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EVIDENCIAS GRAMATICALES DE QUE EL LUNFARDO NO ES UNA JERGA

Por José Pedro Viegas Barros

Ponencia presentada en las Jornadas Académicas "Hacia una redefinición de lunfardo", organizadas por la Academia Porteña del Lunfardo los días 3, 4, y 5 de diciembre de 2002

1. Introducción.

Entre las definiciones más comunes del término “lunfardo”, tanto entre lingüistas como entre no-lingüistas, corre implícita o explícitamente la de que se trata de una jerga. Ahora bien, ¿qué es una jerga? La definición técnica lingüística es (p. ej., Kaufman 1990:67): un determinado vocabulario inserto dentro de la estructura de una lengua.

En consonancia con esta definición, la mayor parte de los (relativamente pocos) lingüistas que se han dedicado al estudio del lunfardo lo hicieron desde una perspectiva básicamente lexicista: es decir, se ocuparon primordialmente del léxico lunfardo, sobre todo de sus orígenes (cf. p. ej., Meo Zilio y Rossi 1972, Fontanella de Weinberg 1994, Rojas Mayer s.d.).

El propósito de este trabajo es tratar de demostrar –brevemente que el lunfardo de ninguna manera puede ser considerado una jerga, por lo menos en el sentido que el término “jerga” tiene para la lingüística. Las jergas, según esta definición, no tienen gramática, utilizando la de las lenguas en las que están insertas. Si un habla tiene mecanismos gramaticales que le son propios, entonces, por definición, no es una jerga. La presente ponencia mostrará que el lunfardo tiene rasgos gramaticales que le son propios. Por razones de espacio, me voy a limitar a exponer aquí sólo tres de esos rasgos.

2. Características gramaticales propias del lunfardo.

2.1. El uso de se como forma proclítica del pronombre de primera persona plural.

Más allá de las controversias que Julio Sosa produjo al cambiar la letra de un verso del tango Cambalache, de Enrique Santos Discépolo, “... que allá en el horno se vamo a encontrar”, cuando el original decía “nos vamos a encontrar” (Discépolo 1935), lo cierto es que el sintagma se vamo es bien popular, y yo no dudo en considerarlo propio de (un nivel socialmente estigmatizado de) lunfardo. En esta construcción se vamo vemos un uso de la forma pronominal se equivalente a nos en la norma culta del castellano rioplatense, es decir, a la forma proclítica del pronombre de primera persona plural.

Este uso muestra un incremento en lunfardo de la macrofuncionalidad (concepto para el cual véase Gil 2001, con ejemplos de distintas lenguas del mundo) del elemento se del castellano, en donde puede cumplir, por lo menos, la siguientes funciones:

-- objeto indirecto (variante de le/les delante de otro proclítico que comienza con ele).

-- tercera persona reflexiva;

-- tercera persona recíproca;

-- lo que la gramática tradicional llama “signo de cuasi reflejo” de tercera persona, y

-- marca de pasiva impersonal.

En lunfardo, se tiene una función más, la de “cuasi reflejo” de primera persona plural.

El origen de este tipo de construcción debe buscarse, sin duda, en formas correspondientes del italiano, como ci andiamo ‘nos vamos’. Lo interesante del caso es que aquí se trata de un cambio motivado por el contacto de lenguas pero que no produce un préstamo, sino la reinterpretación de un elemento. Y las reinterpretaciones gramaticales comienzan con una interpretación errónea. Porque en italiano ci es la forma oblicua del pronombre noi ‘nosotros’; el reflexivo correspondiente a se es si. Los hablantes bilingües (o semibilingües) que calcaron este tipo de construcción del italiano cometieron un error de interpretación, para decirlo en lunfardo, un tanto groso, pero ¿por qué causa? Creo que la respuesta está en que esos mismos hablantes tendían a eliminar la ese en posición final de palabras (ya que en italiano ese fonema no existe en dicha posición), con lo que las expresiones nos vamos y no vamos se volvían para ellos peligrosamente iguales, pronunciándose ambas no vamo.

