Narraciones y otros cuentos

 

MACHIGUA "EL PETIMETRE"

Personajes fantásticos de la vida real.


Cetrino y obeso, con diente refulgente de brillo metalizado aunque sobrio en alhajas, impecable en el vestir, el calzado siempre reluciente como charolado, cada mañana se le veía parado muy temprano en la tiendecita vecina, junto al paradero del bus donde se refugiaba todos los días a leer gratuitamente el periódico matutino, mientras lanzaba piropos a las damitas que salían de sus casas rumbo a sus colegios o trabajos. Este fantástico personaje me enseño grandes cosas que no he podido olvidar y que han entrado con el paso del tiempo a formar parte de mi personalidad. Machigua era uno de esos caballeros que saben ocultar a la perfección cada una de sus imperfecciones y debilidades, siempre tan bien puesto, su impecable figura era como un velo milagroso que lo mantenía incólume ante los demás de los mortales, era un valentino feo y inculto que poseía un imán indefectible sobretodo con el sexo opuesto.
Este apuesto dandy de somondoco pertenecía a la high class de los esmeralderos, podía hacer presencia en los clubes más exigentes como el más encopetado de los socios, una palabra suya era casi una orden entre esa sartalada de matones que practican el oficio de traficantes de gemas, pero no era miedo lo que inspiraba Machigua, era respeto, un respeto especial a quienes no lo conocían, porque cuando uno entraba en contacto directo, sobrepasando los límites del trato convencional social o estricto de los negocios, sabía perfectamente que esa no era más que una fachada de lujo, como las losas de las sepulturas que no permiten ver los despojos que encierran.
No piensen que Jorge Delgado "Machigua" era una bazofia, no, porque como lo exprese anteriormente él era depositario de características muy particulares y un método de vida original que lo hacían poseedor de esa personalidad subyugante y avasalladora.
Como todo ser viviente solía sufrir de celos, pero los suyos eran con frecuencia llevados al paroxismo, al extremo de no poder darle la mano a alguna de sus mujeres, porque nuestro simpático amigo tenia mujeres de a montón. Era especialmente organizado en las visitas a sus "señoras", y en los hogares imponía el respeto de la fuerza. Machigua gustaba de vivir una vida independiente a pesar de sus múltiples hogares, mantenía su pequeña oficina en el centro de la ciudad, pulcra y ordenada, allí recibía a sus compradores, joyeros, millonarios, extranjeros que venían por algún ejemplar especial que solo se encuentra es esta ciudad del planeta, al igual que atendía a los excavadores que bajaban cada sábado de la mina a vender los chisperos.
Con el aspecto de gran señor, imponía su ley a todo el mundo. A sus mujeres les proporcionaba un negocio para su sostenimiento y nunca jamás volvía a darles dinero, solo hijos; tenían que subsistir de su propio trabajo en el negocio que Machigua les proveía y controlaba con la perspicacia del más fiscalizador auditor. Así, a su mujer principal le tenía una remontadora de calzado que era el oficio maestro de nuestro amigo, con el que se inicio desde la infancia antes de probar fortuna con el fructífero negocio de las esmeraldas, a otra le había puesto una tienda de abarrotes, una tercera tenía un comercio de ropa, la única a quien nunca le conocí negocio propio era enfermera.
Claro que su secretaria era algo especial, siempre trataba de fuera joven y bella y era la que presumía ante sus amigos, aunque con la ascensorista mantenía también sus enredos. La organización era quizás su cualidad más sobresaliente. Tenia horarios pre-establecidos para las visitas a sus concubinas, los fines de semana eran para él, entonces salía de fin de semana con alguna chica de turno, haciendo alardes de fortuna y poder.
Ninguna de sus mujeres se hubiera atrevido a visitar su oficina y mucho menos a indagar porqué no acudía al hogar con la regularidad de un esposo normal. Era el respeto que lo nimbaba y que hacía parte de su ego interno el que le permitía salir siempre airoso.
Así como cada mañana salía, siempre a la misma hora, a leer la misma prensa que nunca compraba, a esperar la buseta que lo llevara a su oficina mientras se deleitaba flirteando a las frondosas jovencitas que salían a sus quehaceres. Así mismo, cada tarde regresaba siempre a las 5 p.m. acudiendo a una cantinita bien camuflada, pero muy cerca de su casa, a tomarse dos cuartitos de aguardiente y a departir con su compañero de turno ya que siempre los rotaba, para obtener información fresca de todos los frentes. Solo yo pertenecí a su élite más exclusiva, ya que siempre me buscaba porque le gustaba departir de temas filosóficos y literarios, también gustaba escuchar acerca de la historia en general y relatos de remotos y exóticos lugares, ya que nunca había viajado como no fuera alguna vez a la zona esmeraldífera o de vacaciones a la costa atlántica.
