Amar es manifiesto, a veces,
en la desventura, cuando el alma
reconoce en sus aromas
la providencia encadenada.
Al oír sonar muy quedo,
tu música... vagar
por los jardines de mi desvelo,
mientras caen las hojas
de tu lluvia pertinaz
que me conducen, insomne,
a otros lugares sin tiempo.
Callar es bello entonces.
Sentir tu polvo amado
ambular por mi cielo
de noches inmarchitables
pleno de amor y miedo.
Nada decir entonces,
revolotear en sueños
la penumbra gris de tus bosques,
como alas de amor que se abren
bajo el añil profundo
de mis atardeceres.
Oh virgen de pasión,
tú que reinas en mis noches,
¿Rosa del paraíso!
porqué no vuelves?
Déjame sentir
la magia de tu ensueño
por oníricos caminos
de mi mente y embeleso.
Dime mujer,
¿qué tanto amor
guardas de mi cuerpo omitido?
Dime ilusión!
¿hay otra forma de no morir
sino es tu canto
lejano de sirena
que me desvela a solas?
Languidecer es bello
en la distancia,
bajo el hechizo obstinado
de tus tiernas penumbras.
Y ensimismado y solo,
esperar que concluya
en nuestro empeño
el ciclo inexorable
de la esperanza.
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