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011217


Carpe Diem

Las barbas del vecino

Luis Figueroa
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“Cuando veas las barbas del vecino cortar, pon las tuyas a remojar” dice un antiguo refrán, cuyos orígenes se hallan en la Rusia de Pedro el Grande, quien como parte de un plan para modernizar su país, le mandó a cortar las barbas a sus súbditos.
Lo que quiere decir el dicho es que si uno ve que algo se le viene encima, pues es mejor estar preparado; y que es bueno aprender de la experiencia del prójimo.

En este caso el vecino es al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, cuya administración de opereta ha sacado de quicio a los venezolanos y ahora enfrenta una oposición de la sociedad cada vez más coherente, y que es capaz de paralizar el país a pesar de las fanfarronadas del Jefe de Estado.
¿Adivine usted quién debería
poner sus barbas en remojo?

Por cierto que una buena forma de remojar el pelambre es el diálogo que aparentemente se aproxima entre el gobierno y los grupos de interés representados en el Foro Guatemala. 
Sin embargo, y a riesgo de parecer extremadamente perseverante,
el remojo sólo tendrá efectos positivos y duraderos, si se efectúa a nivel de principios.  Si se hacen acuerdos superficiales, quienes se sienten a la mesa sólo serán comparsas y cómplices de un proceso de oxigenación que le permitirá a este gobierno continuar sus políticas de expoliación, abuso e irrespeto al estado de derecho.
Por lo que he oído de algunos participantes, varios de los que buscan participar en el diálogo entienden aquella realidad; pero muchos más son los que tienen miedo de que
se rompa la pita y de involucrarse en un enfrentamiento en el corto plazo.  Hago énfasis en el corto plazo porque como dice la canción si no es ahora será mañana. Los chapines, como los venezolanos, o los ecuatorianos en su oportunidad, no van a tener paciencia eterna, con el agravante de que mientras más tiempo nos tardemos en detener los daños que está causando esta administración, más profundos y duraderos van a ser aquellos perjuicios.

Ahora bien, hay otros participantes en la mesa de diálogo, los pragmáticos, que se preguntan: Pero, ¿qué son los principios?
Estos son los peores, porque son los que nos tienen de acuerdo en acuerdo, mientras siguen viviendo del presupuesto de la nación, o de los privilegios que reciben.

Un principio, dice la filósofa
Ayn Rand, es “una verdad fundamental, primaria o general de la cual dependen otras verdades.”  Es una abstracción que subsume un gran número de concretos.  El respeto a la propiedad es un principio que se aplica a todas las propiedades, todos los días y en todos los lugares si se es consistente, o que sólo se respeta para quienes tienen privilegios, si no se es consistente.
De modo que si en la mesa de diálogo se van a discutir impuestos, por ejemplo, hay que dejar claro en principios, si el sistema fiscal va a respetar la propiedad, o va a ser punitivo y expoliatorio.

El diálogo debe definir cuáles son los principios que vamos a respetar, y si vamos a ser consistentes, o no.  Y lo peor que puede pasar es que la respuesta sea para unos sí, y para otros no tal y como ha sido a lo largo de nuestra historia.

Si este último es el caso se nos vienen años de enfrentamiento y empobrecimiento, y entonces todos nos vamos a tener que
poner las barbas en remojo.


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