Por tanto, necesitaban reemplazar una de las dos construcciones. Se eligió de manera natural un elemento gramatical que cumpliese una función algo parecida (en este caso, estar delante del verbo) y tuviera cierto parecido fonético al italiano ci (ese elemento resultó ser el proclítico se) y se lo introdujo en lugar de nos. Esto fue posible por dos razones: (1) porque se no se usaba en ese contexto; es decir, la construcción resultante no podía ser confundida con otra construcción previamente existente, y (2) porque se era ya un elemento macrofuncional, esto es, con muchas funciones en castellano, es decir, que sin forzarlo demasiado se le podía agregar una más.

El resultado final es una diferencia gramatical entre el castellano y el lunfardo: *se vamos es agramatical en la norma culta del castellano rioplatense, pero se vamo es perfectamente gramatical en lunfardo, o, por lo menos, en una de sus variedades o registros (aun cuando se trate de una variedad al parecer socialmente estigmatizada).

2.2. El sufijo verbal -riola.

Ahora me voy a ocupar de la terminación verbal -riola. Comienzo citando a Ema Gregores y Jorge Suárez, lingüistas argentinos, que en su adaptación del libro de Charles Hockett Curso de Lingüística General, hablando hacia fines de la década de 1960, decían (p. 307): "En Buenos Aires... hace unos veinte o treinta años el sufijo -riola, de reciente creación, era extremadamente productivo y se agregaba libremente a casi todo tema verbal: cantariola, volveriola, dormiriola, etc. (significaba que se ponía en duda la realización de lo significado por el verbo; v. gr., ¡qué va a pagar! ¡pagariola!)". Gobello menciona este sufijo, bajo la forma -iola, en su Nuevo diccionario lunfardo (1990:142), por lo que, creo, no hay dudas de que este elemento pertenece al lunfardo.

Mi propia intuición como hablante de una variedad lingüística en que se usa o usaba esta expresión (yo la he usado y la he oído usar cuando era niño y adolescente, en el conurbano bonaerense en las décadas de 1960/1970) es que este sufijo agrega o agregaba un matiz de frustración o decepción. Ganariola significa algo así como que se esperaba o deseaba que el actuante involucrado en la acción de ganar hubiese efectivamente ganado, pero por alguna razón no ganó. En este sentido, creo que se podría llamar deceptiva o frustrativa a la forma verbal lunfarda construida con este sufijo.

Lo interesante de esta forma verbal son dos cosas: (1) no hay una forma sintética parecida ni en castellano ni en italiano, ni en otras lenguas europeas que contribuyeron al origen del léxico del lunfardo, es decir, que en todas estas lenguas para expresar algo parecido hay que recurrir a construcciones perifrásticas más o menos largas, y (2) se trata de una forma al parecer invariable, sin flexión de persona o de tiempo. Véanse los siguientes ejemplos:

P[regunta]: ¿Ganaste? R[espuesta]: Ganariola.

P: ¿Ganamos? R: Ganariola.

P: ¿Ganó? R: Ganariola.

P: ¿Ganará? R: Ganariola.

P: ¿Habrá ganado? R: Ganariola.

P: ¿Hubiera ganado? R: Ganariola.

Puede ser que la forma verbal en -riola sea efectivamente (como dice Gobello 1990) un derivado de lo que la gramática tradicional llamaba el modo potencial (actualmente, vía Real Academia Española, el tiempo condicional del modo indicativo). Pero la gran diferencia consiste en que el modo potencial (o tiempo condicional) tiene flexión de persona: ganaría, ganaríamos, etc., mientras que la forma en -riola habría sido una forma sin flexión, no finita.

Aquí tenemos otra diferencia gramatical entre el castellano y el lunfardo: el castellano tiene tres formas verbales no finitas (infinitivo, participio y gerundio) y el lunfardo, cuatro (las tres anteriores más la que acabamos de ver, a la que provisoriamente llamaré deceptivo o frustrativo). Y noten que por tener un elemento más, en este punto específico, la gramática del lunfardo resulta más rica y compleja que la del castellano.