Nunca le vi. tomar más de sus dos cuartitos consabidos de aguardiente, los degustaba pausadamente y a las 10 de la noche indefectiblemente se encaminaba a su casa, a ese sitio lacrado al que sólo yo tuve el privilegio de ser invitado. Nunca lo vi emborracharse, aunque le encantaba el trago.
Sabia de sus celos exagerados pero nunca tuvimos ningún roce porque en cuestiones de diplomacia yo le daba clases. En el fondo Machigua me respetaba y me admiraba, por eso llegue a ser su confidente sin proponérmelo, fue por ello que conocí los flancos más débiles de su personalidad.
El día menos pensado Machigua desapareció como por arte de magia, como toda regla tiene su excepción, supuse algo pasajero, nadie daba razón del petimetre, ni su esposa sabía de él aunque para ella era normal que se ausentara varios días a la semana. Trascurrida casi una semana como a la media noche de un viernes aciago, un carro se detuvo con las lucen encendidas en frente de mi casa, sentí claramente el ruido del motor encendido y escuche piedrecillas contra el cristal de la ventana. Me levanté apresuradamente y observé en la penumbra la corpulenta silueta de Machigua, con una toalla alrededor del cuello, que venía a zancadas en dirección de mi puerta. Conociéndolo como lo conocía me extraño su vestimenta informal, la hora del arribo y lo apresurado de sus ademanes. -Hola amigo, tenga la llave de mi oficina y hágase cargo de ella, no se cuanto demore en este viaje, es un caso de suma urgencia".- Le indagué sobre el lugar hacia donde se dirigía y no tuve respuesta positiva, me dijo que quería mantener en secreto el lugar de su paradero, que se reportaría cuando lo estimara conveniente y salió apresuradamente como había llegado.
La ausencia duró más de dos años.
De lo acontecido durante este intervalo puedo relatarles lo siguiente. A la mañana siguiente a la despedida y movido por la curiosidad me dirigí rumbo a la oficina; mientras caminada el corto trecho que separa el parqueadero del edificio donde esta ubicada la oficina, comencé a escuchar vagos rumores, la gente me reconocía como uno de los amigos más allegados de Machigua y no se atrevían a comentar abiertamente las inquietudes que los asaltaban, todo eran rumores. Al entrar al edificio, llamé al ascensor y fue justamente su amiga quien me interpeló con voz entrecortada, casi sollozando -"Mataron a Machigua?- que le pasó, usted si sabe, por favor cuénteme.- a nadie le podía parecer extraño que yo llegara con llaves a la oficina porque más de una vez me pidió que le sirviera de interlocutor con personalidades que iban a comprar valiosas gemas, argumentando que mi cultura le ayudaba con los exclusivos clientes que acudían a su bufete. Y a decir verdad para mí era muy provechoso porque mi negocio de computadoras se vio beneficiado con muchos de sus clientes, yo acudía encantado porque el beneficio era mutuo. Aprendí mucho de gemología, conocí todos los trucos acerca del negocio, hasta formé parte de la junta directiva de la federación de gemólogos y llevé a cabo su sistematización.
Sin embargo, el ambiente se notaba muy tenso y mucho más con las preguntas que me había hecho la ascensorista. La oficina era un pequeño penthouse en los altos de la librería Buckholz, rodeada de amplios ventanales que daba sobre la avenida Jiménez de Quesada, desde allí se observaba como en primera fila el hervidero de gentes que de una manera u otra trabaja con este negocio y que van desfilando desde tempranas horas de la mañana entre las carrera 7 y el pasaje del antiguo banco Cafetero.
Lo primero que hice fue instalarme contra el ventanal para obsevar si notaba algo extraño en el panorama; mientras descorría las cortinas pude advertí el movimiento casi unánime de miles de ojos que se dirigieron justo al percibir actividad en la oficina de Machigua, como si todo el mundo estuviera pendiente por algo que para mi era aún un completo misterio.
