ejercitada ya por los católicos en prepararse con buen régimen electoral a la vida administrativa de los Municipios y Consejos provinciales, se extienda por igual a prepararse convenientemente y a organizarse para la vida política, según que lo recomendó con oportunidad en su Circular del 3 de diciembre de 1904 la Presidencia general de las Obras económicas en Italia. Al mismo tiempo se tendrán que inculcar y seguir en la práctica los demás principios que regulan la conciencia del verdadero católico. Porque el verdadero católico ha de tener presente, ante todas las cosas y en cualquier coyuntura, que ha de portarse como tal acercándose a los empleos públicos y desempeñándolos con el firme y constante propósito de promover, según su posibilidad, el bien social y económico de la patria, particularmente del pueblo, conforme a las máximas de la civilización puramente cristiana, y de defender al mismo tiempo los intereses supremos de la Iglesia, que son los de la religión y de la justicia.

  b) Organización práctica de las diversas obras

19. Aliento para las diversas obras cristianas de iniciativa particular.   

   Tales son, Venerables Hermanos, la índole, objeto y condiciones de la Acción Católica, mirada respecto a su punto más importante, que es la solución de la cuestión social, merecedora de que se apliquen a ella con grandísima energía y constancia todas las fuerzas católicas. Mas esto no excluye el favorecer y promover también otras empresas de diverso carácter, de diferente organización, pero igualmente encaminadas todas a este o esotro bien particular de la sociedad y del pueblo, y para mayor brillo de la civilización cristiana en sus diversos aspectos determinados. Nacen ellas comúnmente, fomentadas por el celo de personas particulares, y en cada diócesis se acrecientan, y a veces se agrupan en más extensas confederaciones. Ahora bien, siempre que sea laudable el fin que se proponen, que sean firmes los principios cristianos que siguen y justos los medios que emplean, también se han de alabar y deben ser alentadas en todas formas. También a ellas se les dejará una cierta libertad de organización, ya que no es posible que cuando muchas personas concurren juntamente, se amolden todas por igual y se ajusten a una dirección única. Además la organización ha de nacer, espontánea, de las mismas obras, so pena de tener edificios lindamente fabricados, sin fundamento real, y, por lo tanto, totalmente efímeros. Conviene, además, tener en cuenta la índole de cada población. Los usos e inclinaciones son diversos, según la diversidad de lugares. Lo que importa es trabajar sobre buenos fundamentos, con solidez de principios, con fervor t constancia; conseguido lo cual, por accidentales se han de reputar la forma y figura que las varias obras revisten.

20. Congresos generales de los católicos como estímulo. 

   Finalmente, para renovar y acrecentar indistintamente en todas las obras católicas el necesario fervor, para ofrecer a los promotores y miembros de ellas la ocasión de verse y tratarse recíprocamente, de estrechar cada vez más entre sí los vínculos de una caridad fraterna, de animarse mutuamente, con un celo cada vez más ardiente , a una acción más eficaz, y de proveer a la mejor solidez y propagación las mismas obras, ayudará grandemente el celebrar de cuando en cuando, al tenor de las reglas dadas ya por esta Santa Sede, Congresos generales y particulares de los católicos italianos, que sean la solemne manifestación de fe católica y la fiesta común de la concordia y de la paz.

