Magisterio de la Iglesia

Mirae caritatis 

LEÓN XIII
Sobre la Santísima Eucaristía
28 de mayo de 1902 

Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica

1. El culto del Corazón de Jesús y las obras del Papa en favor de la Eucaristía

   En cumplimiento de la santidad de Nuestro cargo hemos procurado y procuraremos, con el favor de Jesucristo, hasta el fin de Nuestra vida estudiar y seguir los singulares ejemplos de admirable caridad para la salvación de los hombres que brillan en la vida de Jesucristo. Nacidos en tiempos en extremo hostiles a la verdad y a la Justicia no hemos cesado, en cuanto ha estado de nuestra parte, de proporcionar, enseñando, amonestando u obrando, como lo demuestra la última epístola que os hemos dirigido, cuanto parece más a propósito, ya para evitar el contagio de multitud de errores, ya para robustecer los actos principales de la vida cristiana.

   Dos cosas estrechamente unidas entre sí y de cuya consideración nos proviene fruto oportuno de consuelo en medio de tantas angustias, son dignas de recordarse en esta materia. La una, que juzgamos de feliz éxito, el culto universalísimo con que se venera en todo el mundo al augusto Corazón de Cristo Redentor; la otra el haber exhortado gravemente a todos los cristianos a consagrarse al corazón de Aquél que divinamente es camino, verdad y vida de los individuos y de las sociedades. Movidos y como impelidos ahora por la misma caridad apostólica y por la vigilancia de los tiempos que atraviesa la Iglesia, a añadir algo añadir algo como perfeccionamiento a lo ya propuesto y realizado, y para recomendar aun más eficazmente la Santísima Eucaristía al pueblo cristiano, puesto que es el don divinísimo salido de lo más íntimo del Corazón del mismo Redentor deseando con vehementísimo deseo la singular unión con los hombres, y el hecho supremo para derramar los frutos saludables de su redención. Cierto es que aun en esta materia Nuestra autoridad y trabajo ha procurado ya algunas cosas. Gratísimo Nos es recordar como legítima confirmación a lo dicho, entre otras cosas el haber llenado de privilegios a no pocos institutos y sociedades dedicados al culto y perpetua adoración de la divina Hostia; el haber trabajado para que se celebrasen con notoria esplendidez y utilidad congresos eucarísticos; el haber designado como celestial patrono de estas y semejantes obras a Pascual Baylón, que fue piadoso e insigne adorador del misterio eucarístico. Así pues, Venerables Hermanos, Nos es grato reunir en esta alocución algunas ideas, acerca de este misterio en cuya defensa y enseñanza constantemente se ha ocupado ya el cuidado de la Iglesia en cuya defensa conquistaron también mártires sus palmas de victoria. A este misterio dedicaron su noble emulación las lumbreras de las ciencias, de la elocuencia y de las más variadas artes.

   Por eso, quisiéramos hablaros, Venerables Hermanos, sobre algunos puntos que se refieren a este misterio, a fin de que resplandezca con mayor claridad y brillo cuál es su oculta fuerza y por qué lo debemos considerar como medio eficacísimo para socorrer las necesidades de nuestros tiempos.

   En verdad, pues, Cristo Señor Nuestro al terminar el curso de esta vida mortal, bajo el exceso de su inmensa caridad para con los hombres, dejó este monumento y poderoso auxilio para la vida del mundo(1), por lo cual nada más feliz podemos desear Nos, próximos a partir de esta vida, que excitar en las almas y alentar en los espíritus los debidos afectos de gratitud y religión al admirable Sacramento, en el que juzgamos principalmente apoyar la esperanza y resultado de la paz y salvación tan buscadas por los cuidados y trabajos de todos.

2. No temer a los que atacan. 

   No faltarán quienes se sorprendan y quizás reciban con procaz animadversión este Nuestro intento de presentar semejantes remedios para ayudar a un siglo tan perturbado y lleno de miserias. La causa de esto es principalmente la soberbia; este vicio, introducido en las almas, debilita en ellas la fe cristiana (que pide el obsequio religiosísimo de la mente) haciendo necesariamente más tétrica la oscuridad en derredor de las cosas divinas, de tal modo que a muchos sea aplicable aquello de que blasfeman de lo que ignoran(2). Ahora bien; tan distante está de Nos separarnos del propósito iniciado, que es cierto, por el contrario, que con más vivo ardor insistimos en iluminar a los que están bien dispuestos, y en rogar a Dios, interponiendo las fraternales súplicas de las almas justas, perdone a los que blasfeman de las cosas santas.

3. Presencia de Cristo en la Eucaristía

   Conocer con fe íntegra la eficacia de la Santísima Eucaristía, es lo mismo que conocer cuál sea la obra que para perfeccionar al género humano realizó el Dios hecho hombre, con su poderosa misericordia. Pues así como es propio de una fe recta profesar y reverenciar que Cristo es el sumo autor de nuestra salvación, quien restauró todas las cosas con su leyes, instituciones, ejemplos y sangre derramada, igualmente es justo profesar y adorar que El mismo de tal manera se halla realmente presente en la Eucaristía, que verdaderamente permanece entre los hombres hasta la consumación de los siglos, repartiéndoles como maestro y buen pastor, y aceptísimo intercesor cerca del Padre, por Sí mismo la perenne abundancia de los beneficios de la realizada redención.

