COLOMBIA, PATRIA MIA.

¿Qué pasa en ese Macondo de ensueño, el de los pescaditos de oro, el paraíso de dos mares, la tierra de francisco el hombre, de las mujeres hermosas, de los echados p'adelante, la puerta grande de la América del sur que vive una permanente guerra civil, que produce tantos hermanos muertos? ¿Cómo es eso de que mas de un lustro después de "finiquitado el espejismo del comunismo proletario" subsista una fuerza guerrillera de aproximadamente 70.000 hombres alzados en armas que pretende tomarse el poder por la fuerza e instaurar el socialismo? ¿Y porqué de otras fuerzas de derecha mal llamadas paramilitares, porque no contraguerrilleras, que reúnen poco mas de 30.000 hombres? ¿Cómo es posible que un país no apto para el cultivo de la coca sea el mayor exportador del narcótico? ¿Cómo es posible que las fuerzas armadas del narcotráfico con su vasto poder de dólares y armamento moderno, compre a paramilitares, guerrilleros, políticos, senadores y presidentes? ¿Cómo es posible que hasta las amas de casa mas humildes sean apresadas en los aeropuertos internacionales con bolsas plásticas de estupefacientes en su estómago? Estas son solo unas de las tantas preguntas que nos hacemos la gente común y corriente y la opinión pública internacional cada vez que en los noticieros hablados o escritos aparece el nombre de Colombia ligado a hechos violentos, fantásticas leyendas de narcos poderosos, famélicas mulas y crueles sicarios.

Las raíz de todo lo que sucede en Colombia tiene, obviamente causas inmediatas visibles a primera vista: "la Pésima distribución del Ingreso" por citar la mas gruesa. Todas ellas, sin duda, están sustentadas por fuerzas manipuladoras que las hacen ver determinadas por factores que se han venido heredando a lo largo de la historia y que de no intervenirse con presteza, como es debido, seguirán alimentando mascaradas; no importando de qué manera se nos vaya presentando el futuro.

Tenemos que erradicar de una vez por todas el amañamiento histórico con que nos han venido manipulando las clases cabecillas para su propio fin, también histórico.

Porque mientras el problema de nuestros hermanos latinoamericanos es la pobreza absoluta, el de Colombia no puede pretender ser por la misma causa, o si no pregúnteselo al gobierno, a los potentados, a los narcotraficantes, que se matan por su riqueza y se dan el lujo de sostener costosísimos ejércitos privados para la consecución de tan loable beneficio. Por no citar el lujo sibarítico inminente de tebanos y troyanos, y los descarados desfalcos al erario público (ver proceso 8.000 donde estuvo inmiscuido el congreso en pleno). Será por algo que realizamos el más importante festival de teatro iberoamericano, porque somos los maestros en el arte de las mascaras, las afectaciones y la marrullería.
Sin embargo, esa lacra endémica la viene arrastrando nuestro pueblo por los siglos de los siglos, sumidos en el relamido bostezo de las grandes familias patriarcales a las que nunca les ha interesado más que sus propias especulaciones, con la complicidad vergonzosa de sus gobiernos impuestos.

Analicemos a continuación las históricas justificaciones, veamos:

1- Lo económico:
Desde la época colonial - virreinato de la Nueva Granada -, Colombia no descollaba en la producción de riquezas. El virreinato de Nueva España (México), el del Perú y el del Río de la Plata (Argentina) lo superaban ampliamente, bástenos con ilustrarlo de la siguiente manera: la producción anual de oro de un distrito minero como Santafé de Antioquia era similar al de una transacción de algún rico hacendado de Buenos Aires.

Luego de la independencia de España (la época republicana), la situación varió muy poco, hasta el punto que fue necesario reinstaurar los impuestos coloniales - abolidos en los primeros años de la independencia -. Colombia seguía siendo un país periférico en los mercados internacionales, con una escasa frontera agrícola y una regular producción minera.

(Se nos extravía en la memoria: la quina, el tabaco, las esmeraldas, únicas en el mundo y el canal de panamá para citar solo algunos medios de nuestra posible subsistencia comercial.)

