Y emprendieron
largo vuelo Pepito, Blanca y Martita
Montando un gran armatoste sin motor
y sin alitas.
Crujiendo
fueron pasando sobre campos y ciudades
Felices y alebrestados, gritando mil
necedades.
Mira
la casa’e Mayín, allá
abajo el perro ladra
Nos saluda con la cola - ¿mira
Pepe?- en esa cuadra.
Muchas
vueltas y revueltas, el pecho henchido
de risa.
Miren al padre Tiburcio, llamándonos
pa’la misa.
Que
donde están los muchachos,
pregunta el papá a Maria.
Deben estar en la iglesia rezando
a Santa Lucía.
No
los dejes en la calle, nunca me los
dejes solos.
Porque hasta en el parque hay, tipejos
muy sospechosos.
Y la
madre sale a prisa, en busca de sus
patojos,
Rogándole al Dios del cielo
encontrarlos sin enojo.
Mira
Martita a mamá, corre, corre
como un gamo,
Va para el vergel del huerto, seguro
que va a buscarnos.
Mamáaaaaaa,
gritan los muchachos desde lo alto
de las nubes,
El viento contra sus caras y el miedo
entre los estuches.
Mamá
levanta la vista, con el dedo al horizonte.
Qué es ese objeto volante,
¿serán marcianos del
monte?
Y los
niños entre risas, Agitando
sus manitas
Atropellados de júbilo, saludan
a la mamita.
No
puede ser, ¡Virgen santa! gime
la madre en el acto.
Pepe, Blanca vengan pronto, que hacen
en ese artefacto.
Conociendo
el cielo, madre. De los Ángeles
legiones,
San pedro, sus llaves de oro, de la
gloria los portones.
¡Bajen
niños! Santo cielo. Como pudo
suceder
Que unos chicuelos ¡Dios mío!
llegaran hasta tus pies.