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020617


Carpe Diem


La ciudad es una trampa
Luis Figueroa
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A veces uno tiene la sensación de que la ciudad de Guatemala se ha convertido en una trampa. 

Vea usted, por ejemplo, el retén policíaco que se apuesta durante los fines de semana, de noche, en la 6ª. Avenida entre 11 y 12 calles de la zona 9.  Uno diría que están ahí para hacer cumplir las leyes contra los conductores que manejan bajo influencias de sustancias como el alcohol y las drogas.  Uno diría que están ahí para hacer cumplir las leyes contra la portación ilegal de armas (cosa que uno podría sentarse a discutir).  Sin embargo, a juzgar por lo que me han contado, el objetivo de dicho puesto de la policía es otro.

A ver. Adivine.  ¿Qué hace un grupo de policías, de madrugada, en fin de semana, en un área tan cercana a restaurantes, hoteles y otros centros de entretenimiento? 

Si dijo que están
mordiendo adivinó.  Pero si usted cae en esa trampa y no lleva dinero suficiente, no se aflija.  Los agentes, generosos que son, le permiten ir a algún cajero automático cercano y extraer el efectivo necesario para continuar su camino en paz.

Estas prácticas eran muy comunes hasta mediados de los 90s; pero ya habían desaparecido.  Yo mismo, hace dos años, fui detenido por un par de patrulleros; y como andaba con la licencia vencida los agentes que la revisaban intentaron sacarme unos pesos.  Sólo me salvaron una enorme dosis de buen humor y mi mejor
puppy face.

Las trampas de la ciudad son de diferente índole.  Vea usted lo que pasa a lo largode la Avenida de la Reforma y la Avenida de las Américas durante los domingos.   Los derechos de paso de los conductores de vehículos son violados por los intereses de ciclistas y peatones que, por orden del alcalde, pueden utilizar las calles a su antojo, en perjuicio de otros.

Mea culpa. Admito que a veces salgo los domingos a pasear en bicicleta; pero eso no me impide darme cuenta de estoy cometiendo un abuso contra los legítimos usuarios de las calles, que son los conductores de vehículos.  Claro que es muy nindo salir a pasear, pero los intereses de unos no deben privar sobre los derechos de otros.

Hablando de abusos, y en el mismo contexto de Pasos y Pedales, imagínese usted lo que es vivir en la Avenida de las Américas durante toda su vida y que de repente, por orden del alcalde, su vecindario se vea invadido por bocinas gigantescas que tocan salsa y merengue.  Imagínese usted lo que es ser despertado por los feligreses de una misa callejera que, en la peor tradición de los altavoces protestantes, lo despiertan a las diez de la madrugada, en el día del Señor.  Ni siquiera el hecho de que dicha misa se celebre cerca de la embajada de Cuba justifica tamaño abuso.

Las vías de circulación de vehículos, en toda la ciudad, no deberían ser obstruidas.  Los policías no deberían de andar
mordiendo.   Y los vecinos de cualquier barrio no deberían de ser molestados en domingo por la mañana.



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