Salimos sin nada, ni siquiera 
una hoja que dijera rechazado;
Pero probamos el fruto prohibido, 
aquel que en el edén era proscrito
Y que en el ancho mundo 
del exilio divino,
Es por suerte hoy, 
nuestro pan de cada día.
 Jóven poetisa mexicana.
Acaso importa 
el fragor de las tormentas
En las noches de frío,
Mientras me encuentro
húmedo y desnudo
Jadeando
sobre tu piel cansada
Aquí...
 bajo las sábanas del tiempo?

En el infinito arcano,
Eres toda ilusión.
Utopia entelerida
que anida inmarcesible
Entre los muros
De mi agreste corazón.

Eres como la joya heredada
Que he poseído por siglos
Aún sin conocerte.
Y ahora...
que el mundo 
desmorona lentamente,
Hasta me alejo de todo
Para poder ser contigo.

Porque nadie,
Ni el lúgubre silencio
de mi soledad,
Se abre como tú
Tan tiernamente
Para sosegarme
entre sus jugosos pétalos.

Eres una prolongación
etérea de mi sexo.
Soy tus labios que crecen
en lejanía,
cual hiedras alborozadas
alrededor de mi espiga,
que penetra y penetra
dulce y madura
floreciendo
en el vientre fecundo
de tu alma, cada día.

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