Cual sería el enigma? Estaba claro para mí que Machigua estaba vivo. Entonces, la cuatión era la siguiente, ¿Por qué toda la gente se percibía tan conmocionada?
No tuve mucho tiempo de pensar cuando sonó el timbre de la entrada y escuche por la bocina de megáfono la voz de la recepcionista solicitando permiso para dejar pasar a dos visitantes, sus nombres no me eran para nada familiares, pero la compañía que anunciaron "El Cerrejón" era por todos conocida, es la mina de carbón a cielo abierto más grande del mundo y esta situada en la península de la guajira a más de 1.000 kilómetros de la oficina. -Que sigan por favor- ordené a la joven. El lapso que transcurrió mientras el ascensor hizo los 8 pisos que lo separaban de la recepción me pareció eterno, no sabía quienes eran ni para que venían estos caballeros. Por mi mente pasaron miles de fantasmas, sabía que el Cerrejón esta repleto de gringos que venían a comprar esmeraldas, pero a estos nunca los había oído mencionar. Cruzaron rápidamente el frontispicio y con ademanes gentiles me pidieron que les mostrara las gemas de mayor pureza. -que ninguna tenga menos de 3 quilates fue su solicitud-. Aunque yo sabía del negocio, no tenía la clave de la caja fuerte y mucho menos podía uno hacer este tipo de transacciones si no contaba por lo menos con un guardaespaldas vigilando la puerta.
-Lo lamento, señores, ustedes saben que estos negocios no se realizan sin una cita previa- me apresuré a responder. - cómo si nosotros hicimos una cita desde hace varos días con el señor Delgado, lamentamos llegar con un par día de retraso, pero la avioneta de la compañía tuvo un desperfecto y nos retrasamos 48 horas, que pena! Esperamos que eso no sea un obstáculo, estamos con el tiempo medido, a las 3 PM salimos para nueva york y nos urge llevarnos esas gemas. mire usted las reservaciones- Aclaró el interpelado mostrándome dos tiquetes de American Airlines.
-En verdad lo siento mucho caballeros pero no puedo hacer nada por ustedes, el Sr. Delgado no esta y no conozco la clave de la caja fuerte. Asi que no va a ser posible hoy porque el salió de viaje. Será en otra oportunidad.-
Entre apenados y malhumorados por no poder concretar la negociación se despidieron solicitamente y abandonaron el lugar. Ninguno de los dos tenía aspecto de gringo, pero mostraron ademanes finos, era gente culta sin lugar a dudas.
Acto seguido y en el mismo instante en que se retiraban los compradores el ascensor trajo consigo y sin previo aviso a tres individuos de aspecto rústico y ademanes fuertes.
-Donde esta Machigua?- preguntó el más chaparro que no medía más de metro sesenta y que tenía una barba espesa y rubia cana. Con este chaparrito venía otro individuo enjuto y callado con aspecto siniestro y que yo había conocido en otra oportunidad, era de los que aparecían de la mina los fines de semana a vender los chisperos, al tercero se mostraba tendo y malhumorado y tampoco lo conocía.
La verdad yo acabo de llegar y no se donde está el Sr.Delgado, desde la semana pasada me pidió venir a su oficina a reparar su computadora y hasta ahora tengo tiempo, no se de él, tal vez si pregunta en la recepción, abajo-, me apresuré a decir.
-Claro que si puedo ayudarles en algo, con gusto veré que puedo hacer.-
-Lo que sucede compadre-, me replicó el calladito agrestemente- es que me parece que ese man se nos esta escondiendo-.
-Lo lamento amigo, en verdad no se de que me esta hablando- repuse.
Desde la semana pasada le trajinos a Machigua varios lotes de piedras de la mejor calidad dizque para unos gringos de una compañía americana que iban para los Estados Unidos, nos dijo que hace 3 días era la cita para la negociación y desde entonces no aparece, como usted se puede imaginar esa mercancía tan valiosa es de varios guaqueros y nosotros la pedimos prestada, así que somos los responsables y si Machigua no aparece a nosotros nos toca cancelar esa millonada o si no nos matan, y la verdad no tenemos el dinero para pagar, siempre que hemos negociado con Machigua mandamos dos compañeros con él a mostrar la mercancía y ahora no aparece ninguno.- y si nos robaron? Pues que sea la guerra, no nos vamos a morir solos!-
-Lo siento señores, la verdad yo no se que está pasando, pero si lo veo con mucho gusto yo le digo que ustedes vinieron, la verdad tampoco lo he visto desde la semana pasada.- Mentí.
