Una viejecita camina descalza
Por las avenidas de la gran manzana.
Gran tropel de autos, silbidos, sirenas
Y nuestra amiguita ni suena, ni truena.
Impávida cruza por entre mil gentes
Buscando las latas en los recipientes.
Se estira y se encoge, hacia atrás avanza,
No cabe en el bote y estira la panza.
Al fin que la atrapa, la pone en su manto
Como si el tesoro tuviera su encanto.
Después de mil horas de dura faena
Vuelve por sus pasos hasta la leonera.
Su cuartucho pobre, casi improvisado
Debajo del puente del Houdson helado.
Feliz del trabajo, de un día de ayuno,
Riendo que mañana habrá desayuno.
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