Hijo de una familia de la burguesía española, su padre era ingeniero de ferrocarriles. Nace en Sevilla pero pasa su infancia en Málaga, donde comparte estudios con el futuro escritor Emilio Prados.

Se traslada a Madrid donde cursa estudios de Derecho y Comercio. En 1919 se licencia en Derecho y obtiene el título de intendente mercantil. Ejerce de profesor de Derecho Mercantil desde 1920 a 1922 en la Escuela de Comercio.

En 1917 conoce a Dámaso Alonso en Las Navas del Marqués (Ávila) lugar donde veraneaba, y este contacto supone el descubrimiento de Rubén Darío y Gustavo Adolfo Becquer y los simbolista franceses. Inicia de este modo una profunda pasión por la poesía.

Su salud empieza a quebrantarse en 1922. En 1925 se le declara una nefritis tuberculosa, que termina con la extirpación de un riñón, operación realizada en 1932 En 1925 en la convalecencia de la tuberculosis renal, empieza a escribir poesía. Publica sus primeros poemas en la Revista de Occidente en 1926. Establece contacto con Cernuda, Altolaguirre, Alberti y García Lorca.

Después de la Guerra Civil no se exilia, a pesar de sus ideas izquierdistas. Permanece en España y se convierte en uno de los maestros de los jóvenes poetas.

Obra

Su obra poética presenta varias etapas. En la primera, bajo la influencia del surrealismo, prima el individualismo, el tono visionario y una especie de panteísmo amoroso. Su visión es muy pesimista y se expresa mediante un lenguaje difícil. La cima de esta etapa es Sombra del paraíso.

Su segunda etapa se inicia en 1945 y en ella prevalece el sentimiento de lo colectivo, caracterizado por una postura de integración del poeta en el mundo, conocida como su etapa humana. Su estilo se hace más sencillo, más accesible. Dos son los libros fundamentales de esta etapa: Historia del corazón y En un vasto dominio.

Hay una última etapa, aunque puede ser considerada, más bien, una evolución biológica en la que Aleixandre vislumbra el final de un camino. En este periodo utiliza una voz serena y trágica para cantar a la vejez y a la inminencia de la muerte. Los libros de esta época son Poemas de la consumación, Sonido de la guerra y Diálogos del conocimiento.

La trayectoria poética de Aleixandre suele dividirse en tres etapas: una primera en la que predomina la poesía pura, una segunda marcada por el surrealismo y la tercera caracterizada por la indagación del ser humano.

Poesía pura Aleixandre se inicia en la estética de la poesía pura con Ámbito, compuesto entre 1924-1927 y publicado en Málaga en 1928. En él se aprecia la influencia de Juán Ramón Jimenez, Pedro Salinas y Jorge Guillén. Caracterizan esta primera obra el hermetismo, la depuración léxica y estilística, el metro corto, la asonancia y la naturaleza como marco poético.

Poesía surrealista Entre 1928 y 1932 se produce un cambio radical en su concepción poética. La adhesión al surrealismo supone una mayor libertad en la expresión y en la selección de los materiales poéticos. Aleixandre solamente adoptó de esta escuela algunas técnicas. Pertenecen a esta etapa: Espadas como labios (1932, obra donde la voz del poeta se carga de protesta, amargura e ironía en su búsqueda de la verdad), Pasión de la Tierra, La destrucción o el amor y Sombra del Paraíso.

Poesía antropocéntrica La naturaleza y el cosmos que hasta ahora habían ocupado un primer plano en sus poesías dejan paso al hombre, que se convierte en el centro de atención del universo poético. Este cambio se observa en Historia del corazón (1954), En un vasto dominio (1962) y Diálogos del conocimiento (1974).

Aunque menos conocida, Aleixandre también tiene una producción en prosa que es tan interesante como breve. A ella pertenecen Vida del poeta: el amor y la poesía (1950, discurso de ingreso en la RAE), Algunos caracteres de la nueva poesía española (1955) y, sobre todo, Los encuentros (1958, colección de 39 evocaciones de escritores españoles).

Ver página   http://es.wikipedia.org/wiki/Surrealismo


EL OLVIDO

No es tu final como una copa vana
que hay que apurar. Arroja el casco, y muere.

Por eso lentamente levantas en tu mano
un brillo o su mención, y arden tus dedos,
como una nieve súbita.
Está y no estuvo, pero estuvo y calla.
El frío quema y en tus ojos nace
su memoria. Recordar es obsceno,
peor: es triste. Olvidar es morir.