4. Beneficios que manan de la Eucaristía

   El que atenta y religiosamente considere los beneficios que promanan de la Eucaristía, entenderá ciertamente que ella excede y sobrepuja a todas las demás cosas, cualesquiera sean en que dichos beneficios se contienen; pues procede para los hombres la vida, que es la verdadera vida: El pan que yo les daré, es mi carne por la vida del mundo(3). No de cualquier modo, según hemos enseñado en otro lugar, Cristo es vida; quien para esto vino y vivió entre los hombres, para darles abundancia de vida más que humana: He venido para que tengan vida y la tengan abundantemente(4), Inmediatamente pues, que apareció en la tierra la benignidad y humanidad y benignidad de nuestro Dios Salvador(5); nadie ignora que inmediatamente brotó cierta fuerza procreadora de un nuevo orden de cosas, la cual se infiltró en todas las venas de la sociedad doméstica y civil. De aquí nacieron nuevas obligaciones del hombre para con el hombre, nuevos derechos públicos y privados, nuevos oficios, nuevos derroteros a las instituciones, enseñanzas y artes; lo cual principalmente se tradujo en inclinar los espíritus y estudios a la verdad de la religión y la santidad de las costumbres, y de este modo se comunicó al hombre una vida celestial y divina. A esto indudablemente se refieren las frases que frecuentemente se usan en las sagradas letras: árbol de vida, palabra de vida, libro de vida, corona de vida y expresamente pan de vida.

5. La Eucaristía alimento del alma.

   Mas como quiera que ésta que llamamos vida tiene manifiesta semejanza con la vida natural del hombre, asi como ésta se sostiene y robustece con el alimento, así aquélla conviene tenga también un alimento o comida que la sustente y fortalezca. Oportuno es recordar aquí en qué tiempo y forma Cristo movió y preparó los ánimos del hombre para que recibiesen conveniente y fructuosamente el pan vivo que había de darles. Tan luego como se divulgó la fama del milagro que había realizado a orillas del mar de Tiberíades, de la multiplicación del pan para saciar a la hambrienta multitud, inmediatamente acudieron muchos por ver si acaso obtenían igual beneficio. Entonces, aprovechando la ocasión, como lo había hecho con la mujer samaritana, que del agua del pozo y de la sed la había insinuado el agua que salta hasta la vida eterna(6), excita a la hambrienta muchedumbre para que desee con avidez otro pan que permanece en la vida eterna(7). Este pan, les advierte, no es aquel maná celestial que fue tan facil tomar a nuestros padres durante su peregrinación por el desierto: ni el que poco ha llenos de admiración habéis recibido de mí; sino que Yo mismo soy este pan: Yo soy el pan de vida(8).

6. Promesas de vida eterna. 

   Y de esto mismo les persuade más ampliamente invitándoles y mandándoles: Si alguno comiere de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo(9); y les mostró la gravedad del precepto de este modo: En verdad, en verdad os digo comiereis la carne del hijo del hombre y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros(10). Lejos de la verdad el vulgar pernicioso error de los que sienten que el uso de la Eucaristía debe tan sólo dejarse para los que alejados de los negocios y de espíritu pusilánime pretenden vivir tranquilos en la práctica de una vida piadosa.

   Este es, pues, asunto al cual ningún otro supera en excelencia y saludable eficacia, y que atañe a todos sin excepción, sea el que quiera su oficio y posición de cuantos quieran y ninguno debe hacer que no quiera, fomentar en sí la vida de la divina gracia, cuyo término es la consecución de la vida bienaventurada con Dios.

7. Llamamiento a los dirigentes. 

   Y ojalá sintiesen y usasen rectamente de esta vida, principalmente aquellos que por su ingenio, posición o autoridad están destinados a dirigir los negocios públicos. Mas desgraciadamente, vemos que muchos llenos de soberbia juzgan que ha sobrevenido al siglo una como nueva y próspera vida, toda vez que han procurado impulsarle con gran ardor a todo género de cosas útiles y admirables. Pero, ciertamente, doquiera que se dirija la vista, se observará que la sociedad humana, si se separa de Dios, más bien que gozar en deseada paz de las cosas, está como inquieta y temblorosa a semejanza del que se halla bajo la influencia de estado febril; sucediendo que mientras con verdadera ansia trabaja por la prosperidad, en la que únicamente confía, persigue la que se aleja y se adhiere a la que perece.

