En el nacimiento de mi primera nieta en tierra
mapuche
El abuelo feliz,
El más del mundo.
Porque la vida llega
Convertida en mujer.
¡Oh! mi niña
premiada
Con nombre de la tierra.
Quizás inexplorado,
Pero pleno
De símbolos ancestros,
De raíces Quimbayas
Y Mapuches
Carnal flor infinita
Que se abre a la vida
En las distantes latitudes
De los mares del sur,
Donde creció gigante
La palabra poesía.
Hoy cincuenta años
después,
Renace en los umbrales
De la tierra del fuego
Y de los largos desiertos,
El prolegómeno.
Otra flor diminuta
Y bienquerida
Llamada plectro,
Musa, inspiración,
Poema vivo.
Bendito Dios
Por concederme
Demasiado regalo
Para mi viejo corazón
Abochornado.
Bendigo a mi niña
Ceci
Por permitirme
Prolongar la vida en mi vástago.
El más noble rebelde pensador,
El místico insurrecto,
El laúd bien temperado.
Dulce diapasón
Que hace vibrar
Las fibras de mi añeja ilusión.
Que hace cantar de amor
La ternura rebosada
De todos sus hermanos.
Que tanto os aman.
¡Oh! la palabra muda
de una madre
Que desde el cielo otea
Como un relámpago en el alma,
Y ríe y goza de felicidad infinita
Por su nuevo capullo de reina.
Gracias al amor
Y que viva por siempre
Donde sea.
Que yo estoy aquí
Con los brazos abiertos
A la espera.
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