Sólo a fines del siglo XIX, apareció el producto que pudo sacar a Colombia del letargo económico que vivía: el café. Producto de fácil cultivo en los pendientes suelos de buena parte de la geografía colombiana y de gran demanda en el mundo, el café abrió carreteras, industrializó ciudades en medio de los Andes - Medellín, Pereira, - y robusteció puertos como Barranquilla (4ª ciudad del país) y Buenaventura. Esta bonanza, unida a las crisis de los países industrializados enfrentados en dos guerras mundiales, propició la política de "sustitución de importaciones" que pretendió industrializar el país en aquel entonces y en parte lo logró.

(La clase media "Colonización Antioqueña" sin apoyo alguno, se dio a la tarea de salirse de madre y fundar nuevos puntos estratégicos, la zona cafetera, de este fenómeno de gentes laboriosas surgió el negocio del café y la expansión de sus tradiciones arrieras.)
El desarrollo alcanzado hasta mediados del siglo XX se vio afectado por el despegue de los países avanzados luego de la guerra y una vez más Colombia empezó a decrecer económicamente: no nacían nuevas industrias y sus mercados se volvieron enormes bazares de mercancías extranjeras.
(Las industrias no nacen "Se Hacen". y los Bazares de Turco llegaron auspiciados por las clases dirigentes para acentuar el "Pantallismo" de las familias pudientes en detrimento de la paupérrima industria nacional).

Es en este contexto que a partir de la década de los setenta apareció un nuevo producto que catapultó la entrada de dólares a Colombia: el narcotráfico. Este macro suceso disparó el conflicto social y político, todos los actores: sociales, políticos y armados, recibieron su influencia directa o indirectamente. Baste decir que el 70% de las muertes en Colombia están relacionadas con el tráfico de drogas; la violencia política no supera el 15%.

(La verdadera causa de la violencia es el hambre. Nuevamente la clase media vuelve a dar el coletazo de tiburón moribundo, agobiada de la indolencia histórica en que nos han mantenido; el gran reto de la dirigencia es dar muerte definitiva a la clase media que piensa, delibera y lucha, y lo han logrado para infortunio del país. Quienes no han sido muertos, han salido corriendo al extranjero o están amedrentados, boleteados y exhaustos. ¡Que viva la clase media! la única fuerza dinámica y responsable que ha luchado impotente por el devenir histórico del país).

En el pasado y actualmente, en Colombia la brecha entre el 10% más rico y el resto de la población es aberrante, sólo es superado en el mundo por Sudáfrica y Brasil. Un informe de la ONU considera, de acuerdo a los niveles de vida en Europa, que en Colombia existe un 11% de ricos, un 13% de pobres y un 86% restante que vive en la miseria.

2- Lo cultural:
Colombia vive una paradoja: sus industrias, sus puertos, sus rascacielos, (mejor dicho, los de los dueños del país) se cimentan en unas relaciones sociales en las que las diferencias son resueltas echando mano de argumentos" morales": herramientas fáciles con las que se descalifica al contrario y se procede a la acción de hecho. Contrasta esta situación con un enorme e ineficiente aparato judicial (90% de impunidad), heredero de una "excelsa" retórica jurídica "Verborrea Barata" que ha producido varias constituciones e incontables reformas jurídicas.

No quiere decir esto que la ciencia, las artes y la investigación no existan. García Márquez y muchos otros colombianos brillan en este sentido, además, la rica tradición cultural de las regiones colombianas cohesionan a su pueblo y se esparce en los países vecinos.

Lo que se quiere resaltar es que, en términos generales, la vida cotidiana de los colombianos no está fundada en un respeto a la ley sino a la premisa del "Sálvese quien pueda" y "Quien mas saliva tiene mas harina come".

