Alfredo Benítez y yo

Luis G. Prado


Alfredo Benítez murió el día 30 de noviembre, después de que le atropellase un coche en Jerez de la Frontera y permaneciera diez días en coma en un hospital de Cádiz. Tenía treinta y cinco años. Yo le conocía desde hacía cuatro, y aunque no es demasiado tiempo, sí fue suficiente para que, de forma paulatina pero contínua, me contagiase un poco de su forma de ver el mundo y hacer las cosas.

Alfredo había colaborado, siendo muy joven, en la última etapa de la revista Nueva Dimensión con unas críticas de libros de las que ahora renegaba. Publicó también durante los años ochenta una novela corta en Máser de la que decía que sin duda fue decisiva para el cierre del fanzine. Y es que Alfredo aunaba un gran espíritu de perfeccionismo con la humildad suficiente para admitir sin problemas lo insatisfactorio de la propia obra ("sé poner una palabra detrás de otra", es todo lo que admitía como reconocimiento de su propia valía como articulista).

En primavera de 1994 se puso en contacto conmigo a raíz de un anuncio que publiqué en BEM. Entonces el fanzine que yo sacaba, y que llegaría a ser Artifex, aún se llamaba El Fantasma, y era muy diferente a lo que luego fue. Alfredo colaboró en él aportando viejos comics que había guionizado en los años ochenta y que habían dibujado autores como Jesús Merino. También comenzó a escribir artículos, espoleado por la posibilidad cercana de publicar y por las conversaciones que manteníamos cada vez que yo volvía a Jerez desde Madrid, donde estudiaba. El primero fue un entrañable artículo sobre Watchmen, y en los años que siguieron se encargaría de comentar para mí otros muchos temas, además de colaborar en la HispaCon de Gadir´95 con un excelente ensayo sobre Tomás Salvador que acabaría apareciendo en Gigamesh. Además, a través de él pude conocer a Ángel Torres, a Rafael Marín y a Félix Palma, escritores de la provincia y buenos amigos.

Pero, con todo, lo más importante de su relación con El Fantasma y luego Artifex fue la forma en que me influyó en la propia idea que tenía de la labor de editor. "El hombre de las grandes tijeras plateadas", lo llamaba Alfredo, seguramente citando a algún autor de entre los muchos a los que le permitían acudir su enorme capacidad de retención y su vasta erudición; aunque nunca me dijo quién, según su costumbre. No repetiré las ideas de Alfredo, puesto que aparecieron ampliamente expuestas en su artículo "Criterios de seleción" (Artifex vol.16); baste decir que no tardé en hacerlas mías, y que si algún valor ha tenido el fanzine que he producido en estos últimos años, el mérito se debe a la inquietud que Alfredo supo sembrar en mí.

Con la muerte de Alfredo, pues, no sólo pierdo al amigo con el que compartía una afición, al mejor de los ensayistas que he conocido o al imprescindible hombre "CD-ROM" (como decía cariñosamente Angel Torres) que siempre disponía del dato que me faltaba, sino algo más: pierdo la guía que en los últimos tiempos había mantenido el rumbo de mi proyecto personal. Y realmente lo voy a echar de menos.

(Para mantener su memoria, algunos de sus amigos hemos decidido instituir la mención Alfredo Benítez, que distinga a un trabajo ensayístico significativo sobre el género fantástico que haya sido publicado en revistas, fanzines o libros. Espero poder dar pronto más datos sobre esta iniciativa.)



Publicado originalmente en Gigamesh nº 18 (febrero 1999)

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