2.3. Los infijos de sexo -o ‘masculino’, -a ‘femenino’.

El castellano, como la mayor parte de las lenguas del mundo (incluyendo a todas las lenguas europeas modernas), tiene prefijos y sufijos. Entre los sufijos del castellano están -o y -a, que en adjetivos y algunos otros tipos de palabras indican el género del sustantivo al que estas palabras determinan (respectivamente, 'masculino' y 'femenino'), y en sustantivos animados indican el sexo del ser al que se hace referencia (también, respectivamente, 'masculino' y 'femenino').

El castellano popular de muchas partes del mundo hispanoparlante usa los adjetivos sustantivizados viejo y vieja para referirse, de manera metafórica, respectivamente al padre y a la madre. Al ser estas palabras funcionalmente sustantivos, los sufijos son aquí marca de sexo. El análisis morfológico de estas palabras es el siguiente:

Tema o raíz: viej- 'progenitor'

Sufijos: -o 'sexo masculino', -a 'sexo femenino'

El lunfardo tomó del habla al vesre las formas de esas palabras jovie y javie (al parecer también existe o existió una variante jaevi de esta última forma, Gobello 1990:143). En este par de palabras lunfardas las marcas de sexo o de género están incluidas dentro de ellas mismas. Vale decir que en estas dos palabras los elementos o 'masculino' y a 'femenino' ya no son sufijos, sino lo que se llama infijos, y el tema o raíz de la palabra se vuelve discontinuo, con lo que el análisis morfológico es bastante distinto del de las correspondientes formas castellanas.

Tema o raíz: j...vie 'progenitor'

Infijos: -o- 'sexo masculino', -a- 'sexo femenino'

El uso de infijos es común en algunas lenguas del mundo (p. ej., en las lenguas malayo-polinesias), pero es algo completamente inusual en las lenguas europeas modernas.

Con este rasgo morfológico, el lunfardo se aparta tipológicamente bastante del castellano (y del italiano y otras lenguas europeas).

3. Conclusiones.

Creo que los tres ejemplos que acabamos de ver muestran que el lunfardo tiene sus propios rasgos gramaticales, a veces muy distintos tanto de la gramática del castellano como de la del italiano u otras lenguas que puedan haber participado en el origen de su léxico.

Y, dado que una jerga es solamente una colección de piezas léxicas, un conjunto de palabras, y no tiene gramática, resulta obvio –entonces– que el lunfardo, que tiene una gramática, no puede ser una jerga.

Y si no es una jerga, dirán ustedes, ¿qué es? Lamentablemente, no entra dentro de mis posibilidades actuales contestar a esta pregunta. En otra palabras, no sé cómo precisar qué cosa es el lunfardo. Por el momento, me parece una definición prudente la de Berenguer Carisomo (en prólogo a López Peña 1972:10), quien dice sencillamente que el lunfardo es "un habla de Buenos Aires...". Pero yo agregaría qué cosas estamos seguros que no es lunfardo, p. ej.:

-- no es una lengua artificial, porque no fue inventada por una persona determinada;

-- no es una lingua franca, porque no es usada para intercambio cultural y no tiene una gramática extremadamente reducida;

-- no es un criollo, porque no tiene hablantes nativos, y

-- ciertamente, tampoco es una jerga, porque –como se ha visto en este trabajo– no es sólo un vocabulario y tiene su propia gramática (además de no estar restringido a un grupo más o menos reducido dentro de la comunidad lingüística en la que se usa).

En mi opinión, el lunfardo tampoco es:

-- un estilo o registro,

-- ni un sociolecto,

-- ni un dialecto (aunque hay algún lingüista, como Fontanella de Weinberg (1978), que lo ha considerado parte de continuum dialectal).

