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03015


Carpe Diem

¿Educación, o entrenamiento?

Luis Figueroa
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Acabo de leer una entrevista que el periodista estadounidense Geof Metcalf, de TalkNetDaily, le hizo a la asesora en educación Charlotte Iserby.  En ella, la experta advierte contra los efectos negativos de sustituir la educación por el entrenamiento, en las escuelas.  También llama la atención sobre el papel que fundaciones y organismos internacionales han tenido en esa nefasta tendencia.

En el fondo, sin embargo, está el hecho de que aquellas influencias y tendencias no serían posibles si los gobiernos no tuvieran el control de los contenidos educativos.  Es decir, el control de los
curricula.  
En Guatemala el sector público de educación primaria atiende poco más o menos a un 83 por ciento de los estudiantes matriculados.   En secundaria, aproximadamente 33 por ciento de los estudiantes acude a instituto público.  Sin embargo, las directrices del Ministerio de Educación también deben ser observadas en el sector privado, con poquísimas excepciones.

Sobra decir que aquella influencia estatal genera oportunidades de corrupción, contratiempos y desánimo en el sector privado.   Eso sí, por muy malos que sean algunos colegios
de garage, algunos son mejores opciones que las escuelas e institutos públicos.   La prueba es que los padres de familia prefieren inscribir ahí a sus hijos, que optar por la instrucción pública gratuita.

Recientemente, un analista de Flacso, Virgilio Alvarez, llamó la atención sobre las diferencias que hay entre los colegios caros y de alto nivel académico y los masivos y
de garage, donde la calidad de la enseñanza es pobre.   Alvarez tiene razón al señalar que sólo una minoría de colegios es de buena calidad.  Sin embargo hay un detalle que escapa al análisis común acerca de los colegios; y esto es que, como la mayoría de ellos son un negocio (como cualquiera otro), su sobrevivencia en el largo plazo depende de qué tan bien satisfagan las necesidades de sus clientes (padres y alumnos).  Obviamente habrá buenos y malos colegios, como hay buenos y malos restaurantes, o supermercados.  Pero si las autoridades interfieren mediante la regulación de contenidos, o de cuotas, por ejemplo, crean distorsiones que impiden el mejoramiento de los buenos establecimientos, y facilitan la multiplicación de los malos.  Esto es porque alteran la información que de ellos llega al mercado.

Claro que no todo colegio caro tiene que ser bueno, ni todo colegio barato tiene que ser malo; pero hay colegios para todos, como debería haber
curricula para todos.   Al final, en la universidad, o en la vida real, se verán los resultados.  

Otro detalle importante, que no hay que olvidar, es que los padres deben supervisar los textos, las tareas y la educación de sus hijos.   En última instancia el sistema educativo oficial puede hacer
micos y pericos para indoctrinar, o entrenar, a los patojos; pero si los padres cumplen con su responsabilidad, aquellos intentos pueden resultar inútiles.

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