-¿Donde
está mi coleccionista de mujeres preferido? - preguntó
Sheila, despertando una mueca de desagrado en el rostro del caleño
Malco, avezado mujeriego y orgullo omnipotente de su abuela
Testosterona. Sus cualidades preferidas eran tres: la vanidad,
la envidia y la codicia y a pesar de su extrema juventud y su
porte de gigoló, era un hombre necesitado de mucho amor
y constantes elogios.
-Caminó
el caleño hacia la mesa del vestier con las manos entre
los bolsillos de su elegante pantalón de cachemir; vestía
además un pulóver de pelo de camello albino, y
completaba su atuendo ceremonial un cigarrito de picadura habanera
que nunca faltaba masticando entre sus labios. Considarábase
a sí mismo un diletante consumado en el arte sutil de
la estimulación de las feronomas, por haber aprendido
algunas destrezas después de releer veintitantas veces
al glorioso "Marques de Sade" y al protervo "Barba
Azul.
-Sheila decía
que había memorizado con suma fruición algunas
de las terapias recomendadas por el escritor para seducir a todas
las mujeres tímidas y solitarias que deseaba que llegaran
a engrosar su recién iniciada colección. Y se entregó
en cuerpo y alma a su delirio, Tanto, que se mando cambiar el
sexo.
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