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020520


Carpe Diem


El Canchinflín
Luis Figueroa
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A este gobierno le deberían decir El Canchinflín porque por donde pasa, quema.   Y en ese contexto, la excelente idea de otorgar en concesión carreteras, puertos y aeropuertos debe ser ejecutada bajo los más estrictos estándares de transparencia y probidad.  Digo, por aquello de las mordidas, el nepotismo y otras formas de corrupción.

Ante la evidencia, sólo los necios podrán negar que la privatización de las empresas eléctrica y telefónica ha sido de gran beneficio para los usuarios.   Por ejemplo, ya no hay cortes de electricidad de cuatro horas de duración durante días y días como ocurría hace unos años.  Y si bien es cierto que se está discutiendo la facturación del servicio, eso ni siquiera podía hacerse cuando la EEGSA era propiedad del gobierno.  Trate usted de discutir con un burócrata de la aduana, del INDE, o del Ministerio de Educación y va a ver como era la vida antes de la privatización.

Otro ejemplo es el de la telefonía.  Antes de la privatización, los usuarios no podían tener teléfono fijo en su casa porque no habían líneas.  Y si las habían, tenían que pagar mordidas y esperar dos años antes de que sonara el primer riiiing en su casa. ¿Se acuerda de que sólo habían teléfonos grises? Ahora es diferente: una empresa ofrece instalarle una línea residencial por sólo Q. 799 (aunque el precio normal es de Q. 1700) y lo único que usted tiene que hacer el conectar el aparato a un tomacorriente.  ¡No hay que esperar dos años, dos meses, ni dos días!

Antes de la privatización, si los pobres no podían tener acceso a teléfonos fijos, ¿qué iban a andar soñando con un celular? Hoy, sin embargo, los sacerdotes mayas, los vendedores de muebles artesanales, las placeras y los gujeros, conducen sus negocios de igual manera que los banqueros, los obispos y los dirigentes sindicales: por el celu.

El costo del minuto, de una llamada a Estados Unidos, bajó de US$ 1.55 a 0.2 entre 1995  y el 2000. No es extraño, entonces, que el aumento de las llamadas internacionales, en los últimos tres años, haya sido de entre 40 y 50 por ciento. Hay dos empresas compitiendo por la telefonía pública y cuatro por la móvil.  Más de 935,000 personas tienen teléfono celular.

No ocurrió nada de lo que los socialistas decían que iba a ocurrir con la privatización y la liberalización del mercado.  Al contrario: ahora hay más líneas y estas son más baratas, los pobres están mejor atendidos y
tutti contenti. 

Con esa experiencia, ya sabemos que si las carreteras, puertos y aeropuertos pasan a manos privadas, seguramente tendremos mejores servicios en esas áreas.  Empero, hay que estar ojo al Cristo, porque en el camino la concesión de aquellas actividades puede convertirse en una piñata más de esta administración.

No permitamos, pues, que El Canchinflín queme un proceso que nos traerá muchos beneficios y oportunidades a los guatemaltecos.  Apoyemos la concesión de servicios; pero hay que estar alerta.  La concesión no debe ser otra fuente de corrupción.

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