Sede          Otras columnas


030915

Carpe Diem


¡Crash!
[email protected]

No voy a escribir sobre
Crash, aquella película en la que James Spader y Holly Hunter interpretan a dos personajes que se excitan sexualmente mientras ven accidentes de automóvil, o participan en ellos.  Hubiera titulado esta columna ¡Plenguén!, pero no hubiera tenido gracia. 

Lo que voy a hacer es contarles una experiencia y luego les explicaré por qué. El jueves salí para mi trabajo.  Me abroché el cinturón de seguridad y cogí camino. Noté que el cinturón atravesaba mi pecho justo encima de mi pluma y me dije “sí tengo un accidente, el cinturón va a presionar la pluma y esta se me puede incrustar en el pecho.” Entonces bajé la pluma y quedó sobre mi panza.  Y pensé en cenar melón.

Seguí avanzando y me aproximé a un crucero peligroso.  Sé que es peligroso porque, en esa esquina, cuando yo tenía 10 años, vi volar por el aire a un motorista cuando fue golpeado por un automóvil.  Se que es peligroso porque desde que vivo en los alrededores, hace casi 9 años, he visto decenas de accidentes de distintas dimensiones.

Como paso por ahí todos los días, he visto que pusieron
boyas y ahora hay un gran burrunche. Además, el lugar tiene sus señales de Alto.  Empero, cuando uno pasa por el área, siempre hay vehículos que se dejan ir.  Uno pasa por ahí y no sabe si los carros que vienen del otro lado van a parar, o no, aunque uno tenga la vía. 

Total, en esas iba cuando vi que un auto gris se asomaba sospechosamente.  Todo esto pasa en fracciones de segundo.  Sospeché que podría no parar, pero tampoco es que fuera rápido.  Sólo se pasó el burrunche y se dejó ir.  Pero ya era tarde.  En un instante sentí un golpe fuerte en mi carro.  El golpe me hizo virar hacia la derecha y se escuchaba un ruido violento.  Por el rabillo del ojo vi cómo se despedazaba la ventanilla izquierda de mi auto.  Detuve el vehículo, me puse
como ochenta mil jicaques, y salí de él inmediatamente.

Lo primero que vi fue el lado izquierdo de mi carrito como pocillo de loco.  Luego vi el carro de la persona responsable y avancé hacia él.  Sólo para descubrir que no tenía seguro. 
¡Chispas!, me dije. Y me enojé mucho más. Unas personas generosas que había por ahí nos auxiliaron.  Llegó la policía y los agentes se portaron muy bien conmigo pero le jugaron muy sucio al que me chocó (que tenía todos sus papeles en orden, pero es extranjero). 

En resumidas cuentas el  que me chocó el carro tuvo que llamar a su jefe, que de inmediato se ofreció para reparar los daños.  Llevamos el auto al taller, el hombre me llevó a conocer su fábrica, me dio un cheque por una buena parte de lo que puede costar la reparación, se comprometió a pagar el resto y bueno...ando a pié...bien fregado...pero tuve la suerte de que el culpable del accidente y su jefe son gente honrada.

Empero, ¿qué hubiera pasado si no hubieran tenido con qué responder? Como me dijo una amiga "¡Es inmoral andar por ahí manejando sin seguro!"  Y cuando me lo dijo sentí un golpe, porque yo tampoco lo tengo, y ella está
atorada de razón.  Yo no digo que debería haber una ley que nos obligue a tener seguro por daños a terceros, como mínimo; pero ciertamente que es inmoral conducir sin tener con qué enfrentar la responsabilidad propia si uno deja sin carro, o manda al hospital, a alguien más.

Yo debería haberlo sabido porque mi padre murió luego de 12 días en el hospital, como consecuencia de un accidente automovilístico.

El punto de esta columna es señalar que, cuando uno maneja un automóvil pueden ocurrir todo tipo de accidentes.  Desde pequeños y anecdóticos hasta trágicos y fatales.  Frente a esa posibilidad ¡uno debe estar asegurado!  No sólo para protección propia, sino para cumplir moralmente con aquellas personas a las que se les hiciera un daño.

Por supuesto que ya empecé a hacer averiguaciones, y hay seguros mínimos con primas tan convenientes como Q.600 al año.  Y que conste, que no soy vendedor de seguros. Es sólo que la observación de mi amiga me llegó profundo.  La contratación de un seguro para proteger la vida y la propiedad de uno y de otros, en casos de accidentes automovilísticos, es un acto de responsabilidad personal, de moral y de caballerosidad.

Claro que uno aprende por las malas, pero eso es mejor que no aprender del todo.

¡Felíz cumpleaños, Guatemala! Quisiera estar más que enamorado del fiambre, el subanik, el pepián, el cak ik y los tamales.  Quisiera añorar algo más que tus paisajes.  Quisiera que me ataran a ti, no sólo los vínculos con mi familia y mis amigos.  Quisiera que me unieran a tu tierra, no sólo mi ombligo, que está enterrado aquí; sino que compartiéramos, todos los que aquí vivimos, un amor profundo por la vida y la libertad.


Sede



Hosted by www.Geocities.ws

1