  c) Subordinación a la autoridad eclesiástica

21. Subordinación diversa de las diferentes obras cristianas. 

   Réstanos tocar, Venerables Hermanos, otro punto de suma Importancia, a saber: la relación que todas las obras de la Acción Católica han de tener con la Autoridad eclesiástica. Atentamente consideradas doctrinas expuestas en la primera parte de Nuestra Encíclica, será fácil colegir que todas las obras que van derechamente enderezadas al auxilio del ministerio espiritual y pastoral de la Iglesia y encaminadas a un fin religioso para bien directo de las almas, deben estar del todo subordinadas a la autoridad de la Iglesia, y, por lo tanto, a la autoridad de los Obispos, puestos por el Espíritu Santo para regir la Iglesia de Dios en las diócesis que les están encomendadas. Pero también las demás obras que, como llevamos dicho, se han instituido principalmente para restaurar y promover en Cristo la verdadera civilización cristiana y que constituyen la Acción Católica en el sentido explicado, no pueden concebirse, en ninguna manera, independientes del consejo y alta dirección de la autoridad eclesiástica, en especial por cuanto se han de conformar con los principios de la doctrina y moral cristiana; mucho menos posible es el concebirlas opuestas más o menos claramente a dicha autoridad. Ciertamente semejantes obras, dada su naturaleza, han de proceder con la conveniente razonable libertad, pues sobre ellas recae la responsabilidad de la acción, principalmente en materias temporales y económicas, y en las de la vida pública administrativa o política, extrañas al ministerio meramente espiritual. Mas, como los católicos levantan siempre la bandera de Cristo, levantan por ello mismo la bandera de la Iglesia; y es, por lo tanto, conveniente que de manos de la Iglesia la reciban, que la Iglesia vele mirando por su intachable honor, y que a esta maternal vigilancia se sujeten los católicos como hijos dóciles y amorosos.

22. Condenación de la falsa independencia. 

   Por lo cual claramente se ve cuan desaconsejados anduvieron aquellos, pocos en verdad, que aquí en Italia, a Nuestra vista, quisieron usurpar un cargo que de Nos no tenían recibido, ni de otro hermano Nuestro en el Episcopado, y se arrojaron a desempeñarle, no sólo sin el respeto debido a la autoridad, mas aun contra su formal querer, tratando luego de cubrir su desobediencia con frívolas distinciones. También blasonaban ellos de alzar bandera en nombre de Cristo; pero no podía ser de Cristo la que no ostentaba en sus pliegues la doctrina del divino Redentor, pues a este caso puede aplicarse también aquello de quien os oye a vosotros, a mí me oye; quien os desprecia a vosotros, a mí me desprecia(8); quien no está conmigo, contra mí está; quien conmigo no recoge, desparrama(9); por lo tanto, doctrina de humildad, de sumisión, de filial respeto. Con grande amargura de Nuestro corazón hemos tenido que condenar semejante desvío y detener con la fuerza de la autoridad ese perjudicial movimiento que ya se estaba insinuando. Tanto era mayor Nuestra aflicción, cuanto veíamos, arrastrados incautamente por tan falso camino, a un buen número de jóvenes de Nos queridísimos, muchos de ellos de descollado ingenio, de celo fervoroso. capaces de obrar eficazmente el bien, siempre que sean guiados rectamente.

  d) No se debe conceder excesiva estima a los intereses materiales

23. El fomento exclusivo de obras materiales. 

   Al hacer pública a todos la recta norma de la Acción Católica, no podemos disimular, Venerables Hermanos, el grave peligro que corre hoy el clero en nuestros aciagos días: esto es, el de dar demasiada estima a los intereses materiales del pueblo, dejando olvidados los mucho más graves de su sagrado ministerio.

  e) Campo propio del sacerdote

24. El sacerdote debe atender todos los intereses sin mezclarse en las actividades de los partidos. 

   El sacerdote, levantado sobre los demás hombres para cumplir con el oficio que recibe de Dios, ha de conservarse igualmente por encima de todos los humanos intereses, de todos los conflictos, de todos los órdenes de la sociedad. Su campo propio es la iglesia, donde, como embajador divino, predica la verdad e inculca, juntamente con el respeto a los derechos de Dios, el respeto a los derechos de todas las criaturas. Así obrando, él no se halla sujeto a ninguna oposición, no se muestra hombre de partido, no se dice seguidor de éstos ni adversario de aquellos, ni por excusar el encuentro de ciertas tendencias, ni por irritar en muchas materias los ánimos desabridos, se pone en peligro de encubrir la verdad o de callarla, faltando en ambos casos a sus obligaciones, sin que sea menester añadir que, debiendo tratar muy a menudo de cosas temporales, podría hallarse empeñado solidariamente en obligaciones nocivas a su persona y a la dignidad de su ministerio. No deberá, pues, formar parte de las asociaciones de este género, sino después de madura consideración, de acuerdo con su Obispo, tan sólo en aquellos casos en los que su intervención ande exenta de peligro y se torne en evidente provecho.