Con dignidad murió. Su sombra cruza.

 

TORMENTO DEL AMOR

Te amé, te amé, por tus ojos, tus labios, tu garganta, tu voz,
tu corazón encendido en violencia.
Te amé como a mi furia, mi destino furioso,
mi cerrazón sin alba, mi luna machacada.

Eras hermosa. Tenías ojos grandes.
Palomas grandes, veloces garras, altas águilas potentísimas...
Tenías esa plenitud por un cielo rutilante
donde el fragor de los mundos no es un beso en tu boca.

Pero te amé como la luna ama la sangre,
como la luna busca la sangre de las venas,
como la luna suplanta a la sangre y recorre furiosa
las venas encendidas de amarillas pasiones.

No sé lo que es la muerte, si se besa la boca.
No sé lo que es morir. Yo no muero. Yo canto.
Canto muerto y podrido como un hueso brillante,
radiante ante la luna como un cristal purísimo.

Canto como la carne, como la dura piedra.
Canto tus dientes feroces sin palabras.
Canto su sola sombra, su tristísima sombra
sobre la dulce tierra donde un césped se amansa.

Nadie llora. No mires este rostro
donde las lágrimas no viven, no respiran.
No mires esta piedra, esta llama de hierro,
este cuerpo que resuena como una torre metálica.

Tenías cabellera, dulces rizos, miradas y mejillas.
Tenías brazos, y no ríos sin límite.
Tenías tu forma, tu frontera preciosa, tu dulce margen
de carne estremecida.
Era tu corazón como alada bandera.

¡Pero tu sangre no, tu vida no, tu maldad no!
¿Quién soy yo que suplica a la luna mi muerte?
¿Quién soy yo que resiste los vientos, que siente las
heridas de sus frenéticos cuchillos,
que le mojen su dibujo de mármol
como una dura estatua ensangrentada por la tormenta?

¿Quién soy yo que no escucho entre los truenos,
ni mi brazo de hueso con signo de relámpago,
ni la lluvia sangrienta que tiñe la yerba que ha nacido
entre mis pies mordidos por un río de dientes?

¿Quién soy, quién eres, quién te sabe?
¿A quién amo, oh tú, hermosa mortal,
amante reluciente, pecho radiante;
¿a quién o a quién amo, a qué sombra, a qué carne,
a qué podridos huesos que como flores me embriagan?

LAS MANOS

Mira tu mano, que despacio se mueve,
transparente, tangible, atravesada por la luz,
hermosa, viva, casi humana en la noche.
Con reflejo de luna, con dolor de mejilla,
con vaguedad de sueño,

mírala así crecer, mientras alzas el brazo,
búsqueda inútil de una noche perdida,
ala de luz que cruzando en silencio
toca carnal esa bóveda oscura.

No fosforece tu pesar, no ha atrapado
ese caliente palpitar de otro vuelo.
Mano volante perseguida: pareja.
Dulces, oscuras, apagadas, cruzáis.

Sois las amantes vocaciones, los signos
que en la tiniebla sin sonido se apelan.
Cielo extinguido de luceros que, tibios,
campo a los vuelos silenciosos te brindas.

Manos de amantes que murieron, recientes,
manos con vida que volantes se buscan
y cuando chocan y se estrechan encienden
sobre los hombres una luna instantánea.

EL SUEÑO

Hay momentos de soledad en que el corazón reconoce, atónito, que                                                                                          no ama. 
Acabamos de incorporarnos, cansados: el día oscuro.
Alguien duerme, inocente, todavía sobre ese lecho.
Pero quizá nosotros dormimos...
Ah, no: nos movemos.
Y estamos tristes, callados. La lluvia, allí insiste.
Mañana de bruma lenta, impiadosa. ¡Cuán solos!
Miramos por los cristales. Las ropas, caídas;
el aire, pesado; el agua, sonando. Y el cuarto,
helado en este duro invierno que, fuera, es distinto.

Así te quedas callado, tu rostro en tu palma.
Tu codo sobre la mesa. La silla, en silencio.
Y sólo suena el pausado respiro de alguien,
de aquella que allí, serena, bellísima, duerme
y sueña que no la quieres, y tú eres su sueño.

 


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Copyright © 2004 Poemario y Pinturas de Luis Vargas Alejo
Última modificación: 19 de febrero de 2008

 


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