Salieron renegando entre dientes y lanzando frases amenazadoras que no comprendí claramente.
En tan pocos minutos habían transcurrido tantas cosas y sin embargo no tenía ni la más mínima idea de lo acontecido. Me quede un rato pensando tratando de hilar los acontecimientos y entreví que jorge había negociado unas esmeraldas muy finas con los mineros para unos clientes gringos que supuse eran aquellos que entreviste con días de retraso. Sería que Machigua se había escapado con la mercancía? Porqué llego a mi casa a media noche tan apresuradamente como si lo persiguieran y con tanto misterio?
Estaba claro que todo el mundo intuía muchas conjeturas dado lo tenso del ambiente. Pero en realidad cual sería la verdad de los hechos? No tenía ni la más remota probabilidad de conocerla si no existía ningún testigo, los dos guardaespaldas estaban desaparecidos. Porqué no estuvieron con Machigua la noche de la escapatoria? Porque él iba completamente solo. Y de donde sacaría ese carro? Yo nunca le había visto un carro, a pesar de su aspecto pudiente siempre lo vi montando en bus o máximo en taxi; hasta imaginé que no sabría conducir?
Ese día fue muy tirante y pesado, la gente en la calle me miraba con animadversión, me sentía casi culpable. Y la ascensorista continuaba insistiendo que le contara lo que yo no sabía.
Así pasaron varios días, los guaqueros venían a diario y cada vez más amenazadores, a tal punto que lograron intimidarme a pesar de mis mejores deseos de tranquilizarlos. Pero es muy difícil intentar tranquilizar a un condenado a muerte.
Les propuse visitar la comisaría y denunciar la desaparición de los tres comerciantes, pero la ley de los esmeralderos reposa en su propia palabra, no creen en ella porque su ley la hacen ellos mismos. La última instancia es a sangre y fuego.
Con la ascensorista estaba haciendo lo propio tranquilizándola con arrumacos que terminaron como terminan todas esas cuitas femeniles, en la cama, por último ya nunca más volvió a preguntarme por Machigua sino cuándo era que la iba a llevar a vivir conmigo; la chica era muy bonita, rubia de ojos claros, carnes turgentes y unas piernas de exhibición, pero la historia no me permitía considerar esa posibilidad. Entre mi reía pensando si el fugitivo se enterara de mis devaneos con su ascensorista, estaba seguro que sus celos no los hubiera podido controlar.
La situación se puso extremadamente tensa a tal punto que si no fuera por estar de marrulero con la ascensorista, nunca más hubiera pensado en volver a aquella oficina del demonio y opté por acudir a la policía.
Me dirigí al D.A.S. Departamento Administrativo de Seguridad que controla los agentes encubiertos y donde tenía un amigo de la universidad, que decidió por hacer carrera policial y ostentaba el cargo de subdirector.
Entré a la delegación que estaba situada en el parque de los Mártires, los de la independencia, no los que ha desencadenado ese dichoso cuerpo en la historia moderna. Subí por una escalera amplia de mármol como de palacete en decadencia; iba cabizbajo y meditabundo pensando que decir a mi mayor Tejelo cuando tropecé ipso facto con él. Nos saludamos efusivamente como en los tiempos de camaradas en la universidad, me llevó a su oficina y averiguando de inmediato el motivo de mi visita. De manera sucinta le puse al tanto de lo acontecido y de cómo estaba yo medio involucrado en el caso. Sin mediar palabra levantó el auricular de la extensión telefónica e invito al director general el coronel Peláez a su oficina.
No habían trascurrido ni dos minutos cuando el coronel se hizo presente, me miro detenidamente y me dijo a quema ropa - Qué hace una persona como usted con esos elementos?- la pregunta me tomó por sorpresa y entrecortadamente le recité miles de motivos, como que la oficina del desaparecido era un punto de referencia importante para conseguir clientes para mi compañía de software y equipos de computación. Creo que el coronel quedó satisfecho con mis explicaciones y paso seguido comenzó a relatarme una historia que yo ni imaginaba en lo más mínimo hasta ese momento. Me dijo que el Sospechoso Jorge Delgado Alias "Machigua", había estado allí colocando una denuncia por robo y que temeroso por su vida había puesto en conocimiento del uniformado su intención de irse por algún tiempo de la ciudad y manifestó haber dejado 5 millones de pesos a la intitución para que los encubiertos se dedicaran en cuerpo y alma a la total investigación y esclarecimiento del caso. También les dijo que se estaría reportando periódicamente para estar al tanto sobre el caso y aportar pruebas y detalles complementarios que fueran importantes para su desarrollo.
