"El hombre sabio
tiene que ir de lo significativo a lo total."
Si yo tuviera
que contar con mis dedos, dos de los factores perentorios de
la humanidad, éste sería uno de ellos, el otro
la paciencia del estudio.
Sergio era
hijo de un erudito pensador que enseñaba en los centros
educativos más importantes de la ciudad de Ibagué.
Su padre era una celebridad reconocida en los medios de la cultura
del país y dedicó todo su empeño a inculcarle a
su hijo el amor por el conocimiento, el padre era amigo personal
del afamado descubridor de la antimosina, que tenia una hija
también muy culta y quería a toda costa hacerla
esposa del hijo disciplinado de su entrañable sabio amigo.
El descubridor estaba dispuesto a entregar su propia hija a
Sergio, pero éste declinó sin preámbulos
contraer las pretendidas nupcias, pues anhelaba ser anacoreta
y entregar su vida a la meditación y al creador. Y se
hizo discípulo del Seminario, un hermano cristiano. Lo
primero que le dijo el Monseñor fue: Hijo mio! abandona todos los
caminos de la vida, deja atrás toda su sabiduría
y entrégate por completo al servicio de Dios.
Los años
pasaron y Sergio se transformó en un gran meditante. Un
día, mientras se encontraba entregado a su diaria meditación, vió un destello deslumbrante que cayó raudo y pasajero desde lo alto a través del ventanuco del dormitorio, sintió un escalofrio tibio que recorrió por un instante suavemente su cuerpo y tuvo la visión de
una mujer que estaba sentada en un mercado, que iba a ser su
verdadera maestra. Dios se lo había puesto justo en el
camino, la verdadera enseñanza iba a venir de una mujer.
Entonces le dijo al señor: 'Tú has limpiado mi
mente y mi alma, ahora estoy listo para hacer la otra mitad de
mi trabajo'. Y partió con la bendicion del abad, que estaba
dudoso y confundido de la visión de su discípulo.
Sergio encontró
a la mujer de su revelación en el mercado de San Bonifacio.
Estaba sentada sobre un fardo de legumbres, retorciendo palmiches
secos para construir arcos de caza menor y otros elementos folclóricos
de decoración. Era una mujer artista de clase baja, de
apariencia pobre. Para Sergio, que era un prominente hombre de
Dios, hijo de un erudito que pertenecía a la agrupación
de los hombres más destacados del país, ir a una
mujer que se dedicaba a hacer arcos de palmiche, era simbólico.
El hombre pensador tiene que ir a lo vital, el hombre plástico
tiene que permanecer en lo real.
Sergio de detuvo a observar a esta mujer, una mujer joven, impregnada
de una belleza simple y natural, llena de vida, radiante de energía,
que estaba cortando los eje para sus arcos, totalmente ensimismada
en la labor que estaba haciendo. El inmediatamente sintió
algo extraordinario en su presencia... Mientras ella continuaba
absolutamente abstraída en su acción.
Sergio la miró atentamente. Una vez que el arco estuvo
listo, la mujer levantó el arco a la altura de su cabeza cerrando
un ojo y abriendo el otro, asumiendo la postura de estar
apuntando a un objetivo invisible, a un blanco invisible...
Y algo sucedió como un milagro,
algo inesperado y puro como una sagrada comunión. Sus ojos se encontraron
en una mirada larga y profunda Y en aquel preciso momento, el significado
espiritual de lo que ella estaba haciendo, se le representó
a Sergio como la clara realización de una vana ilusión.
El no había detectado la realidad de las minúsculas
ilusiones nunca antes en la vida, ni por mirar a la derecha,
ni por mirar a la izquierda. El que había escuchado, él que había oído, que habia pensado, que habia discutido
con otros filósofos maestros tantas veces acerca de esto: y solo entonces aclaró con absoluta certeza que estar
en el centro es lo correcto. Ahora por primera vez, en ese
instante justo lo percibió en acción, mientras
ella continuaba tan absolutamente abstraída, tan totalmente
distraída en su acción, y él vislumbraba
claramente este mensaje del conocimiento total: "Ser total
en la acción es estar totalmente libre en la acción".
Sé total
y serás libre. La belleza, el significado del trabajo
por más insignificante que parezca, la luminosidad del
amor, la energía de esta mujer vino a su mente con entera
claridad por su total abstracción. Por primera vez él
entendió que la meditación no era sentarse por
un tiempo especial y repetir un mantra; tampoco ir a la iglesia
o al templo o a la mezquita, sino estar atento en vida con la
vida y continuar haciendo las cosas aunque parezcan las más
triviales, pero con total amor y en total abstracción,
que la profundidad es revelada en cada acción. El lo podía
sentir, incluso lo podría haber palpado...
Sergio se transformó en un ser de amor bajo la guía
de la mujer arquera, aprendió a ser un discípulo
y un maestro. Es un romance de amor del alma. Sergio por fin
había encontrado su compañera de viaje, su acompañante
de vida. Ellos encontraron un amor sublime, tremendo, un amor
gigante, que rara vez sucede en la tierra, solo en las almas
superiores. Ella le enseñó pasión material,
los orgasmos celestiales, el amor de la carne, el amor también
de las cosas elementales...
Sergio primero tuvo que descender de los vedas, las escrituras, todo
conocimiento de abstracción mental. Bifurcó incluso
la meditación para enfocarla hacia las verdaderas fuentes
de la vida material-espiritual, supremo dualismo de la existencia.
Ahora la celebración a la naturaleza y el amor infinito
a la divinidad eran su estilo de vida total.
Sergio y su
amada, la mujer sencilla que continuó haciendo arcos,
se retiraron a un campo lleno de prodigios de la naturaleza que
Dios provee cada día, donde vivieron juntos roturando los dias y los años y criaron
a sus hijos durante su larga y fructífera existencia, en un concierto de vida
de amor total. Vivir en el ámbito natural donde conviven a
diario los milagros de la vida y de la muerte en armonía
y celebrar. Vivir dónde la vida y la muerte ocurren con
entera naturalidad y ser felices. Ese es el propósito
divino del paso por el mundo. Tú también puedes
ser feliz, Tú también puedes celebrar allí
en tu campo de amor y conocimiento total. Entonces la felicidad
radiante nacerá en ti y se repetirá eternamente
como las alboradas prodigiosas cada nueva mañana, como
el oleaje infinito de la mar. Ahora el amor será incondicional.
La iluminación entrará a tu ser a través
del trabajo sencillo y el amor, poseyéndolo, para hacer
de ti un hombre total. Es entonces cuando la verdadera religión
nace.
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