Había un negrito en mi pueblo
Sastre era de profesión.
Sandunguero hasta los huesos
Y níveo por convicción.

Enamorado era el bruno
Bailarín tin, tin, tin, tin.
Su corazon oro puro
Desde el principio hasta el fin.

Todo en su mundo era risa
Su aguja era la elegancia.
De la moda de mi pueblo
El negro era la sustancia.

Como querubín cantaba
En el coro parroquial.
Las niñas se derretían
De oir al negro cantar.

Caminaba redondito
Con paso de guardia suizo
A las niñas de la escuela
El negro les movia el piso.

Cada domingo, paseo.
Adornando su cachucha.
Y en una de esas cayó
La pobrecita Matucha.

Platónico fue ese amor,
El negro la respetaba,
Porque la pobre inocente,
Por ese negro babeaba.

Pasaron pues muchos años.
Del bruno jamás se supo,
Y en su espíritu de niña
Ningún otro amor le cupo.

Y murió virgen la virgen
Con el corazon ajado,
Y su negro caycedito
En el alma atravesado.

Latiníssima.com © New York, All Rights Reserved. 2001 Designed by: Eddie Ferreira No part of this website may be copied or reproduced without prior permission

Hosted by www.Geocities.ws

1