Sede         Otras columnas


020225


Carpe Diem

Ni para hacer jaiboles
Luis Figueroa
[email protected]

En broma, mi papá decía que el lago de Atitlán sólo servía para hacer
jaiboles, en alusión a lo frío de su agua.   La desgracia es que en unos años ya ni para eso va a servir aquél hermoso lago, debido a la contaminación y a la incapacidad de quienes tienen a su cargo su conservación.
La de Atitlán es la típica historia de algo que
como es de todos, no es de nadie; y en consecuencia, nadie tiene un interés directo en evitar su pérdida o deterioro.
 
De hecho, el drenaje que la municipalidad de Panajachel pretende introducir en el lago, es un claro ejemplo de lo poco que le importa la cuenca y de que en vez de cuidarla, hay autoridades que no tienen empacho alguno en contribuir a destruirla.
Es un hecho que las poblaciones que rodean el área generan aguas servidas.  Es un hecho que esas aguas tienen que ir a parar a algún lado.  Pero, ¿de quién fue la idea de conducirlas al fondo del lago?  Ese es el equivalente de barrer y
esconder el polvo debajo de la alfombra. Los desperdicios que llevan las aguas servidas todavía estarán ahí, sólo que durante algún tiempo no serán visibles.
Gracias a mi bisabuela
Adela y a mi tía Adelita, yo pasaba mucho tiempo de mis vacaciones en Panajachel y disfrutaba muchísimo de esas temporadas; pero durante los últimos 15 años he visto cómo se deterioran el pueblo y sus alrededores.
Para comenzar Panajachel cayó víctima de la mala arquitectura.  Quedaron atrás las bellezas de la Casa Contenta, del chalet Paty,  de Mi Casita, del Regis, de las casas de Lind y Guirola, y las del Cacique Inn y la casa de los Smith, o la de Nan Cuz, para dar paso a los edificios que parecen pasteles de quinceañera, o a los adefesios construidos por
maistros de obra.
A eso hay que añadir el desorden y la suciedad en la calle Santander, y la basura en las orillas del río.
Hay, además, un peligro en el que nadie ha reparado: durante el gobierno de Vinicio Cerezo, en la playa pública fueron construidos restaurantes y una estructura de piedra, concreto y hierro.  Los primeros no sólo hacen que las playas se vean feas sino que le añaden desperdicios al agua.  La segunda hubiera sido una bonita jardinización si no fuera porque el nivel del agua va a subir y en unos años (como ya está empezando a ocurrir) toda la estructura estará sumergida y desmoronándose.
Como ocurre en Likin (a causa de la irresponsable intervención del gobierno en el manejo de la marea), la playa de Panajachel será inutilizable debido a los hierros retorcidos y a los pedazos de concreto.  Nadar y navegar ahí será peligrosísimo.

Con respecto a la contaminación, nada sustituye a la propiedad privada como una forma de protección para los bienes; pero también sería bueno buscar un modo de que las municipalidades sean responsables penal y civilmente por los daños que le ocasionen a la cuenca.  Claro que la inembargabilidad de los bienes municipales es un obstáculo para ejercer presión efectiva, pero para eso están los abogados.
Sería una tristeza que por desidia e incapacidad, las jaibas y las lobinas de Atitlán sean sustituidas por
pipirañas, popodrilos y cacaimanes.


Sede
Hosted by www.Geocities.ws

1