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Carpe Diem

Para pelar un gato
Luis Figueroa
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Yo fui criado por mis padres, pero al mismo tiempo pasaba mucho tiempo con mis abuelas y con mis tios; así que desde pequeño aprendí que hay más de una forma de pelar un gato; y que, sin embargo, hay principios que es mejor respetar.

¿Ha leido usted aquello de Todo lo que necesito saber, lo aprendí en el
kindergarten, de Robert Fulghum?  Principios como no pegarle a los demas, jugar limpio, o no tomar cosas que no nos pertenecen, funcionan siempre para bien.
Otros principios, como el de la igualdad de todos ante la ley, han probado su efectividad a lo largo de la historia.  Donde quiera que haya privilegios, hay fricciones y donde quiera que haya fricciones no hay paz.
No es posible decir que se está contra los privilegios, sin estar a favor de la igualdad de todos ante la ley; porque ¿qué son los privilegios, si no leyes privadas o especiales, que se aplican a unos y no se aplican a otros.? O peor aún, ventajas especiales que se aplican a unos, en perjuicio de otros.

Uno podría discutirle a Fulghum, si las galletas y la leche tibia son siempre buenas, o no; pero, ¿quién puede estar contra la igualdad de todos ante le ley, y por qué motivos?
Lo importante, pues, son los principios.  Es cierto que hay más de una forma de pelar un gato, pero  hay que respetar algunas las reglas fundamentales.

Hay, por ejemplo, muchas formas de crear riqueza; pero si para crearla se necesitan privilegios, habría que preguntarse si el costo social, económico y moral de esa producción vale lo que pesa.
Diferente sería si en vez de estar a favor de la igualdad de todos ante la ley, reconocieramos que el fin justifica los medios.  La conclusión, en ese caso, sería que algunos objetivos si merecen privilegios.
Tal es el caso del privilegio que tienen algunos individuos de determinados grupos étnicos, de no utilizar el uniforme escolar, sino su traje predilecto. 
Como se dice que el objetivo de promover algunas culturas es un fin deseable, el medio de crear un privilegio es justificado; y de esa cuenta, la creencia de que el fin justifica los medios prevalece sobre el principio de igualdad de todos ante la ley.
Y sin embargo, así como hay más de una forma de pelar un gato, también hay más de una forma de respetar y conservar la diversidad, o de aprovechar y optimizar la capacidad productiva de las personas.

Más de uno no lo sabrá, así que voy a contar por qué es que la imágen de la justicia, aquella señora con una balanza y una espada, tiene los ojos vendados.  Esto es porque así no ve a quien está juzgando, y por lo tanto, todos somos iguales ante ella.
Entonces, los privilegios ocurren cuando a la justicia se le quita le venda y las leyes se aplican a unos de forma diferente, de acuerdo a su étnia, su actividad productiva, su religión, su sexo, su nacionalidad, o sus ideas.

El caso más reciente de un privilegio pretendido para grupos de interés específicos es el que creaba la Ley de Aviación Civil.  Dicha pieza de legislación le concedía a las líneas aéreas nacionales y a los pilotos nacionales, una ventaja frente a otras líneas aéreas, solamente por su nacionalidad.  Sin embargo, esa desigualdad ante la ley, pretende ser vendida a la ciudadanía y a la opinión pública, por sus beneficiarios, como un incentivo. Así que hay que tener cuidado y ser preciso con el lenguaje que se utiliza cuando se habla de privilegios.

No se puede estar contra los privilegios y contra la igualdad de todos ante la ley, al mismo tiempo, porque esa es una inconsecuencia.  Del mismo modo en que no se puede estar a favor de la igualdad ante la ley y a favor de que el fin justifica los medios.  Necesariamente es uno, o el otro.


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