"LA HERENCIA"


El dia que tuve el privilegio de ser padre por primera vez, joven e inexperto, ignorante de las máximas tareas que acarrean el regalo divino de la paternidad, insensato en las pericias pero lleno de amor en el corazón, cruzaron por mi mente miles de ideas; unas de completa felicidad por compartir las nuevas ilusiones, otras menos afortunadas que desembocaban como rios en el mar por la carencia material que cobijaba a la familia desde que tuve uso de razón, y que capeaba a regañadientes con recusada rebeldía, hasta que el tiempo inexorable me permitió abrir los ojos del alma para poder comprender, con la diáfana visión que proporciona la sabiduria de la aceptación y el amor, que toda la riqueza del mundo se encuentra protegida como el más valioso de los tesoros en el corazón de una madre.

Pensaba taciturno y desconfiado en la herencia que dejaría a mis hijos. Creía entonces que la vida solo era posible con los lujos que nos permite acaudalar el dinero. y lloré largamente.

Fue entonces cuando mi madre se acercó a mí, radiante y ligera como una mariposa; haciendo caso omiso de mi mal disimulada desesperanza y me entregó un folletín remanido de dos folios. Sin mediar palabra, alegre hasta el cansancio, se alejó rauda mascullando una canción de cuna desconocida rumbo al cuarto de la maternidad donde lloriqueaba el recién nacido.

Abrí las hojas carcomidas por el tiempo, deteniéndome un momento a observar las ilustraciones de arabescos gráciles como flotando en el aire, las fuentes descoloridas y me sumergí como en un piélago de ensueño.

Un gran rey tenía tres hijos, los dos mayores eran varones y la menor una bella mujer de turgentes formas. el rey quería elegir a uno para ser su heredero. la elección era muy difícil, porque los tres eran muy inteligentes y gallardos, de modo que no había forma fácil de decidir. Entonces preguntó a un gran sabio y el sabio le sugirió una idea.

El rey le pidió a sus tres hijos que vinieran. Le dio a cada uno una bolsa con semillas y les dijo que él iría a un largo peregrinaje. 'Me tomará unos pocos años, uno, dos, tres, quizás más, y ésta es una especie de prueba para ustedes. Tendrán que devolverme estas semillas cuando regrese. Y aquél que mejor las proteja se convertirá en mi heredero'. Y partió a su peregrinaje.

El primer hijo pensó: '¿Qué debería hacer con estas semillas?'. Las guardó en una caja de hierro con mil candados para no perderlas, porque al regresar su padre, debería devolverlas como las había recibido.

El segundo hijo pensó: 'Si las guardo como hizo mi hermano, morirán. Y una semilla muerta no es buena una semilla'. De modo que fue al mercado, vendió las semillas y guardó el dinero. Y pensó: 'Cuando mi padre regrese iré al mercado, compraré semillas nuevas y le devolveré semillas mejores que las primeras'.

El tercero fue al jardín y arrojó las semillas por todas partes. Después de tres años, cuando el padre regresó, el primer hijo abrió su caja fuerte. Todas las semillas estaban muertas, apestaban, y el padre le dijo: '¡Qué! ¿Son éstas las semillas que te dí? Tenían la posibilidad de florecer y dar un hermoso perfume, y estas semillas apestan'. ¡Estas no son mis semillas!'.

El hijo insistió en que eran las mismas semillas, y el padre le dijo: 'Eres un materialista'.

El segundo hijo corrió al mercado, compró semillas, volvió a la casa y se las presentó a su padre. El padre dijo: 'Pero no son las mismas. Tu idea fue mejor que la de mi primer hijo, pero todavía no eres tan capaz como yo quisiera. Eres un calculador'.

Fue al tercero, con gran esperanza pero también con temor: '¿Qué has hecho?' Preguntó. Y el tercer hijo lo condujo al jardín donde había sembrado las semillas, que se habían convertido en millones de las más bellas y deslumbrantes flores.
Y el hijo respondió: 'Estas son las semillas que me diste. En cuanto estén listas, juntaré las semillas y te las devolveré'. Y el padre apretándolo contra su pecho declaró venturoso: 'Tú eres el heredero.

No es casualidad que la flor haya permanecido como símbolo del amor a través de los tiempos, en todos los países, para todas las sociedades. El amor es como un ampo de cárdenas rosas, que a pesar sus espinas no por ello deja de ser la más hermosa de las flores: cuando comienza a florecer dentro de ti, tienes que compartirlo, tienes que dar y dar. Y cuanto más provees, más amor crece en tí. Y llegará el día en que serás un manantial inmutable de amor infinito.

Salud Oh Nuevo Padre!

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