La historia que me relató el coronel y que a su vez escuchó de labios del propio Machigua fue la siguiente.
A los 30 días del mes de Agosto del año en curso de 1989 se presentó de manera libre y voluntaria el señor Jorge Delgado identificado con cc. 19 888.000 de Firabitoba. conocido también con el seudónimo de "Machigua" y relató los siguientes hechos. El día 28 de agosto recibí una llamada telefónica desde puerto Portete, principal centro carbonífero nacional, situado en la peninsula de la Guajira, donde se encuentra ubicada la compañía "El Cerrejón" consolidada por la Morrison Knudsen. Me contactó el Sr. Helmut Cohen y me hizo saber que necesitaba un lote de esmeraldas "gota de aceite", sin jardín, ni tratamiento que alterara de manera alguna su grado de pureza, expresó además que el lote en cuestión no debería contener gemas de menos de 3 quilates cada una y que estaría dispuesto a pagar hasta 50 mil dólares por quilate. Necesitaba llevar a los Estados Unidos por lo menos 100 piedras de las características antes citadas. También me expresó el Sr. Cohen que el pago se efectuaría en efectivo con moneda americana, que llegaría dos días después en un avión privado de la compañía, se hospedaría en el Hotel Tequendama que está ubicado estretégicamente en el centro internacional de la ciudad capital y que por su condición de centro de multitudinario y de negocios sería el punto perfecto y confiable para realizar la transacción. A continuación expresó el Sr. Delgado que debido al alto grado de pureza y las características exigidas de la mercancía, era imperativo congregar un grupo de guaqueros con los cuales lograr reunir el lote de gemas seleccionado que pedía el americano, motivo por el cual procedió el interpelado a citar en su oficina del penthouse de la cra. 8 con la calle 15 esquina en los altos de la afamada librería Buckhoz a los Señores Eduardo Bustos, alias "Barba Roja", Jorge Castañeda, alias "El flaco", y a Carlos Larrañaga Alias "La Loca Carlota" a quienes encargó la dificil tarea de reunir entre los mineros de Cosquez y Pachavita el lote en cuestión. Al día siguiente regresaron los mineros con 500 quilates de esmeraldas de las características exigidas y otros 200 quilates en "gabuchones", que aunque no fueron solicitados por el americano, querían dárselos a conocer daba la belleza natural de esas semiesferas perfectas, raramente conocidas por los joyeros internacionales y que no requieren de talla ya que su pulimento es completamente natural. Procedió, a decir del Sr. Delgado, a ponerlas en su caja fuerte y acordaron volverse a juntar al día siguiente como a la hora de almuerzo para esperar la llamada del americano y proceder a complir la cita en el hotel convenido para llevar a cabo la transacción.
Al día siguiente se reunieron según lo pactado a las 12m. en las oficinas del Sr. Delgado. Como a l:30 p.m. recibieron cumplidamente la llamada del Sr. Cohen diciéndoles que lastimosamente por causa de fuerza mayor debido a una avería en la aeronave, tuvieron que realizar un aterrizaje de emergencia en el puente aéreo. Expresó además, que su acompañante había sufrido un colapso cardíaco y habían tenido que hospedarlo en casa de un amigo suyo muy allegado y confiable en el barrio de los álamos aledaño al aeropuerto, y que si no había ningún inconveniente y por lo corto del tiempo por tener que salir ese mismo día para los Estados Unidos, se reunieran en la dirección 74-74 de la Cra. 74 a dos cuadras del parque de industrial. El Sr. Delgado puso en espera al americano mientras concretaba con los tres caballeros dueños de la mercancía quienes aceptaron el trato pero con la condición que ellos no podían acudir a la cita personalmente, pero en su reeemplazo enviarían a cuatro de sus más leales guardaespaldas para que sirvieran de escolta al Sr. Delgado. El americano aceptó la condición. De inmediato machigua y sus colegas se dispusieron a salir, tomaron la mercancía de la caja fuerte, montaron un campero blanco de propiedad de Jorge Castañeda y salieron dispuestos a recoger a los guardaespaldas para dirigirse a la mencionada dirección en el barrio de los álamos. Tan pronto llegaron, estacionaron el carro frente a la casa marcada con el No. 74-74 de la cra. 74 se apearon, el Sr. Delgado y dos de los guardaespaldas acordaron entrar a la casa a realizar la negociación, mientras los otros dos se