"AMOR PERDIDO"
Si yo fuera tu no me casaría conmigo, -dijo ella-.
Y si yo fuera tu no me casaría conmigo,- replicó
él-.
Así que cada uno se unió en matrimonio con otra
pareja a pesar de la sinceridad de su prolongada relación.
El se fue con la mejor amiga de ella y ella con el mejor amigo
de él, como para mantener vivas las raíces de ese
grande amor que desde muy chicos protegían.
Al correr de los años, cuando el tiempo inexorable cubre
de nieve nuestras sienes y los ciclos se devuelven como pasando
revista en nuestras vidas, retrotrayendo nuevamente las pasiones
de la juventud perdida, reviviendo intactos los primeros besos
y las primeras ilusiones; se encontraron de nuevo y se contaron
las experiencias de sus vidas.
Ya sabía yo que esa chica no era para ti, -dijo ella-.
Yo sabía que ese chico no era para ti, -replicó
él-.
¿Quieres decir que si yo hubiera sido yo te hubieras casado
conmigo?
Si, -contestó ella-.
Claro que si, pero pudo haberse planteado de otra forma.
¡Oh Por favor! no enredes más las cosas.
¿Y tú que hubieras hecho si hubieras sido tú?
-Pregunto él-.
Lo mismo que tú si también hubieras sido tú.
¿Querrás decir que tú si hubieras sido yo?
¡Oh No!
Entonces fue cuando se dieron cuenta clara del tiempo que habían
perdido por insistir en propiciar que su amor fuera lo mejor
y más sincero a las aspiraciones de felicidad de su pareja.
Y rieron larga y lamentablemente toda la noche, que se olvidaron
de hacer el amor por vez primera y que por tanto tiempo estuvo
rondando por los intersticios de sus corazones oprimidos, hasta
que la mañana los encontró desnudos y entrelazados
sobre el blanco satín de su tálamo, en medio de
los alborozados gorjeos de las gráciles palomas que revoloteaban
su danza de cortejo sobre el marco triste de la ventana aquella
nueva alborada.
Es ahora o nunca, dijo ella. Viéndolo a él sumido
en su profundo sueño.
Tocó dulcemente el hombro de su amado, repitió
varias veces el intento tiernamente para que su adonis despertara,
exploró sus genitales para sentirlos suyos y ya no pudo
soportar la tentación que tanto tiempo llevara en su pecho
clavada como un puñal.
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