Según la definición que yo uso de "dialecto", éste tiene que tener hablantes nativos, y el lunfardo no los tiene; el lunfardo no es ni parece haber sido nunca el dialecto materno de nadie. Por otra parte, el lunfardo es hablado en distintas regiones rioplatenses codo a codo con lo que sí son las variedades o sub-variedades dialectales del castellano propias de cada lugar. Y además, como para terminar de complicar las cosas, el mismo lunfardo tiene sus variedades dialectales; p. ej., no es lo mismo el lunfardo de Buenos Aires que el de Montevideo; quizás también tenga diferencias sociolectales (no sería lo mismo, p. ej., el lunfardo de los cajetillas que el de los reos) y estilísticas (parecería haber, p. ej., un lunfardo más pulido y otro más estigmatizado o grasa).

Sin duda, la génesis del lunfardo puede explicar cómo llegó a ser lo que es. En mi opinión, el lunfardo pudo haber comenzado siendo –por lo menos en parte– una jerga. Si se hubiera cristalizado, digamos, hacia 1880, posiblemente hoy no sería más que un vocabulario más o menos herméticamente cerrado, utilizado por un determinado grupo social; es decir, seguiría teniendo una naturaleza jergal. Pero sucedió que a fines del siglo XIX o comienzos del XX surgió el tango. La incorporación prácticamente inmediata del lunfardo a las letras del tango vino a darle a esta habla una tremenda y extraordinaria popularidad, una popularidad de la cual no goza ninguna jerga del mundo. Esta popularidad convirtió al lunfardo en algo muy vivo, sujeto a las reglas de la evolución lingüística. Y, aunque durante todo ese tiempo (más de un siglo) el lunfardo no parece haber sido, como he dicho, la lengua materna de nadie, sino más bien un habla que se aprende de manera distinta y paralela al habla materna, sin embargo desarrolló sus propios rasgos gramaticales (de los que en este trabajo se han visto tres) como si fuera una lengua que tiene sus propios hablantes nativos.

En este aspecto, no parece estar documentado un caso exactamente igual al del lunfardo en ninguna otra parte del mundo. El lunfardo constituiría así un tipo único de estructura lingüística, que espera una descripción gramatical adecuada por parte de los lingüistas.

Mi esperanza es que el presente trabajo contribuya de alguna manera a despertar ese interés.


Bibliografía:

Discépolo, Enrique Santos: Cambalache, Buenos Aires, Julio Korn, 1935.

Fontanella de Weinberg, Beatriz: "El lunfardo: de lengua delictiva a parte de un continuo lingüístico", Vicus. Cuadernos de Lingüística, 2, Amsterdam, John Benhamin's, 1978 (133-46).

-------------------------------: "Una fugazza con fetas de panceta y provolone: la incorporación léxica en el español bonaerense", Estudios sobre el español de la Argentina, III, Bahía Blanca, Universidad Nacional del Sur, Departamento de Ciencias Sociales, 1994.

Gil, David: "Escaping eurocentrism: fieldwork as a process of unlearning", en P. Newman y M. Ratcliff (eds.) Linguistic fieldwork, Cambridge, Cambridge University Press, 2001 (102-32).

Gobello, José: Nuevo diccionario lunfardo, Buenos Aires, Corregidor, 1990.

Hockett, Charles Francis: Curso de Lingüística moderna, traducción de Ema Gregores y Jorge Suárez, Buenos Aires, EUDEBA, 1971 [A course in modern Linguistics, Nueva York, MacMillan, 1958].

Kaufman, Terrence: "The native languages of South America. What we know and how to know more", Amazonian linguistics. Studies in lowland South American Languages, ed. por Doris L. Payne, Austin, University of Texas Press, 1990 (13-74).

López Peña, Arturo: El habla popular de Buenos Aires, prólogo de Arturo Berenguer Carisomo, Buenos Aires, Freeland, 1972.

Meo Zilio, Giovanni y Ettore Rossi: El elemento italiano en el habla de Buenos Aires y Montevideo, Florencia, Valmartina, 1972.

Rojas Mayer, Elena: "La norma hispánica: prejuicios y actitudes de los argentinos en el siglo XX" , s.d. (Si el enlace nos los llevara a buen perto, prueben copiando y pegando la dirección http://www.sre.urv.es/projectes/comunicacio/a8_art1.htm).