Así
era mi madre, siempre retraída,
Tímida tal vez, pero tan querida.
Era una dulzura con toda la gente
Y con su familia, la más sorprendente.
Quien la conocía nunca la
olvidaba,
Porque era muy buena y colaboraba.
Gran trabajadora, honesta y sencilla
Construyó su nido con amor
y arcilla.
Todo era optimismo, Nunca oí
una queja
Y ante el desengaño ni una
palabreja.
Vivió la pobreza con la frente
en alto,
De su mansedumbre manaba el encanto.
Fueron muchos días de luengos
otoños,
De cultivar sueños para sus
retoños.
Nunca tuvo alivio en la gran faena,
Y ante los reveses, su virgen morena.
Para tanta pena nunca un exabrupto,
Porque su madera era acero en bruto.
Hoy está en el cielo pidiéndole
a Dios,
Rogando al altísimo por mi
desamor.
Cuando somos jóvenes no apreciamos
bien
Pero no lo olviden, sentimos también.
Así a mi manera siempre yo
la amé.
Y espero la muerte para amarla bien.
Imploro tu celo Oh! mi dulce amada,
Y quiero estar juntos, hoy, quizás
mañana.
Estoy muy seguro tenerte de nuevo,
Será el mejor pago para mi
consuelo.
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