apostarían discretamente en el exterior de la residencia a vigilar cualquier irregularidad que pudiera presentarse. Ya en el interior de la casa fueron amablemente recibidos por el Sr. Cohen, procedieron a entrar a una habitación donde se encontraba otro caballero, al parecer también americano pero de rasgos achinados, que se encontraba recostado en el lecho con supuestos síntomas de haber sido afectado por la implacable altura de los andes. Posteriormente se dirigieron a la planta baja y procedieron a sentarse en la sala principal disponiéndose a estudiar la mercancía para escoger las piedras que serían parte del lote a negociar. Cuando estaban celósamente examinando las piedras, separando las que a ojos vista se apreciaban de la mejor calidad, intempestivamente la puerta de la calle fue abierta abruptamente, sonaron varios disparos como de metralleta y entraron haciendo alarde de fuerza varios elementos uniformados de la policía nacional que traían encañonados con miniuzzis a los dos escoltas que se habían apostado afuera en actitud vigilante. Los policías hicieron tender a los comerciantes en el piso expresádoles que se encontraban realizando un operativo antidrogas. El sr. Delgado visiblemente asustado les hizo saber que ellos estaban negociando piedras preciosas y no cocaína como lo gritaba de manera altisonante quien parecía ser el jefe de los uniformados. dominada la situación procedió el capitán que coordinaba el allanamiento a ingresar al cuarto del enfermo de donde regresó momentos después con un maletín que contenía varios paquetes de polvo blanco y muchos fajos de billetes de 100 dólares. - Con que no estaban negociando drogas? malditos traficantes!- vociferó el uniformado y a punta de culatazos asieron bruscamente por el brazo al Sr. Delgado quien fue encerrado en el baño auxiliar al lado de la cocina. Le hicieron saber que permanecería allí separado de los demás para que no intentaran nada en conjunto mientras llegaba otra unidad judicial que los conduciría a las instalaciones de la Sijin donde serían retenidos, para ser luego remitidos por orden juzgado pertinente que se haría cargo de su suerte a la penitenciaría nacional de la Picota. Amedrentado como estaba por el despliegue de fuerza y armamento que ostentaban los uniformados, el Sr. Delgado procedió a quedarse inmóvil en el estrecho cubículo, mientras afuera se escuchaban siseos de voces que vociferaban toda sarta de improperios; propinando golpes fuertes, que según el informante parecía como si estuvieran destruyendo las puertas y el mobiliario en busca de lo que se imaginó cocaína. se oían tambien acallados murmullos de gemidos lastimeros que aterrorizaron aún más al confinado. después de como una media hora prosiguió un silencio largo; pasaron así innumerables minutos, calculó quizas como más de una hora en que no se atrevió ni a moverse, mucho menos a salir, por miedo a que lo estuvieran vigilando solapadamente. Pensó en sus compañeros escoltas, que habría sido de ellos? Después de mucho tiempo transcurrido en que permaneció aterrado e inmóvil se le ocurrió hacer ruidillos disimulados con los pies contra la puerta para llamar la atención, los repitió una y otra vez sin obtener respuesta. Optó entonces por salir, lentamente entreabrió la portezuela del baño en que se encontraba recluido, no vio a nadie, caminó sigilosamente sobre la punta de los pies para hacer el menor ruido posible, sin detectar absolutamente nada ni a nadie, la soledad era categórica, se dirigió nerviosamente a la puerta de la calle, la abrió, y salio en volandas hacia el primer lado que se le ocurrió, todo estaba desierto, ni gente, ni carros, la calle se encontraba totalmente vacía como si se hubieran puesto de acuerdo para evacuarla. Corrió como tres cuadras, atravesó el parque a zancadas, sudoroso, atisbó chicos jugando el futbol en la cancha aledaña al terreno semidesnudo que servia de límite con la pista de aterrizaje del puente aéreo. El panorama se mostraba normal, como si nada estuviera pasando pero no se aventuró a comentarlo con nadie. Siguió caminando ensimismado y derrotado, lentamente, hasta que la penumbra de la noche comenzó a caer sobre su adolorido cuerpo, mientras los aviones de tanto en tanto aterrizaban ululantes en medio de una hilera de luces que le parecieron de navidad.

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