"Largo Larguero, Martín Caballero."

Cuando Matuchita me enseñó a soñar
Ni dientes tenía, ni sabía contar.

Fueron largas horas de muchas sonrisas
De tardes de juerga y también de misas.

¡Martín Caballero! me solía gritar,
Mil adivinanzas, púdome enseñar.

A la rueda rueda y el gato ladrón
De ratas y quesos en el portalón.

Erase una niña, chiquita de cuerpo
Y de alma gigante como su recuerdo.

Las horas pasaron y los calendarios
Y de Matildita me quedó el milagro.

Me enseñó de risas y de sentimientos,
Por eso es que ahora lloro de contento.

Y de su larguero Martín Caballero,
Ese que sin piernas corre tan ligero.

El que con pitidos viene a mi memoria,
El que pasa raudo la estación de Astoria.

Ese que tomamos en la Gran Central
Y nos lleva a casa con su tras, tras, tras.

Lo subo ahora viejo en cada estación
Y sus canas vuelven a mi corazón.

¡Oh! la tierna infancia, ¡Oh! dulces recuerdos,
De esos que en el alma se quedan eternos.

Recuerden chiquillos que los tiempos pasan
Como los largueros del tren escarlata.

Meneando la cola, doblando vagones,
Mientras soportamos miles empujones.

Hacen sus paradas, bajan pasajeros,
Como nuestros días que bajan con ellos.

Y como larguero nuestro tiempo pasa,
Nos hacemos grandes y nos salen canas

Y entonces seremos nosotros abuelos
Y es a nuestros nietos los que arrullaremos.

Por eso mis hijos quieran a sus tatas,
Consiéntalos mucho con toda su alma.

Porque cuando un día se acerque la parca,
Con ellos se muere también nuestra infancia.

Pidan por sus viejos al ir a la cama
En sus oraciones a la virgen santa.

Y no olvidéis niños, mis niños del alma,
Que los abuelitos son lo que más se ama.

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