Cuentan los bisabuelos de pasados milenios,
Que a Patillal, Fonseca y Villanueva,
Padilla, San Juan y otras provincias 
Del cacique de Upar, valle afamado,
Rancia cuna de Arhuacos y Tayronas, 
Obligado corredor de Incas y Mayas;
Distraído arribó con los vikingos
El acordeón intruso y recamado
De arrugas nuevas, botones nacarados
E irisado color de guacamayas.

Dicen los más añejos, 
Que arraigó para siempre 
En el alma cerril de la comarca,
Que un solitario varón y trotamundo,
Francisco el Hombre era que llamaba,
Transmitiendo vivía los mensajes,
Recados con canción, de la región
Sin más armas viajando los paisajes
Que su prodigiosa trova sin bagajes,
Las milagrosas teclas que tocaba 
y su inmarcesible botellín de ron.

Fueron muchas historias las cantadas
De amor y deshonor, 
Fueron muchos caminos recorridos 
De desiertos guajiros.
Para llevar noticias de congratulación.

Reza la leyenda que Lucifer un día
Enfurecido por la paz y el regocijo
Que la región vivía,
Al ver la juventud que sana recreaba, 
Alejando más y más el pecado matón,
Dedicando completas sus lides al amor,
A las cumbiambas tibias en las playas dormidas
Que alegraba francisco con su eterno acordeón,
A duelo lo reto.

Dicen los consabidos
Que el duelo consistía
En una piquería
Con música de afrenta
En las montañas de treinta
Del valle de María.

Concertada fue cita para la media noche
De Viernes 13 de entuertos, en el mes de los muertos.
Acudir sin reproche, Citación asesina
La noche del enfrento, cargada y clandestina;
El firmamento oscuro, soledad sin retorno
Sólo la estremecía del silencio, un vago rumor sordo.

Apuró el desafiado a poner en el orden
De su mula ceniza los arreos, 
Terciado el acordeón y con machete al cinto
Partió hacia la montaña de los reos,
Y a divagar urgido y silencioso
Comenzó su camino,
Lóbrego y retinto el malhadado sino.

Francisco Hombre se presentó cumplido
A la cita del duelo, así oprimido.
Pendía de su gollete un medallón 
Del Sagrado Corazón luctuoso;
Y nos lo dice el cuento tenebroso,
Que en el lugar donde batieron duelo
Nunca jamás la hierba renació de su suelo,
Se secaron los árboles, callaron las canoras,
Jamás volvió a llover y marchitó la flora

De Satán La presencia fue advertida
Por una nube fúnebre afligida
De murciélagos mustios y chillones
Que a su derredor aleteaban.
Del retador dicen quedó paralizado
Por aquel espectro infernal, espeluznado,
Que por su mente pasó quedarse mudo
Y quiso regresar... pero no pudo

Lucifer improvisó todas las suertes,
Macabras odas disímiles de muerte, 
Desarmonías infernales mal paridas;
Su canto era horrísono y grotesco,
Acompañado por el grito fresco 
De su nube de vampiros homicidas.

Aturdido Francisco del oprobio
Notas al escuchar descomedidas,
Ni siquiera dejar concluir quiso 
Tan siniestra ominosa melodía.

Con vehemencia admirable y sin permiso,
Firmes los dedos en teclado liso
De su acordeón impasible y altanero,
Con sacudida inmortal rasgó el ambiente;
Inicio dio a célico concierto
Que oído humano jamás oyó liberto;
Era al revés el credo impenitente.
De sus notas celestiales el efecto 
Hizo mella tenaz en el entorno
Que hasta Satán voló despavorido
Entre piernas el rabo consabido,
Para jamás volver por el contorno
Perdido para siempre de la mente.

Las estrellas salieron nuevamente
Brotaron de las flores sus retoños
Y el celeste cantor así embriagado 
De melodías tan dulces, anisado,
Cantó al amanecer, mil albas plenas.
Así nació el impúber vallenato 
En la tierra del guiro y la tambora
Para quedarse hasta siempre un rato.

Francisco en eco sus tonadas esparcía,
Que el viento a confines trashumaba
Y al más duro del alma estremecía,
Esplendor Irradiando su palabra.

Así del trovador la fama crecer el duelo hizo, 
Para quedar por los siglos del tiempo consagrado
En el mente del mundo advenedizo,
Que por ley lo accedió ensimismado; 
Porque fue el único hombre después de Jesucristo 
Que al demonio vencer pudo con su acordeón amado.

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