8. La Eucaristía fuente de beneficios

   Los individuos y las sociedades tan necesariamente como reciben su origen de Dios, así no pueden en otro alguno, vivir, moverse y hacer ningún bien más que en Dios por Jesucristo de quien ha manado y mana abundantemente cuanto hay de bueno y bello. La fuente y cabeza de todos estos beneficios es principalmente la augusta Eucaristía: puesto que siendo el alimento y sustento de la vida, por cuya consecución tanto Nos afanamos, aumenta en gran manera la dignidad humana, que ahora parece ser tan importante. En efecto; ¿qué más puede desearse, que ser hechos en cuanto sea posible, participantes de la naturaleza divina? Pues esto es lo que principalmente nos da Cristo en la Eucaristía, por la cual el hombre, con el auxilio de la gracia es elevado al consorcio de la divinidad y unido a Cristo íntimamente. Esta es la diferencia que existe entre el alimento del cuerpo y el del alma, que así como aquél se convierte a nosotros, así éste nos convierte a nosotros en él; a este propósito San Agustín pone en boca de Cristo estas palabras: Tú no me transformarás en ti, como si fuese el alimento de tu cuerpo, sino que tú te transformarás en mí(11).

9. Incrementa la Fe.

   De este excelentísimo Sacramento, en el cual aparece admirablemente cómo los hombres se unen a la divina naturaleza, reciben gran incremento todo género de virtudes sobrenaturales. En primer término la fe. Siempre ha tenido la fe sus enemigos, pues aunque eleva la humana inteligencia con el conocimiento de altísimas cosas, por lo mismo que al abrir estos superiores horizontes, oculta su esencia, parece que en esto la humilla y deprime. Antiguamente se combatía ora uno ora otro de los artículos de la fe; después se encendió mucho más la guerra, llegándose hasta el extremo de negar todo el orden sobrenatural. Ahora bien; para restablecer en los espíritus el vigor y fervor de la fe nada más a propósito que el misterio eucarístico, llamado con toda propiedad misterio de fe; pues, ciertamente, cuanto hay de admirable y singular en los milagros y obras sobrenaturales se contiene en este: El Señor misericordioso hizo compendio de todas sus admirables obras, dio comida a los que le temen(12).

10. Continuación y extensión de la Encarnación. 

   Si Dios, cuanto hizo en el orden sobrenatural, lo ordenó a la encarnación del Verbo, por cuyo beneficio se restituyó la salvación al género humano, según aquello del Apóstol: Propuso... restaurar en Cristo todas las cosan que son en el cielo y en la tierra, en él(13); la Eucaristía en el sentir de los Padres, debe considerarse como continuación y extensión de la Encarnación. Y en verdad; por ella la sustancia del Verbo encarnado se une con cada uno de los hombres; y se renueva de un modo admirable el supremo sacrificio del Calvario; lo cual profetizó Malaquías cuando dijo: En todo lugar se sacrifica y ofrece a mi nombre una oblación limpia(14). A este milagro de los milagros acompañan innumerable multitud de prodigios: en él se interrumpen todas las leyes de la naturaleza; toda la sustancia de pan y vino se convierte en cuerpo y sangre de Cristo; las especies de pan y vino,  sustentan, sin sujeto, por virtud divina: el cuerpo de Cristo está presente en tantos lugares en cuantos al mismo tiempo se hace el Sacramento. Cuanto mayor sea el obsequio de la mente hacia tan gran Sacramento, tanto más le confirman y ayudan los prodigios realizados en su honor en tiempos pasados y  presentes, y de los cuales consérvanse en multitud de lugares insignes monumentos. Con este Sacramento se alimenta la fe, se nutre la mente, se desvanecen los errores del racionalismo, y se ilumina en gran manera el orden sobrenatural.

11. Refrena las pasiones

   Pero a enervar la fe en las cosas divinas, contribuye mucho, no sólo la soberbia, corno ya hemos dicho, sino también la depravación del corazón. Así se observa ordinariamente que cuanto es un sujeto más morigerado, tanto es más despierto para entender; y que los deleites corporales tornan obtusos los entendimientos, como ya lo echó de ver la prudencia de los paganos y Nos lo avisó antes que ella la divina sabiduría(15); pero en las cosas divinas mayormente esos placeres oscurecen la luz de la fe y aun, por justo castigo de Dios, llegan hasta extinguirla por completo. Tras esos deleites córrese hoy con ardiente e insaciable anhelo; esta es una como enfermedad contagiosa que a todos invade desde la más tierna edad. Remedio excelente contra tan gravísimo mal lo tenemos siempre dispuesto en la divina Eucaristía.

   Porque ante todo, aumentando ella en la caridad, refrena las pasiones, según lo que ya dijo San Agustín: "Lo que alimenta a la caridad, enerva a la pasión, y la extinción de la pasión es la perfección de la caridad(16). Además que la castísima carne de Jesús reprime la insolencia d e nuestra carne, según enseñó San Cirilo de Alejandría: Cuando Cristo está en nosotros hállase adormecida la ley de la carne que brama lujuriosa en nuestros miembros(17). Otro fruto singular y amenísimo de la Eucaristía es el que fue significado en aquel profético dicho: ¿Qué es lo bueno en él (Cristo) y qué lo hermoso de él sino el trigo de los elegidos y el vino que hace germinar vírgenes?(18) Esto es, el firme y constante propósito de la virginidad sagrada, que aun en medio de un mundo relajad o por la molicie, florece vigorosa más y más cada día en la Iglesia católica, con tanta ventaja y ornamento de la religión y aun de la sociedad civil, que no hay quien pueda resistir en este punto a la evidencia.

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