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010430


Carpe Diem

Los huesos y la calavera
Luis Figueroa

Desde hace varios días la Union Jack ondea orgullosa en El Obelisco, que es el monumento a los próceres de nuestra independencia.  Junto a la bandera del Reino Unido se ven las insignias de Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte. ¿Cuál falta?
Está ausente ahí, la bandera negra con los fémures cruzados y la calavera, distintivo ominoso que caracteriza a los piratas.

Entre la leyenda y la historia, los piratas británicos, que asolaban las costas caribeñas y amenazaban el tráfico comercial por el Atlántico, distinguían sus naves con la citada bandera negra. En consecuencia, sería razonable que los piratas que usurparon Belice distinguieran su presencia en Guatemala con un estandarte igual, o parecido.

La profusión de banderas del Reino Unido, en El Obelisco, ocurre en coincidencia con el cumpleaños de Su Majestad doña Isabel II, que es la fiesta nacional británica,  y con un festival celebrado entre el 20 y el 28 de abril.  Estos eventos son organizados, como una forma de demostración amistosa entre los pueblos y los gobiernos; de tal manera que la pregunta aquí es: ¿Podemos contar a los británicos como nuestros amigos?
Solo por si las moscas, voy a aclarar aquí que cuando hablo de los británicos, en estos comentarios, no lo hago refiriéndome a individuos particulares, cuya amistad es incuestionable; y que a lo que me refiero es a aquellos como país o como Estado.  Debe quedar claro que no tengo nada contra los súbditos de la reina Isabel, pero que si me ofende la actitud del gobierno de Su Majestad.

Guatemala, como Estado, y sin dejar de reconocer que los Estados no tienen amigos, sino intereses, cuenta con amigos que han probado su compromiso, en las buenas y en las malas, sin mancillar la dignidad nacional de los chapines. Tristemente, y como para balancear, nuestro país también puede citar a naciones que a lo largo de la historia y de sus relaciones, han hecho más daño que bien.  Algunas, como es el caso del Reino Unido, han sido abiertamente agresoras.

Un caso parecido es el de Cuba, bajo la dictadura del tirano consentido de la comunidad internacional,  Fidel Castro.
El régimen castrista apoyó y promovió la guerra que durante 36 años desangró a Guatemala, con el propósito de imponer aquí una revolución y una dictadura al estilo de la que atormenta a los cubanos, y de las que han empobrecido a docenas de países en África.

El caso del Reino Unido es diferente en forma, pero igualmente repugnante en el fondo.  El hecho es que desde tiempos de la Colonia, los británicos se asentaron en Belice y fueron extendiendo su influencia y dominio en aquel territorio guatemalteco, unas veces por la fuerza y otras con engaño, pero siempre por abuso.
Las veces que Guatemala intentó resolver razonablemente el conflicto que ocasionaba aquella usurpación territorial, el reino de Gran Bretaña e Irlanda del Norte hizo uso de todos los trucos sucios de la realpolitik, y de su poderío como potencia mundial, para no hacer frente a su responsabilidad.
A la hora de firmar acuerdos, los británicos no dudaron en incumplirlos faltando a su palabra de caballeros (o a su palabra de piratas... como sea).
Finalmente, en septiembre de 1981 Belice adquirió su independencia cuando, en una hábil maniobra para desentenderse del asunto y a modo de Poncio Pilatos, el Reino Unido se desentendió del asunto.

En resumen, los británicos se apoderaron de Belice, se impusieron por la fuerza y rehusaron el diálogo razonable, incumplieron tratados y por último le dieron la independencia al territorio, y terminaron haciéndose los locos y burlándose de los derechos de Guatemala.

En esas condiciones, ¿es aceptable que la Union Jack ondee orgullosa en el monumento a los próceres? Y, si lo hace, ¿no debería estar acompañada de la bandera negra, con los huesos y la calavera?


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