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Carpe Diem
El proceso político
Luis Figueroa
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“Las legislaturas, las leyes, las cortes..las burocracias, a duras penas pueden ejercer una leve influencia a lo largo de las líneas consistentes con el consenso actual.  El consenso se mueve por aquí, o por allá, de acuerdo con su contenido; se eleva cuando es alimentado con verdades y virtudes y se hunde cuando es  empantanado con incoherencias.  De esa manera, lo que puedo hacer acerca del gobierno depende de la calidad de las ideas con las que alimento el consenso.  Aquellas definen mis limitaciones y mi potencialidad”. 
Leonard E. Read

El paro del miércoles pasado fue un éxito, ya que casi la totalidad de las actividades productivas estuvieron detenidas.
A pesar de la violencia que fue sembrada en el centro de la ciudad ese día, en el monumento a los próceres de nuestra independencia se juntaron miles de ciudadanos a apoyar pacíficamente la lucha contra la corrupción y los impuestos abusivos.
El martes, el parque Morazán había estado alegrísimo, cuando los vecinos salieron, como en otras ocasiones, a expresarse libremente como ciudadanos.

En el interior del país (y esta columna la escribo en viernes) hubo que declarar Estado de Sitio en Totonicapán, hubo destrozos en Cobán  y manifestaciones en San Marcos, Escuintla, Santa Lucía Cotzumalguapa, Quetzaltenango, Chiquimula, Petén y Chimaltenango entre otros.
Hay rumores de toda clase y el nivel de enfrentamiento está subiendo. Es tiempo para el diálogo.

Pero no para cualquier clase de diálogo; porque el consenso se mueve por aquí, o por allá, de acuerdo con el contenido y el valor de  las ideas que se discuten.  Es decir que si se discuten trivialidades se llegará a un consenso trivial.
Hace unos días una funcionaria diplomática me preguntaba si yo apoyaba el Pacto Fiscal, a lo que respondí que si el pacto era sobre principios sí; pero si era un pacto sólo para ganar, o perder tiempo (depende del punto de vista), para llenar papel y/o para cumplir un requisito de diálogo aparente, entonces no.
El diálogo, pues, debe ser sobre verdades y virtudes, no sobre percepciones, ni posiciones politiqueras, clasistas, u oportunistas.

Lo mismo ocurre con el diálogo político.  ¿Necesitamos, o no, un pacto de gobernabilidad?
Yo diría que sí; pero sobre principios.  De hecho, el pacto está en la Carta Magna. Es decir, ¿va el gobierno a respetar la vida, la libertad y la propiedad de todas las personas? ¿Va a fortalecer el Estado de Derecho? ¿Va a respetar la Constitución y las leyes? ¿Va a demostrar que es digno de la confianza de electores y contribuyentes? ¿Va a consultar en referendo los asuntos de importancia política?

Lo que  veo es que si la situación se sigue deteriorando un día nos vamos a encontrar con que Paco Reyes va a ser el presidente de la República, y entonces si nos amolamos.
Anda la bola, en los círculos de entendidos, de que el vicepresidente es quien está azuzando el enfrentamiento para motivar un relevo del mando y hacerse él y el Frente Republicano Guatemalteco, con el poder absoluto.
Vaya usted a saber si es cierto, o no; pero esta es la gente que está procesada por el
Guarogate, y que controla el Congreso y la Corte de Constitucionalidad.  Vaya usted a saber.

El proceso político que se viene no puede ser superficial; y por eso no es suficiente tomar como base las simplezas y demandas del discurso presidencial del miércoles pasado. 
Aquí lo que hay que discutir es si todos vamos a ser iguales ante la ley, o no; y si se van a respetar los derechos individuales, o no; y si se va a procesar y castigar a los corruptos, o no.

¡Mientras haya guatemaltecos dignos, habrá Viernes de Luto!


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