Sede         De regreso a 2001

010205

Carpe Diem

Lo absurdo y lo kistch
Luis Figueroa
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Como acabo de ver una película de Patrice Leconte, que se llama
Ridicule, estaba tentado de ponerle a estos apuntes Lo ridículo y lo kistch  No lo hice porque el asunto involucra la dignidad de algunas personas y porque lo que voy a describir tiene más de absurdo, que de ridículo.
El filme, por cierto, es muy bueno si a usted le gusta el humor fino de las películas europeas. 

¡Al grano, pues!
De cuando en cuando oigo la radio cuando voy manejando; y esta semana escuché un anuncio que me pareció de lo más indignante e inapropiado.
En dicho spot, dos presuntos indígenas discuten acerca del robo de ganado en su pueblo y de cómo es incorrecto tomar la justicia en las manos propias. Uno de los personajes recomienda no acudir al linchamiento y por ahí se va el diálogo.
Hasta aquí iríamos bien, si no fuera porque ambos sujetos hablan imitando el acento de los indígenas.  ¿Ya sabe de qué anuncio se trata?  Hay otro de una anciana, por cierto; y hubo otro de la descentralización.

Admito, sin vergüenza, que normalmente soy políticamente incorrecto.  A mi me causa gracia eso de los guatemaltecos y las guatemaltecas y para mi los mayas son los indígenas.  Eso sí, siempre me ha parecido una falta de respeto la creencia de que para comunicarse con quichés y cackchiqueles, se utilice el habladite quebrado e infantil, con que muchos ladinos pretenden imitar el acento de aquellas personas.
Acaso si el anuncio fuera dirigido a los turistas de Estados Unidos, el
¿lhocuhtorh hablharhia como grhingho de escuelha de espaniol?
No, verdá. Yo digo: si le quieren llegar a los indígenas, que les hablen en español, o en su idioma; pero con el mismo respeto y la misma dignidad con que se le habla a las demás personas.

El asunto sería ridículo, si no fuera indignante.  Sobre todo porque el anuncio viene del Estado, y seguramente fue diseñado y aprobado por profesionales y burócratas que presumen de progres y de respetuosos de los derechos humanos, que leen con pasión a Eduardo Galeano, y todo ese cuento.
Eso sí, no hay que dejar a un lado que mucha de la culpa la tiene la dirigencia indígena tradicional, porque con su purismo y sus fijaciones culturales, sigue contribuyendo a perpetuar los estereotipos.
Esas mismas personas, muy posiblemente, son de las que criticaban aquel anuncio en el que un hombre blanco le arreglaba la campana a la iglesia de los inditos.  Esas mismas personas habrán puesto el grito en el cielo cuando a alguien se le ocurrió hacer un concurso de perros, vestidos con traje típico; y tienen su celular en un estuche típico.

En Guatemala toda persona, independientemente del acento con el que hable el idioma español, debería ser respetada.  Y las autoridades debería dar el ejemplo.

Ahora, de la Guatemala de lo absurdo, pasemos a la
Chapinlandia de lo kistch.  ¿Quién fue el ordinario que pintó de amarillo las bases de los toros de la avenida De La Reforma? ¡Yuck!
La nuestra es una ciudad bastante desordenada, aunque con potencialidades de alguna belleza; y lo que no necesita es que alguien se siente en un escritorio y que con alevosía, ventaja y premeditación disponga terminar de pasearse en ella.
A ver si luego no se les ocurre pintarle las medallas y el caballo a Reyna Barrios, o importar una réplica en miniatura de la Torre de Pisa, para que haga juego con la que ya tenemos de la Torre Eiffel.


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