Con ocasión de
la I Mención

Rafael Marín


Alfredo Benítez era muy alto, y testarudo como él solo. Se atrevió incluso a criticarme Lágrimas de Luz con argumentos un tanto peregrinos. Con todo, no perdimos la amistad. Una vez que nos reencontramos después de habernos perdido la pista unos cuantos años, me dijo que yo siempre le ganaba las discusiones. Como si fuera tan sencillo hacerlo callar, si el tío era un máquina. Angel Torres decía que era un ordenador humano.

Era nuestro amigo, amaba la ciencia ficción y el baloncesto, y sé que en el fondo, pese a su tamaño casi extraterrestre, era muy tímido. Un imbécil al volante lo mató hace un año, cuando él esperaba ante un semáforo, en su bicicleta pobre, para poder seguir su camino.

En el mundo de la ciencia ficción Alfredo Benítez se desveló como crítico, quizá porque esa misma timidez le impedía aspirar a ser escritor de historias, aunque alguna intentó, sin hacerlo demasiado mal. Solía ser demoledor, implacable, pero también enormemente coherente y lúcido. Se aferraba a sus posturas y las razonaba con la pasión de quien ama profundamente aquello que defiende, incluso aquello de lo que despotrica. Una vez, le comenté que por mucho método científico que pretendiera aplicar a sus posturas, seguía siendo tan apasionado como yo. Alfredo se rió y dijo aquello de "efectivamente, sí señor", que decía tanto, y puso su gorra de NY y miró aquel reloj que llevaba siempre para no perder el tren, un reloj que hoy quisiera creer parado.

Quienes fuimos sus amigos, en homenaje a su cariño hacia el género y hacia nosotros, que también somos un cachito del género, hemos instaurado una humilde mención, como humilde era Alfredo. Una mención con la que, anualmente, queremos dejar constancia del paso de Alfredo por la ciencia ficción, por la literatura fantástica, por la vida y por nuestras vidas.

Este año, en Santiago, vamos a dar la I Mención de Literatura Fantástica «Alfredo Benítez». Entre los muchos y buenísimos artículos dedicado al tema que han aparecido desde que él no está, Angel Olivera, Luis G. Prado, Angel Torres Quesada y yo mismo hemos escogido uno. Es un premio simbólico, que tiene como elemento palpable una brújula, porque pensamos que una de las misiones del crítico es esa, señalar al norte, indicar el camino.

Y nos gustaría, en honor a Alfredo, que fue nuestro amigo, que este premio creciera año tras año, y que se llenara de prestigio.

Sé que lo vamos a conseguir. Porque a Alfredo le habría gustado (aunque seguro que se habría puesto muy colorado, porque era tímido), y porque a nosotros nos da la gana recordarlo de esta forma.

Y porque el estilo de crítica sesuda, científica y a veces implacable que él inició, afortunadamente, prolifera en estos tiempos.

Y es justo reconocer que él fue el primero.


Publicado originalmente en Códice Estelar (boletín de la HispaCon 1999)

Volver a la Mención.

Hosted by www.Geocities.ws

1