3- Lo político:
Los intentos enmascarados de modernizar al país en sus relaciones sociales y políticas fracasan siempre, porque son simples sofismas de distracción. No ha habido hace muchos años, por no decir nunca, un gobernante realmente comprometido con el pueblo, el únicos que lo han intentado han sido asesinados: Jorge Eliécer Gaitán y Luis Carlos Galán Sarmiento. Y sus asesinatos continúan en la impunidad.

Una legislación que reconoció los derechos individuales, de organización y de uso social de la propiedad de la tierra en algunos casos, pronto fue echada pique por la defensa a ultranza de la fe, la familia y la propiedad. Ante el peligro del "desmoronamiento moral de la república", que no era sino el reconocimiento de los derechos de inmensas mayorías, sectores de las elites gobernantes echaron mano de la violencia para instaurar el orden.

Otras vertientes de la política no escapan a ello. Jorge Eliécer Gaitán, el más sobresaliente político y caudillo colombiano del siglo XX, centró su última campaña con la consigna " por la restauración moral de la república, a la carga!!" y terminaba sus multitudinarias manifestaciones de campesinos y trabajadores con la consigna:

"Si avanzo, seguidme;
si retrocedo, empujadme;
si os traiciono matadme;
si muero, vengadme"

El eco de esta consigna, de su asesinato en abril de 1948, todavía retumba en las mentes de muchos colombianos.
De manera similar, las organizaciones de izquierda, con todo y lo moderno que puede ser el pensamiento marxista, siguen imbuidas en gran medida por preceptos morales que les impide, entre otras cosas, unirse y pensar el país adecuadamente.

Para terminar este punto resumo diciendo que el atentado personal, el complot, la resistencia armada al gobierno (por parte de los opositores o por quienes tradicionalmente han detentado el poder), en el pasado y actualmente; unido a la tradición cultural y moral de excluir al diferente; y en presencia de tan enorme concentración de la riqueza, hace que sea "lícito" en nuestro país presionar acciones legislativas o reclamar presencia política con muertos. Ello ha producido nueve guerras civiles nacionales en el siglo XIX (la última produjo 100.000 muertos en tres años en un país de no mas de seis millones de habitantes en 1900 y la separación de Panamá); una guerra civil de 1948 a 1957 que se desencadenó con el asesinato de Gaitán y que en sus primeros 6 años produjo entre 200.000 y 300.000 muertos, época esta conocida como La Violencia. A partir de allí y hasta hoy un continuado conflicto interno sigue menoscabando la nación colombiana y que produce 30.000 muertes al año y uno de los más altos índices de violación a los derechos humanos en el mundo.

4- La geografía:
Tres enormes ramales de los Andes (Cordillera Occidental, Central y Occidental), una extensa y ondulada sabana bordeada por el mar Caribe, una franja de selva tropical húmeda al frente del Océano Pacífico, una bastísima llanura al oriente del país y una gran porción de selva amazónica, hace que la geografía colombiana haya favorecido una variedad de regiones, ricas en todo sentido. La geografía, al lado de la diversidad, ha alentado localismos y particularismos, que en no pocas ocasiones han fomentado la división entre los colombianos.

CONCLUSION
La solución pactada a los conflictos que invaden a Colombia, requiere de una mano férrea y una mente de empresario internacionalista que luche por el bien común con sentido nacionalista. Esta es la mejor alternativa para construir de una vez por todas la nación, haciendo caso omiso a las justificaciones históricas, por encima de los intereses de gamonales y curacas.

Pero debe ser una solución en la que estemos comprometidos todos los colombianos: los violentos de todas las ideologías, el Estado, la Iglesia, los partidos políticos, y sobre todo la sociedad civil amante de la solución política a los problemas colombianos.

No se trata de caer, una vez más, en el precepto moral de que la sociedad civil (los buenos) aislará a los violentos (los malos). Porque aquí las cosas parecen ser al revés, la violencia virulenta contaminó todos los estratos sociales. Se trata de que entre todos, con un alto sentido patriótico, establezcamos las reglas de juego en las que prospere una distribución equitativa del ingreso, único elemento indispensable para que reine la paz, pero con justicia social; en las que prevalezca el perdón y el olvido.

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