25. El campo del apostolado sacerdotal. 

   No por ello se ponen trabas a su celo. El verdadero apóstol ha de hacerse todo a todos, para ganarlos a todos(10). A ejemplo del divino Redentor, ha de sentir movidas a piedad la entrañas, mirando a las turbas tan mal paradas, errantes coma ovejas sin sin pastor(11) Con la divulgación eficaz de escritos, con exhortaciones de viva voz, con la asistencia inmediata en los casos susodichos, trate de consagrarse aun a mejorar, dentro de los términos de la justicia y de la verdad, la condición económica del pueblo, ayudando y promoviendo las instituciones que a ese fin se encaminan, en especial aquellas que pretenden disciplinar las muchedumbres contra el predominio invasor del socialismo, y que las salvan a la vez de la ruina económica y de la subversión moral y religiosa. De este modo la cooperación del Clero en las empresas de Acción Católica tiene una finalidad altamente religiosa y no será obstáculo, antes bien, será auxilio de su ministerio espiritual, cuyo campo de acción se ampliará con multiplicación de sus frutos.

NORMA Y ACTUACIÓN

26. Hay que comenzar prácticamente con estas obras. 

   Veis aquí, Venerables Hermanos, cuanto ansiábamos exponer e inculcar en orden a la Acción Católica, que se ha de sostener y propagar en nuestra Italia. No basta señalar con el dedo el bien; preciso es, ponerlo por obra. A esto ayudarán grandemente vuestras exhortaciones y vuestros paternales estímulos al bien obrar. Sean en buena hora humildes los principios; con tal que de veras se comience, gracia divina los hará crecer y prosperar en breve tiempo. Oigan de nuevo las palabras, que Nos brotan espontáneas del corazón, todos Nuestros queridos hijos que se consagran a la Acción Católica. En medio de las amarguras que cada día nos circundan, si hay algún consuelo en Cristo, si algún confortamiento Nos viene de vuestra caridad, si hay comunicación de espíritu y entrañas de compasión, diremos también con el apóstol San Pablo(12), completad Nuestro gozo con la concordia, con la misma caridad, con la unanimidad de sentimientos, con la humildad y debida sujeción, no buscando la propia utilidad, sino el bien común, y transplantando a vuestros corazones los afectos que en el suyo alimentaba Jesucristo Salvador nuestro. Sea el principio de toda vuestra empresa: Cuando vosotros decís o hacéis, sea todo en nombre del Señor Jesucristo(13)Sea El también el término de toda vuestra operación, como quiera que de El y por El y en El son todas las cosas; a El gloria por los siglos(14). En este faustísimo día que trae a la memoria la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, que salieron del Cenáculo a predicar por el mundo el Reino de Cristo, baje también sobre todos vosotros la virtud del mismo Espíritu, y doblegue toda rigidez, caliente las almas frías y ponga en derecho camino lo que anda descaminado. "Doblega lo que es rígido, calienta lo que es frío, dirige lo que está extraviado"(15).

EPÍLOGO 

27. Bendición Papal. 

   Prenda del favor divino y testimonio de Nuestro particular afecto sea la Bendición Apostólica, que de lo íntimo del corazón os damos a vosotros, Venerables Hermanos, a vuestro Clero y al pueblo italiano.

   Dado en Roma, junto a San Pedro, en la fiesta de Pentecostés, el 11 de junio de 1905, año segundo de Nuestro Pontificado.

                                                                                           PIO PAPA X.

Magisterio de San Pío X

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